—¡NO LO HARÉ! ¡ESTO ES IMPENSABLE! —grité mientras lo veía a través de las lágrimas.
—Keisha por favor —susurró, negué. No, no haré.
—No puedo Mohamed, es como pedirte a ti que renuncies a tu religión y que te cambies a otra, es algo que jamás harás —me giré dándole la espalda.
—Lo mío es diferente, y lo sabes —¿qué diferencia hay?
—No es ninguna diferencia entre que yo lo haga solo por complacer a tu familia, han pasado más de 20 años y ellos siguen insistiendo con eso ¿cuándo se van a cansar? Mi respuesta siempre será no.
Estaba dispuesta a irme de esa habitación.
—Ahora éstas demasiado estresada, mejor me voy y hablaremos de eso luego.
Se dirigió a la puerta y salió.
De nada sirve mi estado de humor, jamás aceptaré abrazar el islam.
No es porque no quiera o eso, es porque sé que si lo hago estaría yendo en contra de mis principios.
Desde pequeña me enseñaron de la existencia de uno solo Dios, pero cuando fui creciendo a la vez que fortalecía mi fe también fui consciente de la existencia de otras religiones y comencé a respetar las creencias de otros.
Mi casé hace 20 años con un hombre de religión musulmana que ya estaba casado anteriormente, pero ello fue por obligación, de la unión de ellos nació una hermosa niña a la quiero como si fuera mi hija. Geisha forma parte de mí.
Mohamed es un jeque árabe, rodeado de lujos por todas partes, pero no fue lo que me hizo enamorarme de él sino su bondadoso corazón.
Ayuda a todo aquél que lo necesita y no duda en dar su mano a cualquier persona.
Él y yo tenemos cinco hijos biológicos y cuatro adoptados, todos ellos por mujeres que no puediron criarlos ya que fallecieron en el parto.
Cada uno llego un año mas tarde que el anterior.
El orden de mis hijos biológicos son:
Marylian de 18 años.
Said de 16 años.
Olympea de 14 años.
Yezda de 12 años.
Nadhïr de 10 años.
Los pequeños Abdel, Adib, Adil y Ahmad son mis cuatro pequeños príncipes. Abdel es el mayor tiene 4 años.
Ahora estaban descansando.
Al casarme con un hombre de religión musulmana mis hijos debían criarse bajo la religión de su padre, era algo que yo debía aceptar si quería casarme con él.
Estaba tan confundida al principio, solo pensé que seria un amor pasajero por mi trabajo aquí en Dubai como gerente en una empresa de alimentos.
Fui transferida desde Alemania cuando tenía 20 años.
Pero estuve de baja ya que no podía ejercer mi trabajo por no contar con la edad requerida.
Mohamed es cinco años mayor que yo.
Se puede decir que nosotros tratamos de mantener solamente una amistad, puesto que lo conocí gracias a Geisha.
Estaba en un evento que puso a Dubái en los ojos del mundo.
La expo2020.
Estaba paseando tranquilamente hasta que un pequeño cuerpo chocó contra mi haciendo que derrame todo mi café encima.
En vez de enfadarme solo decidí darle una sonrisa tranquilizadora puesto que sus ojitos solo delataban el miedo y temor.
—Hola pequeña, tranquila no pasó nada —comenté en tono dulce, ya que sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Lo...siento señorita —susurró.
Me puse de cuclillas, cuando estuve a su altura con mis pulgares sequé todo rastro de lágrimas.
—Solo fue un café, nada del otro mundo, dime ¿cuál es tu nombre?
—Me llamo Geisha.
—Bueno Geisha, Yo me llamo Keisha. Porque mejor no vas con tus padres en lo que yo me voy a limpiar esto —ella asintió y la vi salir corriendo hasta unas personas.
Un hombre que estaba mirando atentamente todo lo que pasó entre ella y yo y una mujer —supongo yo que era su madre— la cual estaba toda tapada, solo se le podía ver sus ojos.
Tenía guantes negros en la mano.
Bueno, era elección de ella si se quería tapar.
En el momento en el que miré sus ojos sentí algo raro dentro de mí.
Él hombre empezó a caminar hacía donde yo estaba, pero a medio camino un hombre ya mayor se le interpuso en su camino y se fueron hacia otro lugar, yo por mi parte me encamine hacía los servicios higiénicos.
Durante los siguientes días no podía sacarme a ese hombre de la cabeza.
Me era imposible.
Hasta que una vez, me desperté por la noche gracias al ruido de mi telefono.
—¿Buenas noches? —hablé medio atontada.
Si sé que sueno estúpida, pero por favor a quién se le ocurre llamar a media noche.
—¡HOLA KEISHA! —ese gritito infantil me hizo alejar el teléfono de mi oreja.
Tarde unos segundos en reaccionar.
—¿Geisha? —pregunté confusa.
—¡Si me recuerdas!
—Claro, como no recordar a la niñita que derramó café en mi blusa blanca —comenté a modo juego.
Encendí la luz de mi lámpara.
—Oh! Keisha, lamento eso. Es solo que mamá quería compensar el daño, pero cuando te buscamos ya no estabas...
—Si cariño, es que ese día me regresé temprano a casa, ya no te preocupes, solo fue una blusa. Más bien que haces despierta hasta esta hora.
—Keisha son las 10 am, la pregunta aqui es que haces tú hasta ahora durmiendo —eh...?
Pero si todo el departamento esta osc...
Ah claro! Ya me acordé, presione el pequeño botón al costado de mi cama y al instante los rayos del caluros día de Dubái me dieron el buenos días.
—Oh Geisha.
Aquél día ella me llamó para decirme que me apurara en bajar, que me estaban esperando ella y su madre en el estacionamiento del edificio, me iban a invitar a desayunar, obviamente me negué al principio.
Estaba con personas totalmente desconocidas para mí. No sabía nada de ellos.
Pero por insistos de Geisha, terminé accediendo.
Los meses pasaron rápidamente y al parecer su madre me obsequio su confianza porque me pedía que la cuidara, su padre la recogía y su madre la traía.
Me había vuelto amiga de Thanny.
Y eso estaba perfecto. Me tenía tranquila...hasta que llegó ese día...