Una vez hace siete años atrás conocí a alguien que jamás imaginé que cambiaría mi vida entera y se volvería el soporte que jamás creí necesitar pero que ahora necesito más que a nada.
Con el pasar del tiempo iba creciendo un lazo distinto al que solía tener con otras personas, era real y puro y fuerte; se sentía imparable, intocable e inalcanzable; tanto, que nosotros mismos fuimos quienes lo destruimos.
No nos tomó mucho tiempo sentir que estábamos destinados a estar juntos por siempre y para siempre pero como historia y cuento de hadas, tenía que llegar a su final...
Y mi corazón da latidos lentos sin perder el ritmo de aquella canción que tanto nos gustaba.
Mis pulmones inhalan y exhalan reteniendo el poco aire que nos rodeaba.
Mis ojos miran fijamente aquel lugar donde solíamos ir a conversar.
Mi boca está cerrada luchando para no dejar salir las palabras que no debes escuchar.
Mi cuerpo entero es mi enemigo y está alzándome rocas para derribar aquella idea de que esto no es real.
Mi mente se mantiene en calma repitiendo palabras como una especie de mantra:
"Está bien, siempre estará bien; yo seguiré aquí sin importar qué.
Porque eso es lo que los verdaderos amigos hacen"