El autobús de regreso de la excursión se sentía diferente. La melancolía del bosque había sido reemplazada por el ajetreo de la ciudad. Asher y Lloyd estaban sentados juntos, mirando las luces de la urbe que se encendían. El contraste era un recordatorio de cuán diferentes eran sus vidas.
—Se siente como si el campamento hubiera sido en otra vida —dijo Asher, un tono de voz inusualmente serio.
Lo predecible siempre te atrapará —dijo Lloyd, con una pequeña sonrisa. Pero no sonaba tan seguro como antes.
Asher sonrió.
—Quizás lo impredecible sea lo que haga la vida interesante.
El autobús se detuvo. Los estudiantes se dispersaron, listos para volver a su rutina. Asher se preparó para ir a su casa, pero una voz lo detuvo.
—¿Te gustaría... pasar? —preguntó Lloyd, con un toque de nerviosismo en la voz—. Mi padre y mi hermana están en casa.
Asher no dudó. La curiosidad superó cualquier incomodidad.
—Claro.
El apartamento de Lloyd era un reflejo de él: libros por todas partes, estanterías ordenadas y una tranquilidad casi palpable.
El padre de Lloyd, un hombre de semblante amable, los recibió con una sonrisa.
—¡Lloyd! Me alegra que estés en casa. Debes ser Asher. Lloyd nos ha contado mucho sobre el campamento.
Lloyd se sonrojó, y antes de que pudiera responder, una pequeña figura se materializó de la nada. Isabel, la hermana de diez años de Lloyd, una niña de ojos grandes y cabello revuelto, corrió hacia él.
—¡Lloyd! ¡Regresaste! ¡Tienes que contarme todo! ¿Viste un oso? ¿Hiciste una fogata?
Lloyd se rió y la abrazó.
—Isabel, tranquila. No vi un oso. Y él es Asher.
Isabel se detuvo y miró a Asher de pies a cabeza, con una expresión de curiosidad infinita.
—¡Hola! Eres el amigo de mi hermano. ¿Te gusta el baloncesto? ¡Mi hermano es muy bueno con los números!
Asher se rió, sorprendido por su energía.
—Sí, me gusta el baloncesto. Y tu hermano es muy bueno con muchas cosas.
Durante la cena, Isabel no paró de hacer preguntas. Hizo preguntas a Asher sobre su vida, sobre la popularidad, y sobre el baloncesto. Asher, sorprendentemente, respondió a todas con una sonrisa genuina.
No se sentía presionado para ser el "chico popular", se sentía cómodo.
Después de la cena, mientras el padre de Lloyd e Isabel se reunían para ver una película, Lloyd llevó a Asher a su habitación.
—Ella... es mucha energía —dijo Lloyd, un poco avergonzado.
—Es genial. Parece que el orden no es la única cosa en tu vida —dijo Asher.
Lloyd sonrió.
—Mi padre es profesor de física. Siempre me enseñó a encontrar la lógica en el mundo. Pero Isabel me recuerda que no todo tiene que ser un problema a resolver. Y... Mi madre murió hace dos años por cáncer. — dice en voz baja algo triste. Pero luego sonríe con un suspiro. —A veces, solo tienes que ser un poco caótico.
—Valla lo siento — dice Asher poniendo una mano en el hombro de Lloyd en forma de apoyo.
—Tranquilo, fue hace mucho.
Asher lo entendió. La personalidad de Lloyd, tan reservada y metódica, era un equilibrio entre la lógica de su padre y la espontaneidad de su hermana.
—Y tú, ¿no tienes hermanos? —preguntó Lloyd Cambiando de tema.
—Soy hijo único. Mi casa siempre es silenciosa —dijo Asher, con un toque de melancolía—. Supongo que por eso me gusta tanto el ruido de la cancha. O el ruido... de tu hermana.
Se miraron y en ese momento, la conexión se hizo más profunda. Asher no solo había entrado en el mundo de Lloyd, sino que había entendido el origen de su personalidad.
Había conocido a las personas que le dieron a Lloyd su cerebro lógico y su corazón. Y en esa habitación, lejos de las luces de la ciudad, Asher se dio cuenta de que no quería que esa conexión terminara.
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Editado: 09.09.2025