El silencio que siguió a las palabras de Asher fue más ruidoso que cualquier aplauso. Los estudiantes, que segundos antes se habían burlado de Lloyd, ahora miraban a Gabriela con desprecio.
Su intento de humillación se había vuelto contra ella de la manera más espectacular posible. En cuestión de segundos, la gente se alejó de ella, murmurando y volviendo a sus propios asuntos.
Justo en ese momento, la subdirectora, alertada por el revuelo, se acercó a la escena.
—Gabriela, a mi oficina. Ahora. Y por favor, traiga su teléfono.
Gabriela se fue sin decir una palabra, sus ojos llenos de una mezcla de rabia y lágrimas. Su reinado de intrigas en la escuela había durado poco.
Asher tomó la mano de Lloyd y lo condujo lejos del lugar. No se detuvieron hasta que estuvieron en el jardín de la escuela, un lugar tranquilo, lejos del bullicio. El aire fresco ayudó a que los hombros de Lloyd se relajaran.
—¿Estás bien?—preguntó Asher, su voz llena de preocupación.
Lloyd asintió. —Sí. Fue… inesperado. Todo.
—Lo sé. Pero lo manejaste como un campeón. Cuando vi esa foto… pensé que la odiaría por siempre. Pero luego te vi. Tan tranquilo, tan fuerte. Me hiciste sentir tan orgulloso.
Lloyd sintió un calor en el pecho que era la única respuesta a las palabras de Asher. —No sé qué habría hecho si no hubieras estado ahí.
—Yo tampoco lo sé. Pero por suerte, lo estamos. Juntos— dijo Asher. —Lloyd, tú no eres un problema que necesite mi ayuda para ser resuelto. Eres mi compañero. No me hace falta protegerte. Me hace feliz estar a tu lado.
Lloyd entendió la lección que había aprendido en ese momento. Había necesitado el coraje para enfrentarse a Gabriela por sí mismo, pero también necesitaba la seguridad de que Asher estaría allí para apoyarlo. Era una combinación que los hacía inquebrantables.
—¿Sabes? Mi teoría es que un sistema matemático es más fuerte cuando las variables se apoyan mutuamente— dijo Lloyd, su voz volviendo a su tono lógico habitual, pero con una nueva dulzura. —Tú me has dado la fortaleza que necesitaba. Gracias, Asher.
Asher se inclinó y lo besó. Esta vez, el beso no fue para defenderse ni para declarar su relación, sino para reconfirmar el lazo que habían creado. Fue un beso lleno de alivio, de amor y de la paz que solo se puede encontrar después de una tormenta.
Más tarde, en la salida de la escuela, se enteraron de que Gabriela había sido expulsada. La subdirectora no había dudado en tomar la decisión, citando un comportamiento dañino e irresponsable.
Su intento de causar una guerra social había terminado con su propia expulsión. Y para Lloyd y Asher, el final de esa batalla marcó el comienzo de una paz que no tenía precio. El teorema de la felicidad, por fin, estaba completo.
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Editado: 09.09.2025