KATARINA
Me encontraba en una cafetería en México. Luego de escapar de la tienda de ropa corrí hasta encontrar el auto que sonó al compás del desbloqueo de la alarma de la llave del viejo del negocio, otro delito, claramente lo robé.
Después de viajar durante horas con esa cosa que podría llamarse auto si no fuese porque parecía más bien un sillón viejo con ruedas, todo viejo y sucio, lo dejé abandonado en un campo cerca de la frontera y me puse la capucha de mi buzo negro junto con una bufanda azul marino que también le había robado al viejo tapandome hasta la nariz, de modo que lo único que se podía ver en mi cara eran mis ojos grises enormes.
Al llegar a un teléfono público llamé a mi amigo Mexicano Chapa y gracias a el estaba ahora allí.
Miré la pequeña pantalla antigua del televisor que se encontraba junto a una de las paredes de aquella vieja cafetería mexicana, mientras hacía fila para comprar un sandwich rápidamente. Sabía que estaba bastante mal parar para comprar cuando aún me encontraba cerca de la frontera con Estados Unidos, pero la última vez que había comido algo había sido hace más de quince horas y si no comía nada, sentía que iba a desmayarme.
Continúe observando las noticias sin prestarle demasiada atención, si bien entendía español a la perfección, hasta que una imagen proyectada en el televisor me hizo sobresaltarme por completo. Era una foto mía.
"SE BUSCA, PEDIDO DE CAPTURA INTERNACIONAL. PELIGROSOS DELICUENTES HUYERON DE LA PENITENCIARÍA DE SEAGOVILLE, RECOMPENSA DISPONIBLE"
Alexander Samuel Barrios, 35.
Joshua Cooper Brown, 55.
Thomas Stonege, 33.
Demon Kannovan, 27.
Katarina Rosseau, 23.
Dawson B. Miller, 25.
Así fueron pasando los nombres, uno por uno, junto con la edad al costado y una foto de cada uno de nosotros en pantalla grande, para luego formar una imagen sola con todos los nombres y fotos que ocupaba la pantalla entera. Al girarme y ver como todas las personas miraban la pantalla atentas mientras comían, algo se removió en mi interior.
Avancé por la fila incómoda hasta llegar a la chica que atendía, sus ojos chicos y su cara regordeta se giraron hacia mi para luego entrecerrar sus ojos antes de hablar.
─¿En qué puedo ayudarte?. ─Preguntó y sentí como si su mirada se posara en mi más de lo debido.
Sin mover mi bufanda, que aún tapaba mi boca y gran parte de mi nariz, hablé lo más fuerte que pude para que ella me escuchara si necesidad de sacarmela. ─Un sandwich común de pan árabe, por favor.
La chica posó sus ojos en mi durante un segundo más antes de asentir y girarse en busca de mi pedido. A los pocos segundos, volvió y le pagué. Al agarrar el sándwich de sus manos, juro que sentí como sus ojos me inspeccionaban nuevamente. Me estaba volviendo paranoica, lo sabía y odiaba.
Salí de ahí sabiendo que no podía quedarme ni un segundo más luego de que esa noticia apareciera en la televisión, no podía correr ningún riesgo. Me dirigí a la estación de servicio para poder comprar un mapa del lugar ya que mi teléfono había sido confiscado hace ya bastante tiempo por la policía ni bien fui ingresada en la celda.
Cuando mis pasos se dirigían hacia la tienda del interior de la estación de servicio, una camioneta verde y oxidada que salía de cargar nafta clavó sus frenos delante mio y a los pocos segundos pude escuchar como el conductor se quejaba.
─Camina mirando para arriba, imbécil. ─Protestó de mala manera la voz de la persona que iba al mando de aquella vieja y fea camioneta. En el momento que levanté mi vista al reconocer al dueño de la voz lo escuché hablar nuevamente. ─Un momento. ¿Kat?
Cuando levanté la vista de fuera de mi capucha negra logré ver un pañuelo negro tapando la mitad de la cara del chico, unos lentes negros y pelo también negro, azabache que caía a ambos costados sobre un gorro de lana, también negro.
En cualquier momento no hubiese sido capaz de reconocer a Demon encubierto de esa manera, su pelo que anteriormente había sido rubio bien claro estaba profundamente teñido de negro y casi la totalidad de su cara estaba tapada, pero conocía perfectamente su voz.
─Demon. ─Le dije contenta de verlo mientras le ofrecía una sonrisa.
─¿Qué mierda haces en México? Subete. ─Me dijo mientras abría la puerta del copiloto.
Sin pensarlo dos veces, me subí a su camioneta chatarra y lo saludé riendome de la similitud de nuestros disfraces.
─Parecemos salidos del islam. ─Bromeé mientras me bajaba la bufanda y lo miraba.
Acto seguido, mi amigo se bajó su pauñuelo levemente y se sacó sus lentes, sus ojos verdes mirandome con picardía mientras ponía nuevamente en marcha la camioneta y salíamos de la estación de servicio.
─Estoy pensando seriamente en dejarme el bigote, parece que la gente te respeta un poco más en México si tienes uno. ─Me contestó de manera burlona al mismo tiempo que apoyaba los lentes en la guantera. ─¿Cómo puede ser que quiero deshacerme de ti y termino encontrandote cada dos pasos?
Eché una risa genuina después de mucho tiempo. Era cierto que a Demon nunca le había gustado tener que andar pegado a nadie cuando estábamos en prisión, ni nunca, odiaba la gente. Pero siempre habíamos estado juntos desde que lo vi la primera vez. ─Parece que estas destinado a juntarte con mi miseria, ¿Dónde están los demás?. ─Pregunté con más curiosidad de la que pensé que tendría.
─No tengo idea, ni me interesa. Y como ya sé que vas a preguntarme por nuestro querido Dawson te voy a decir que no sé nada de ellos desde hace ya varias horas. Tendrías que haber visto al pobre idiota cuando Alex le dijo que no estabas, se desmayó y todo. ─Dijo mientras sus ojos parecían recordar lo que habían visto con total diversión. ─Cambiando de tema, ¿Vienes conmigo o quieres que te deje en algún lugar, Kat?
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Editado: 25.09.2020