Esta es una película mágica, tan significativa de tantas formas.
Trata sobre vivir, atrevernos a recorrer la vida aunque de miedo salir de lo rutinario. Simplemente vivir, sentirte vivo.
Walter apela al escape mental. Disocia para refugiarse de su vida rutinaria, de cada vez que se siente incómodo o insatisfecho, tal vez simplemente frustrado o triste. Opta por encerrarse en si mismo, en un placebo momentaneo para su constante deseo de vivir otra vida, una más interesante.
Quizá uno de sus mayores miedos es seguir postergando sus deseos reprimidos por el resto de su vida, pero un problema en su trabajo lo empuja a una maravillosa aventura caótica y más alocada que cualquiera de sus fantasías.
Pero la verdadera aventura no es viajar a Noruega, o pelear con un tiburón después de saltar de un helicóptero o escapar de un volcán en erupción. No, la aventura era atreverse, simplemente atreverse. Ya sea a subir al Himalaya o invitar a la persona que le gusta a una cita. Solo atreverse a vivir las experiencias que querés vivir, a decir lo que querés decir y simplemente estar presente en el momento, que la vida no se te escurra entre los dedos.