Los días que siguieron a la expulsión de Gabriela fueron de una calma inesperada. Las habladurías en los pasillos se desvanecieron tan rápido como habían aparecido, reemplazadas por el respeto y, en algunos casos, la admiración. La academia había presenciado el fracaso de una estrategia basada en la mezquindad y, en su lugar, había visto el triunfo de la autenticidad.
La vida de Lloyd se asentó en una nueva y reconfortante rutina. Sus días estaban llenos de clases, pero las tardes, en su mayoría, las pasaba con Asher. Estudiaban en la biblioteca, veían películas o simplemente hablaban durante horas, perdiéndose en el flujo constante de sus ideas, que ahora se mezclaban con la misma facilidad que las ecuaciones y las melodías. Ya no había más variables que temer. Su relación era un hecho comprobado.
Y así, el último semestre pasó volando.
El día de la graduación llegó con un sol brillante y un cielo azul que parecía celebrar con ellos. Lloyd, con su toga negra y birrete, se sentía diferente. Ya no era el chico de la última fila. Se sentía seguro de sí mismo, su futuro no era un misterio, sino una posibilidad que construían juntos.
En la multitud, vio a su padres y a su hermana, sonriéndole con orgullo. Y junto a ellos, estaban los padres de Asher. La madre de Asher, Eleanor, lo saludó con un gesto cálido, y su padre, Robert, le dio un asentimiento de cabeza, una señal de respeto que significaba más que mil palabras.
Cuando Asher subió al escenario para recibir su diploma, lo buscó en la multitud y le guiñó el ojo. Y cuando Lloyd fue llamado, la mirada de Asher era de puro orgullo, un faro que lo hizo caminar con una confianza que no había tenido nunca. Al bajar, Asher lo abrazó con fuerza.
—Lo logramos, genio. Lo logramos— susurró Asher.
Después de la ceremonia, las familias de ambos se unieron. El padre de Asher se acercó a Lloyd, con un brillo en los ojos que no había tenido en su primera cena.
—Lloyd, quiero disculparme—fijo el señor Robert. —Fui muy duro contigo la primera vez que nos vimos. No entendía lo que mi hijo había encontrado. Pero verlo tan feliz, tan seguro… ahora lo entiendo. Es un honor para nosotros que seas parte de la vida de nuestro hijo.
La madre de Asher le dio un abrazo que fue una bienvenida a la familia. —Y no hay nada que nos dé más felicidad que ver que eres tú quien lo acompaña en sus sueños.
El corazón de Lloyd se llenó de un tipo de calor diferente. Había ganado no solo el amor de Asher, sino también la aceptación de su familia.
Esa noche, sentados en un parque, con sus diplomas a un lado, hablaron de sus planes. Ambos habían sido aceptados en la misma universidad en la ciudad. Lloyd en el departamento de física y Asher en el de negocios, pero con la idea de tomar clases de arte.
—Estoy listo para nuestra siguiente ecuación_ dijo Lloyd, tomando la mano de Asher.
—Yo también—respondió Asher, entrelazando sus dedos con los de él. —Creo que es la más importante de todas. Y el único cálculo que necesitamos es este. Juntos.
Y mientras se sentaban, bajo la luz de las estrellas, supieron que el final de la preparatoria no era un final, sino el primer capítulo de una historia que recién comenzaba.
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Editado: 09.09.2025