Como era de esperarse, a la directora no le gustó mi “rabieta infantil” sus palabras, no las mías. Algo que me dejó muy en claro la mañana siguiente cuando me abordó mientras limpiaba el comedor.
—Eres realmente molesta, pero nada impedirá que ese niño sea dado en adopción—aseguró mientras llevaba una mano a mi vientre y lo acariciaba. —La adopción o el aborto, solo se puede una de las dos ¿Cuál prefieres?
Me increpó cuando notó mi disgusto.
—Pero a mí en ningún momento se me informo que mi hijo sería dado en adopción, yo lo puedo cuidar.
Rodo los ojos.
—¿Cuántos años tienes? Dieciséis —respondió ella misma antes que pudiera decir algo. —De verdad crees que una niña de tu edad podrá hacerse cargo de lo que conlleva un bebe? ¿Comprarle medicinas, ropa y todo lo que necesita? No señorita, eso sería mucho trabajo para ti. —acaricio mi cabello levemente—Tu debes de enfocarte en estudiar y salir adelante, tienes toda una vida por delante donde te casaras y tendrás una linda casa con un bello jardín o te dedicaras a trabajar solamente si así lo deseas, pero este no es tu momento.
—Usted no puede decidir cual es el momento en nada para mí, usted no es mi dueña.
Me observo con molestia.
—Nuestra entidad es tu dueña hasta que cumplas la mayoría de edad y esta sede esta a mi cargo por lo cual yo soy tu tutora legal. —Sin darme cuenta fui retrocediendo hasta sentir la pared a mis espaldas, —puedo decidir qué es lo mejor para ti y si decido que lo mejor es el legrado…
—Ya pasó el tiempo del aborto legal, —mi voz sonaba temblorosa. —En ningún sitio decente practicaran ese procedimiento.
Me dedico una sonrisa que me causó escalofríos.
—Exactamente cariño, en ningún sitio legal.
Dicho eso, abandonó la habitación.
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Editado: 14.10.2020