Polos opuestos | historia corta

Capítulo 1

Me presento, mi nombre es Milena Anderson tengo 28 años, 1.68, cabello lacio con flequillo, tez blanca y ojos color miel, y soy fotógrafa profesional. Algo que siempre me encantó hacer. La idea de congelar un momento en el tiempo y hacerla una fotografía siempre me atrajo. 

Ahora bien, me habían contratado  para sacar fotos a una gran banda de rock del país. “B.T.G” ése era el nombre de la banda. Eran las iniciales de los integrantes. 

Grace Jackson, una compañera y amiga de universidad me hizo el contacto para obtener el trabajo.  

Obvio acepté de inmediato ya que la paga era muy buena. Pero cómo iba a adivinar lo que sucedería el primer día y ni hablar del primer mes. 

Bien, mi trabajo consistía enfocarme únicamente en ellos. Sólo en la banda. Como emprendían una nueva gira por el país, Sean Preston, el mánager de la banda quería a alguien de confianza para ese trabajo y ahí es dónde aparece mi amiga Grace como intermediaria ya que Sean estaba en pareja con su hermana y aprovechó el parentesco. A Sean le pareció buena idea así que aceptó que yo ocupase ese puesto. El contrato era por un año. Estaba demasiado entusiasmada.

Era un trabajo bastante simple y en el que tenía bastante conocimiento. Solo debía sacar fotos en los conciertos que hacían, para alguna entrevista o alguna revista. Era algo simple. Mi problema fue cuando crucé las primeras palabras con uno de los integrantes, hubo un cortocircuito entre nosotros. Pues los demás pudieron darse cuenta de lo obvio. 

Brad Malkovich, edad 31, 1.91, ojos verdes, tez blanca y cabello rebelde hasta los hombros de un castaño claro. Sin mencionar los típicos tatuajes que lleva una estrella de rock; en los brazos, manos y cuello. Los que se notaban a simple vista. Alguien realmente guapo para las miradas femeninas y también masculinas. Lo cual hacía que la banda tuviera muchos seguidores por parte de los dos géneros. Sin mencionar que los otros dos integrantes también eran guapos.  

Pero ese primer día hubo un choque entre nosotros. No coincidíamos. Éramos como dos piezas de rompecabezas pero de diferentes cajas. No encajábamos en el mismo lugar.

Sean me presentó frente a cada uno de ellos y la verdad que tener 3 ejemplares del sexo masculino de ese calibre era increíble. Uno más sexy que el otro debo aclarar. 

Quité mi cara de feliz cumpleaños, debía comportarme como profesional y  comencé explicando como realizaba mi trabajo.

– Es increíble. Me gusta –comentó Greg con una sonrisa a lo que yo decía.

– Yo vengo trabajando con este sistema de edición ya que resalta todos los colores y es...

– No me convence –me interrumpió Brad mientras les explicaba a todos cuál era el sistema de edicion que usaba para las fotos. Sentí cierta molestia en sus palabras–. Yo quiero que uses el otro.

– Pero el otro no es de buena calidad –refute–. Si observas ambas fotos notarás que este tiene colores más vivos y resalta más...

– No me interesa –volvió a interrumpirme y lo miré sin entender–. Yo quiero que uses el anterior con el que veníamos trabajando.

– He trabajado con este por mucho tiempo y por eso digo que es mejor calidad que aquel –espete al borde del enojo– ¿cual es tu problema?

Me fulminó con la mirada apenas le pregunté. 

– Me tomé el tiempo de observar tu trabajo Milena –habló Sean al notar el clima tenso que se generó– y sé que es de calidad y me gusta más allá de lo que diga el aquí presente –señaló a Brad quien se notó molesto–. Yo te contraté –hizo hincapié en eso– por lo tanto tienes mi autorización de usar los sistemas de edición que a ti te parezcan mejores –miró a todos–. Fin del comunicado. A trabajar.

Ése fue nuestro primer cruce de palabras. Literalmente empezamos con el pie izquierdo y de allí en adelante para evitar una discusión siempre me iba, me tenía que alejar de él. Porque mi temor era que me despidan por discutir con él y no quería. 

¿Dónde conseguiría un buen trabajo como este?

Pero llegó el día en el que todo cambió completamente. 

Estaba preparándome un café en una pequeña cocina que había en nuestro lugar de trabajo. Quería olvidar una discusión que tuvimos en la mañana. Una estúpida discusión sobre el efecto de la luz de la cámara. Que según él no le hacía mucha justicia a su aspecto físico y que no reflejaba bien el color de sus ojos.

Debe tener el ego muy grande porque es algo ridículo en realidad.

Me había dicho que no era muy buena en mi trabajo, que no sabía lo que hacía y cosas por el estilo. Sean siempre se interponía en nuestras discusiones y yo me aguantaba las ganas de insultarlo y decirle qué quién se creía que era. Que él no era el centro del mundo para venir a decirme tales cosas. Sólo suspire y me fui dejándolo con la palabra en la boca. 

Así solíamos empezar nuestros días y sólo llevábamos un mes.  

Creo que debería considerar tomar clases de yoga. ¡Me urgen!. 

Cuando terminé de hacer mi café me di media vuelta para disponerme a beberlo, ¿y qué creen? Si. Él estaba ahí bajo el umbral de la puerta mirándome detenidamente.  

– Prepárame un café.  –dijo prepotente con su notoria voz grave. 

Odiaba como se dirigía hacia mí. ¿Quién era yo? ¿Acaso era su empleada? No. Solo trabajábamos juntos, éramos compañeros de trabajo, nada más que eso.  

– No soy tu empleada, prepáratelo vos si quieres uno –dije siendo cortante–. Al menos si hubieras usado el ‘por favor’, tal vez lo hacía –dije sarcástica y me miró molesto.  

– Mejor lo hago yo. Será mucho más rico –dijo molesto y burlándose de mí. 

– Como quieras. 

Me senté en la silla y apoyé el café sobre la mesa. Se acercó a prepararse su café y segundos después una voz que detestaba hace tiempo me habló. 

– Hola amor. 

Levanté mi mirada y la dirigí hacia la puerta. Clark, mi ex estaba parado frente a mí.  

¿Cómo chingados supo dónde trabajaba? 




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