Polos opuestos | historia corta

Capítulo 8

Concluí mi trabajo con Clark y Anabel. La boda fue hermosa y las fotos quedaron increíble. El pasado que hubo entre nosotros quedó borrado. Mi trato con ellos fue muy profesional. Entregué las fotos, quedaron más que complacidos y recibí el resto de mi pago.  

Las semanas iban pasando y él día tan esperado por mi y Brad se acercaba. Fui por mi vestido acompañada de mamá, Grace y Rose. 

– Sal ya, Mili –exigió Grace.

– Un segundo.

Me miré al espejo una vez más. Después de haberme probado unos tres vestidos anteriormente podía sentir que éste era el indicado. Las mujeres quedarán fascinadas como yo.

– ¿Que opinan? –pregunté apenas salí.

Las reacciones de las tres mujeres frente a mi confirmaba mis sospechas.

– Es perfecto –comentó mamá.

– Lo es ¿verdad?

– Hace relucir tus atributos amiga –comentó Grace divertida haciéndome reír.

– Estás divina –añadió Rose. 

– Entonces diré que es el indicado –dije con una sonrisa que no pude borrar de mi rostro.

Las cuatro quedamos enamoradas del vestido de novia, tenía escote corazón y cola de sirena, lo amaba y mi peinado sería recogido. Grace se ofreció en hacerme el peinado y el maquillaje, no me opuse a su pedido. Ya que tanto ella como Rose serían mis damas de honor.

Al salir de allí nos dirigimos a otra tienda a buscar los vestidos que usarían Rose y Grace. Serían en color borravino de una sola manga, largo hasta el suelo y con una abertura lateral a la altura del muslo. Demasiado sexy para mis damas de honor. Ambas quedaron fascinadas con sus vestidos.

Por otro lado Brad andaba a mil por hora intentando ponerse de acuerdo con la banda sobre las fechas próximas de los recitales. No quería que ni un recital estuviera próximo a nuestra fecha. Ya que quería ese tiempo para nosotros e irnos a algún lugar de luna de miel. Yo estaba de acuerdo con él.

– Ya sólo quedan pocos días y serás mi esposa –dijo Brad abrazándome. Estábamos recostado en la cama.

– Aún no puedo creerlo –suspiré emocionada–. Milena Anderson de Malkovich suena genial de hecho –manifesté feliz.

– De Malkovich, mi esposa –susurró cerca de mi oído y depositó un beso en mi cuello–, sólo mía. 

En un movimiento quedó sobre mi cuerpo y tomó posesión de mis labios, basándome con frenesí. 

– Sólo tuya –afirme volviendo a besarlo.

Llevó sus manos al borde de mi camisón de encaje y lentamente se deshizo de esa prenda dejándome únicamente con mi tanga. Él se encontraba sólo con los pantalones de franela y su torso desnudo. 

Acarició mis piernas y yo acaricie su espalda. Descendió sus besos por mi cuello, abdomen y se frenó en mi vientre. Con agilidad me quitó la última prenda y con su boca se adueñó de mi intimidad llevándome a recorrer el cielo. 

Cuando ya no resistí más se puso de pie quitándose todo y quedando totalmente desnudo frente a mí. Volvió hacia mi devorandome a besos y adentrándose en mí y aquella sensación me llenó por completo. Sus embestidas eran fuertes y precisas y no pude evitar gemir y arañar su espalda.

– Eres mi vida –susurró en mi oído–. Lo eres todo para mí. 

Siguió embistiendo y empecé a sentir los espasmos previos a la llegada del orgasmo y me deshize entre sus brazos y el cayó segundos después acompañándome.

– Eres mi amor –dije en voz baja cuando logré recuperar el aliento. Me sonrió y me besó una vez más. 

 

12 de junio. Casa de mis padres. Nuestro día. 

Estaba frente al espejo haciéndome los últimos retoques. Bueno digamos que Grace me hacía los últimos retoques. Iba de un lado a otro sin parar, yo sólo la miraba. Rose y mamá sentadas en la cama observaban la situación con gracia. Grace volvió a mi y me colocó el velo, me miró y sonrió satisfecha.  

– Estás más que hermosa.  

– ¿Qué dicen ustedes? –miré a las otras dos mujeres buscando más opiniones.  

– Espléndida. –ésa fue mamá emocionada. 

– Maravillosa. –y esa fue Rose contenta. 

Yo me limité a sonreírles y me negué a llorar porque Grace se enojaría si arruinaba el maquillaje. Nos unimos en un eterno abrazo grupal. Alguien golpeó la puerta y un Greg muy apuesto nos avisó que ya era hora.

– ¿Estás lista, Mile? –preguntó con una sonrisa.

– Lo estoy.

– Sólo diré que el señorito está muy impaciente –me reí– sin mencionar que los nervios se lo están comiendo vivo.

– ¿Está muy nervioso? –cuestioné ansiosa.

– Así es –fruncio ligeramente el ceño–. Aún que la cara de adolescente enamorado no se le quita. Qué hacerle, no tiene remedio –comencé a reír por sus ocurrencias–. No te demores o le dará un infarto.

Apenas Greg se retiró de alli me volví sobre mis pies y le sonreí a mis tres chicas y mamá me extendió el ramo.

Rose y Grace se adelantaron para dar aviso y mamá me ayudo a bajar las escaleras sosteniendo la cola del vestido hasta llegar a la sala.

Papá me esperaba con un elegante smoking y una sonrisa enorme, besé sus mejillas y tomé su brazo, y luego de ahogar mis nervios nos encaminamos hacia el jardín dónde todos nos esperaban. 

Me aferré al brazo de mi padre cuando pise el césped y los vi a todos de espalda; la música sonó y se voltearon a verme. 

– No dejes que me caiga, papá –susurré.

– Nunca –me aseguró.

Me sonrió y sentí la fuerza de su brazo y caminamos hacía un Brad de espaldas. Cuando llegué a mitad del camino se dio la vuelta y se veía más atractivo que nunca con ese traje negro. Su sonrisa irradiaba felicidad y yo me contagie de ella.

Papá me llevó hasta él y le entregó mi mano. Luego de dedicarnos una mirada de amor y sin soltarnos las manos el cura dio inicio a la ceremonia.

– Queridos hermanos estamos aquí reunidos ante los ojos de Dios para unir a este hombre y a esta mujer en santo matrimonio... –dijo el cura y yo no podía dejar de mirarlo, sus ojos verdes brillaba cómo nunca, el verde del que me enamore.

Las imágenes del primer encuentro entre nosotros se hizo presente en mi mente: Nuestra primera discusión por llevarme la contraria. Su confesión que me desestabilizó por completo. Nuestro primer beso, nuestra primera entrega, nuestro primer te amo. Todo eso se me cruzó cómo una película que se reprogramaba únicamente en mi mente. Pero al mirar a Brad podía darme cuenta que el estaba reproduciendo la misma película que yo.




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