Los días siguientes transcurrieron en una especie de burbuja. La academia, que solía ser un lugar de ecuaciones y fórmulas para Lloyd, se había convertido en el escenario de una rutina reconfortante.
Él y Asher se encontraban entre clases, compartían el almuerzo y se separaban con una mirada que era un código secreto entre los dos. Se sentían más cerca que nunca, y el recuerdo de la cena con los padres de Asher era ahora un triunfo que habían logrado juntos.
Sin embargo, en el tercer día, una nueva variable se insertó en su ecuación de felicidad. Gabriela, la nueva alumna, parecía estar en todas partes. En el pasillo, en la cafetería, e incluso en la biblioteca, su presencia era una constante. Y cada vez que la veían, ella tenía una sonrisa dirigida a Asher.
Durante el almuerzo, Lloyd y Asher estaban sentados en su mesa habitual, riendo sobre algo sin importancia, cuando Gabriela se acercó con una bandeja.
—¿Les importaría si me uno a ustedes? No conozco a nadie todavía—dijo, aunque su mirada estaba fija en Asher.
Asher, siempre educado, asintió. —Claro, Gabriela. Siéntate
Gabriela se sentó frente a Asher, casi ignorando a Lloyd. —Oye, Asher, me enteré de que te gusta el rock. A mí también me encanta. ¿Has escuchado la nueva banda?
La conversación siguió, con Gabriela y Asher hablando de música. Asher participaba, pero sus respuestas eran cortas, y sus ojos se desviaban constantemente hacia Lloyd, que se sentía invisible. La ansiedad se arrastraba por la espalda de Lloyd como un escalofrío. Su mente, que tan bien resolvía problemas matemáticos, estaba analizando cada palabra y cada gesto.
La forma en que ella se inclinaba al hablar, la risa que parecía demasiado alta. Eran pequeños datos que formaban una conclusión que a Lloyd le asustaba: ella estaba intentando robarle a Asher.
Más tarde, en el patio, Asher se sentó con él en un banco. Vio el ceño fruncido en el rostro de Lloyd.
—¿Qué pasa, genio?—preguntó Asher, tomando su mano. —Pareces preocupado.
Lloyd intentó sonreír, pero no le salió. —Solo estoy… pensando. Una ecuación de física que no puedo resolver
Asher le besó la mejilla. —Déjala para después. Mejor piensa en mí.
Pero no podía dejar de pensar. La sombra de la duda se había instalado en su cabeza. ¿Era Asher realmente tan inmune a la confianza de Gabriela? ¿Asher, el chico popular con un círculo de amigos extrovertidos, realmente estaba feliz con él, con Lloyd, el nerd de la última fila?.
Al final del día, la confrontación llegó. Lloyd estaba en los casilleros cuando Gabriela se acercó a él, sola. No había ni una pizca de la simpatía que había mostrado antes. Su rostro era serio.
—Sé que estás saliendo con Asher—dijo sin rodeos. —Y no lo entiendo. No tienes nada que ver con él. Él es el sol. Tú eres… bueno, la sombra.
Lloyd sintió que el aire se le iba de los pulmones. Sus peores miedos, las inseguridades que Asher había disipado con solo una mirada, regresaron con una fuerza abrumadora.
—Él es mi novio—dijo Lloyd con voz débil.
Gabriela soltó una risa seca.
—Solo es una fase. Los chicos populares siempre experimentan. Pero al final, vuelven a donde pertenecen. Y, créeme, tú no perteneces a su mundo.
Se alejó con una sonrisa de suficiencia, dejando a Lloyd paralizado. La voz de Gabriela era como un algoritmo malicioso, implantado en su mente. La lógica que siempre había sido su refugio se desvanecía, y la única certeza que le quedaba era que la ecuación de su relación ahora tenía una nueva y peligrosa variable.
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Editado: 09.09.2025