Por accidente

Prólogo

Allí estaba él, presente, mirando la lápida de su difunto hijo con unos ojos inyectados en sangre. Su mano izquierda se movía debido a un tic nervioso, o al menos eso creía, ya que apenas sabía nada de él. Ese día había tenido el descaro de presentarse al funeral de su hijo cuando hacía años que no se había presentado en casa, ni siquiera para nuestro cumpleaños. Terminando el funeral llegó creando un incómodo silencio y unas miradas de confusión entre todos los presentes para seguidamente ponerse a mi lado como si tuviera todo el derecho a hacer eso. Ni siquiera me había mirado, a mí, a su hija. No me había abrazado, claro, que nunca lo había hecho. Desde el mismo momento en el que se había atrevido a pisar aquel lugar estaba conteniendo mis ganas de gritarle con odio y con todo el dolor que tenía encerrado en mi pecho que no merecía estar allí. Mi llanto había cesado, pues toda mi atención estaba puesta en aquel hombre al que en un día llamé papá. Nick llevaba todo el rato a mi lado, prestándome su hombro como siempre hacía. Él, mi mejor amigo, era lo único que me quedaba ahora que mi hermano había muerto. Ni siquiera mi madre me había demostrado tanto como él, la cual no había intercambiado palabra alguna conmigo desde que nos dieron la trágica noticia.

Un accidente. Un accidente de tráfico había sido la causa de que mi hermano muriera a sus dieciocho años de edad, con toda una vida por delante. Lo que más me dolía es que él ni siquiera conducía borracho, no fue culpa de él, sino del otro coche con el que impactó. Mi hermano murió por culpa de un hombre al que no le importó coger el coche en aquellas condiciones, y sin embargo, por muy feo que parezca este comentario de indignación, aquel hombre no murió. Fue mi hermano Cameron el que pagó aquel castigo una fría noche de febrero cuando venía a casa para darme una sorpresa tras la llamada que le hice diciéndole que no podía más. Así que sí, en cierto modo también fue mi culpa que mi hermano acabara tan joven bajo tierra, con un funeral espantoso y con un hombre borracho que no se merecía asistir a tal enterramiento.

Mis lágrimas volvieron a florecer cuando volví a chocar de bruces con la cruda realidad. Una en la que mi hermano no estaba. Nick hizo que levantara la cabeza de su hombro y cuando lo miré tan solo se atrevió a limpiarme las lágrimas antes de envolverme en un fuerte y cálido abrazo, rompiéndose él también en mil trozos. Nick no solo era mi mejor amigo, también era el mejor amigo de mi hermano Cameron. Mi amistad con él nació a raíz de la de mi hermano. Cameron y yo éramos inseparables, tan inseparables que a veces no nos daba tiempo a conocer a otros niños, así que casi no teníamos amigos cuando llegamos a aquella ciudad. Cameron se escapó un día de casa con su bicicleta y se fue sin decir nada durante horas. Al parecer acabó unas calles más abajo, en un parque donde conoció a Nick. Cuando su enfado se le pasó vino corriendo a casa y tras la gigantesca bronca de mamá, solo tuvo tiempo para estar conmigo y contármelo todo. Estaba realmente emocionado de haber hecho un amigo en la ciudad. Debido a que pasábamos todo el tiempo juntos y a que nunca me dejaba sola en casa, decidió llevarme al parque para buscar a su nuevo amigo Nick. Ese día al parecer no estaba, así que apenados nos volvimos a casa. Fue mucha la suerte y la alegría que nos dio ver a un chico castaño enfrente de nuestra casa con una enorme sonrisa. Ese fue el día que conocí a Nick, el que sin ni siquiera pensarlo se convirtió en mi mejor amigo, e incluso me atrevería a decir que en mi único amigo. A partir de ese día nos volvimos los tres inseparables. Quién nos iba a decir que aquellos tres niños cambiarían en un abrir y cerrar de ojos, porque eso fue para mi hermano, a diferencia de que él jamás volvería a abrirlos. Jamás volvería.

Cuando nos separamos de aquel abrazo volví a dirigir mi vista a aquel hombre que miraba la reciente lápida de su hijo, y en cuanto me percaté de como sacaba un frasco de licor de su bolsillo derecho mi paciencia se acabó. Quizá fue una pizca de valentía la que me hizo levantarme de aquel banco de piedra para caminar hacia mi progenitor a paso decidido, pues nunca había tenido el valor de decirle todo lo que sentía. Nick me suplicó que no hiciera ninguna tontería como anteriormente ya me había pedido tras ver mi mirada, pero ya no podía retenerme. Cuando estuve a tan solo unos pasos de aquel hombre decidí hablar.

—¿Qué haces aquí? —mi voz era fría y cortante.

Cuando se dio cuenta de mi presencia volvió a meter su mano derecha en el bolsillo guardando así el licor. Dio un fuerte suspiro antes de girarse hacia mí. Su rostro pareció sorprenderse al ver que no estábamos él y yo solos, ya que Nick se encontraba detrás mía. Seguidamente sus ojos azules inyectados en sangre me miraron.

—¿No puedo acaso?

—No, ni siquiera sé qué haces aquí.

—Asistir al funeral de mi difunto hijo —pronunció con dificultad mientras echaba una última mirada a la lápida.

—No te atrevas a llamarlo hijo, tú no eres nuestro padre.

Frunció el ceño ante mi comentario.

—Tengo todo el derecho a venir -parecía indignado.

—¡No! ¡Tú no te has ganado ese maldito derecho! —grité llena de dolor.

Escuché a Nick maldecir por lo bajo.

—¡Estoy en mi derecho de despedirme de mi hijo!

—¡Ya lo hiciste! —grité dando un paso hacia él— ¡Te despediste el mismo día en el que nos abandonaste con una rastrera nota! ¡Te despediste al dejarnos con mamá sin saber nada de ti, sin volver a vernos!

Terminé a solo unos centímetros de él con la cara roja de la ira y mojada por las nuevas lágrimas que se deslizaban por mi piel. Sentía rabia e indignación.

—¿Y sabes qué? Yo también me despedí de ti ese mismo día, así que tú para mí estás muerto. Rompiste a nuestra familia sin darnos ni siquiera un motivo de tu marcha Richard, ¿y encima hoy te atreves a venir al funeral de tu hijo borracho? —solté una carcajada triste— Me apiado de tus hijos, si es que has vuelto a construir una familia.



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En el texto hay: mejoresamigos, romance, secretos

Editado: 28.07.2020

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