El plan de Lloyd era perfecto en su cabeza, pero en la práctica, era un caos. Su corazón latía con fuerza mientras caminaba por el pasillo de su casa, con el teléfono en la mano. Necesitaba el número de Asher. La única persona que tenía el número era Ben, y Ben lo obtuvo de un amigo del equipo de baloncesto, lo que lo hacía sentir como un espía.
Diálogo interno de Lloyd:
—Esto es ridículo. ¿Por qué estoy tan nervioso? Es solo una persona. Una persona que me hace sentir como si mis ecuaciones no tuvieran sentido. Una persona que me hace sentir como si mi mundo estuviera de cabeza. Una persona que me gusta. Mierda.
Con las manos temblorosas, marcó el número. El tono de espera parecía durar una eternidad. Cuando Asher respondió, su voz sonó suave y cansada.
—¿Hola?
—Asher. Soy yo. Lloyd.
Hubo un silencio del otro lado de la línea. El corazón de Lloyd se detuvo.
—¿Lloyd? —preguntó Asher, su voz más alerta ahora.
—Sí. Lo siento. Sé que es tarde, pero... no podía esperar —dijo Lloyd, con la voz temblando—. Quería disculparme. Por lo que pasó en la pastelería. Fui un tonto. Fui un cobarde.
Asher suspiró aliviado.
—Me alegra que hayas llamado. Pensé que te habías arrepentido. Pensé que había hecho algo mal.
—No. No hiciste nada mal —dijo Lloyd, y las palabras fluyeron más fácilmente ahora—. Fui yo. Estaba... abrumado. Cuando dijiste que te gustaba, mi cerebro se apagó. No tengo una fórmula para eso. Y me asusté.
—¿Y ahora? —preguntó Asher, su voz llena de esperanza.
—Ahora... ahora no tengo miedo —dijo Lloyd, y lo dijo en serio—. Me asustó lo que sentí. Me asustó lo real que fue. Y lo mucho que me importas.
Las palabras flotaron en la oscuridad de la noche, una confesión silenciosa.
—Lloyd, la verdad es que tú también me importas. Más de lo que me gustaría admitir —dijo Asher.
Un silencio cómodo se apoderó de ellos. El sonido de la voz de Asher era un bálsamo para el corazón de Lloyd.
—¿Y ahora qué? —preguntó Lloyd.
—Ahora... nos vemos mañana. Nos vemos en el parque. Y podemos hablar de esto, en persona. Sin prisa.
Lloyd sonrió. La lógica había fallado, pero la conexión entre ellos era más fuerte que cualquier ecuación. El teléfono se sintió como una línea de vida, una que los unió en la oscuridad y les dio la esperanza de un nuevo amanecer.
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Editado: 09.09.2025