Por culpa de un instante (completa)

46. Son los celos...

Estoy en la estación, con mamá y Stacy. Las tres comemos snacks mientras esperamos emocionadas al bus que trae a mi amigo.

No nos vemos desde hace meses y aunque lo he visto por Skype en una o dos ocasiones, no puedo esperar a tenerlo delante de mí.

Stacy se acomoda el moño que lleva en el cabello, por tercera vez. Me dirige una sonrisa tímida cuando encontramos miradas y yo cruzo los dedos para que la llegada de Malcom la haga olvidarse de Bruno de una vez por todas.

A decir verdad, nada me asegura que haya pasado algo entre ellos dos el año pasado. Y ella nunca me ha dicho que él le gustara. Sin embargo, siempre tuve la sospecha de que podría ser así. Tal vez fue por eso que me desconcertó completamente cuando me enteré de lo que sentía por Bruno.

Malcom y él no podrían ser más distintos.

Por fin, diviso a mi amigo atravesar las puertas de la terminal. No ha cambiado nada. Su cabello rizado cae rozando levemente sus lentes de marco grueso, que esconden sus pequeños ojos marrones. Y nos saluda con una enorme sonrisa.

—¡Oh, Dios! ¡No tienes idea de cuánto te había extrañado! —exclama al instante mismo en que me rodea entre sus finos brazos, levantando levemente mi cuerpo del suelo.

—¡Yo también! —le contesto, entusiasmada.

Malcom abraza también a mamá y a Stacy, y durante el camino, nos pone al corriente de los últimos acontecimientos en nuestra antigua ciudad.

Llegamos a casa y lo acompaño a instalarse en la habitación de huéspedes. Sería, más bien, un cuarto de servicio, debido al escaso tamaño que tiene y al hecho de que Eric normalmente lo usa para guardar viejos instrumentos, los cuales tuvo que llevar al depósito del bar por este fin de semana. Afortunadamente, a Malcom no le molesta para nada. Por el contrario, se muestra muy complacido de haber sido admitido a quedarse con nosotros.

Pasamos lo que resta de la tarde charlando. Y, luego de cenar con mamá y Eric, nos visitan unos amigos de Stacy, a quienes ella invitó para que conozcan a Malcom.

La noche se convierte rápidamente en un encuentro de juegos. Los chicos disputan un partido de cartas y beben refrescos. Stacy y yo nos alejamos a la cocina un momento, para preparar unos tentempiés.

—Bruno me escribió para venir. Le dije que estoy con mis amigos, pero continúa insistiendo —me comenta ella, mientras abre una bolsa de papitas.

—Es que siempre se esfuerza por ser un fastidio —me quejo.

—No es eso. Parece que la llegada de Malcom le molesta, o algo parecido. No ha parado de escribirme desde que sabe que está aquí.

Suelto una risa de burla, hasta que me doy cuenta de que algo similar me ocurre también.

—Ahora que lo dices, Lucas me ha escrito más de lo acostumbrado —pienso en voz alta.

Stacy ríe a carcajadas.

—¿Podría ser que estén celosos? —concluye.

Entonces suena el timbre y la dejo ocupándose de lo que falta, para ir a atender.

Como respondiendo a la pregunta de mi hermana, mi novio y su mejor amigo están ahí. Los miro a ambos levantando una ceja.

—Lucas, ¿qué se supone que hacen aquí?

—Hola, Pulga. Yo también estoy feliz de verte —ironiza.

Veo a Bruno mirar por encima de mi hombro, seguramente buscando a Stacy, así que cierro un poco más la puerta para impedirle la visual. Sus ojos se clavan en mí, entonces.

—¿Nos vas a dejar pasar? —pregunta, de mala gana.

—No —le contesto con suficiencia—. Mi hermana ya te dijo que no quiere verte hoy.

—Sólo voy a saludarla un momento. Además, Lucas y yo estamos de camino a una fiesta mucho más divertida que esta. De hecho, ¿sabes a quién pasaremos a buscar? —me hace una mueca de burla—. A Samantha.

En ese momento, Stacy sale de la cocina y nos ve, así que se acerca a nosotros.

—Bruno, te dije que nos veríamos mañana —lo reprocha y comienzan a discutir en voz baja. Así que aprovecho para tomar a Lucas del brazo y hacerlo entrar al pasillo.

—¿Me puedes explicar qué ocurre?

—Nada —él lleva la vista lejos de la mía—. ¿Acaso no puedo venir a verte un momento?

—No me dijiste que vendrías, y ahora me entero de que vas a salir con Samantha.

—Tú hiciste una fiesta aquí, no me invitaste y tampoco me dijiste nada —se queja.

Estoy a punto de explicarle que no es una fiesta, sino un encuentro entre amigos de Stacy. Pero la voz de Malcom nos interrumpe.

—Brendy, pensé que necesitaban ayuda con esos snacks —mi amigo se aproxima por el pasillo y veo a Lucas rodar los ojos, antes de girarse hacia él.

—Tú debes ser Malcom —le extiende la mano, aunque se nota que lo hace de mala gana—. Soy Lucas.

Él responde al gesto, pero lo veo algo cortado y observa a Lucas con alto interés.

—Así que tú eres Lucas. Al fin le puedo poner un rostro a la persona que me aconsejó aprender a… ¿Cómo habías dicho esa vez que me escribiste desde el celular de Brendy? Ah, sí. Aprender a quererme un poco más y no arrastrarme tanto.



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En el texto hay: juvenil, romance, amor odio

Editado: 24.02.2019

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