Al final el baño no fue lo más complicado. En cuanto terminó, Buitre no pudo salir de inmediato, aún se detuvo a lavar su ropa vieja para poder meterla en el baúl sin que nadie dijera nada. Luego la tendió donde pudo para que se secara y se quedó esperando bajo la caída de agua como lo hacía en su cueva. Apenas habían pasado unos minutos cuando alguien abrió la puerta. Eso lo asustó y casi lo hizo saltar pero se controló al reconocer a Cuervo.
—Cierra eso. —Ordenó apenas entrar.
—¿Por qué? —Congestionó Buitre, reacio a obedecer a la autoridad, por lo menos a la de ése lugar—. El agua igual va a seguir cayendo. Tranquilo si entra alguien más me apartaré.
Cuervo se apretó el puente de la nariz y murmuró algunas palabras que solo él escuchó. En seguida volvió a hablar normalmente.
—Ya nos vamos a dormir. Si quiere quedarte aquí toda la noche está bien, pero la cascada hace ruido.
—¿A dormir? ¿Tan temprano? —Esa afirmación sorprendió bastante a Buitre.
—No es temprano. El sol ya está cayendo. —Declaró Cuervo impaciente. Buitre chasqueó la lengua y miró al rededor. Su ropa estaba escurriendo. Además tenía sus cosas escondidas entre la ropa nueva. No sabía que hacer. Cuervo siguió su mirada y bufó, luego tomó un paño que colgaba de una cuerda en la pared y se lo lanzó. Buitre lo agarró apenas evitando que se mojara.
—Sígueme.
Salieron del baño y atravesaron el dormitorio hasta la doble puerta. En el camino vio que la mayoría de jóvenes se preparaban para dormir, algunos ya estaban metidos en la cama. Se preguntó por qué y al salir al exterior lo supo. En el cielo el atardecer pintaba de rojo las nubes, pero ahí, en medio de la cordillera y la selva, la escasa luz provenía de lámparas de aceite. El familiar olor de hierba estrella quemada impregnaba el ambiente. Instintivamente se tapó la boca y nariz con la mano. Cuervo estaba hablando de algo pero no supo de que, solo le prestó atención cuando preguntó.
—¿Qué haces?
Buitre señaló las lámparas, Cuervo soltó una carcajada.
—Crees que nos drogan, ¿por que iban a hacerlo? Mira, somos parte de los buscadores, aquí no se permiten ese tipo de cosas, no es bueno para el negocio entiendes.
Buitre no se lo creyó del todo pero se descubrió la boca. En seguida y sin perder más tiempo el encargado del dormitorio le dijo por que habían salido. En una pared que sobresalía de la construcción, como si fuera una especie de división entre los edificios, había una rejilla de metal. De ella salía aire, como si alguien con pulmones muy fuertes soplará constantemente. Buitre quedó sorprendido, jamás había visto nada parecido.
—Viene de la cima de la cordillera. —Explicó Cuervo—. Tenemos unos colectores allá arriba, el aire baja por huecos en la roca y llega hasta aquí. Lo usamos para enfriar la instalación porque el calor es insoportable durante el día. Pero también puedes usarlo para secar tu ropa...
Buitre así lo hizo. El sol ya había caído por completo y las estrellas llenaban el cielo. Se puso los pantalones que, al parecer, eran parte del uniforme que debían usar todos ahí; pero no la camisa pues, a pesar de la hora y el aire que soplaba directo de las montañas, el calor húmedo era bastante incómodo. Además, con el brazo roto y envuelto en vendas era muy complicado.
Estaba recargado de la pared del dormitorio y llevaba un buen rato perdido en los recuerdos de su anterior vida. ¿A caso no regresaría a ella? ¿Realmente nunca volvería a pisar el suelo polvoriento de su cueva? Desde donde estaba la luz de las linternas alumbraba muy poco pero era un recordatorio constante de los vigilantes en las cámaras que le mostró esa desesperante mujer, Toh. Además, la pendiente por dónde debía subir para llegar a la cima de la montaña, era demasiado empinada para un humano normal. Nada le daba una esperanza de poder escapar de ese lugar. Entonces algo lo saco de esos pensamientos deprimentes.
—Hey, pss, pss. —Esa voz la reconoció en seguida, no había escuchado una voz similar en ninguna otra persona mas que en...
—Soy yo, Toto. —Los susurros provenían del otro lado de la pared, la que daba con el otro dormitorio. Buitre no se preguntó como había llegado ahí porque no le veía desde que salió del baño.
—Buitre. —Volvió a susurrar, ésta vez un poco más fuerte aunque no mucho—. ¿Me escuchas? Estoy fuera del otro lado de la pared... ¿Buitre?
El mencionado suspiró, sabía que no podía escapar de esa situación así que respondió resignado.
—¿No deberías estar durmiendo?
—Tengo hambre. —Respondió Toto como si estuviera sollozando, luego retomó los susurros—. Ayúdame a pasar. Asómate y dime si están viendo hacia acá.
—¿Por qué iba a hacer algo así?
—Tú eres nuevo, no te van a decir nada, además ya llevas un rato afuera. Venga asómate.
No sabía que hacer, seguramente Toto tenía razón y no le dirían nada pero se sentía estúpido por ayudar a una persona que apenas conocía a escabullir se.
—Por favor. —Agregó Toto suplicando. Eso terminó por derrumbar sus defensas, suspiró y se alejó del edificio para poder ver a los guardias. Intentó mirar casualmente pero la persona en la cámara más cercana volteó hacia él.
—Ahí está. Me está mirando. —Mascuyó dirigiendose a Toto quien chasqueó la lengua, luego, tras un momento de silencio dijo.
—Vuelve, pero acércate al muro. Hazlo lentamente, como si no quisieras hacerlo.
«No quiero hacerlo» Pensó Buitre con ganas de gritar pero apretó los dientes e hizo lo que le decía.
—Bien, espera ahí, no te muevas.
No tuvo que pedírselo dos veces. Se sentó recargado contra la pared del dormitorio sintiéndose de lo más bobo. Entonces alguien llamó su atención, caminaba hacia él como si prefiriera hacer cualquier otra cosa. Fue, como verse a si mismo unos momentos atrás, caminando hacia el edificio. Llevaba su camisa en la mano y recogida contra el cuerpo, así que estaba vestido igual que Buitre, pero eso no fue lo que lo dejó perplejo. Era su cara, su cuerpo, incluso tenía en el abdomen esa cicatriz que le causaron los mocosos de cielo cuando lo molestaban de niño.