Por culpa de un instante (completa)

48. Deberías saberlo

Me aproximo a la mesa del grupo, lleno con cerveza un vaso y la bebo hasta acabar.

Bruno y Stacy están sentados a mi lado, hablan y ríen en voz baja, como perdidos en su propio mundo. Ambos parecen haberse olvidado por completo de Malcom.

Al final, soy yo quien se encuentra solo.

Ya no veo al pelirrojo por ningún lado. Pero es normal, Francis siempre encuentra con quién pasar un buen fin de semana. Al otro lado de la mesa, Vane comparte una amena charla con Tadeo y Gustavo, quienes parecen estar entendiéndose bastante.

Brenda y Malcom se aproximan por un costado y se sientan al lado de estos. Tadeo los presenta ante Gustavo, y pronto Stacy y Bruno se unen también a la conversación general. El único que se mantiene en silencio soy yo, mientras comentan trivialidades.

El estúpido con cara de ganso me lanza una mirada cada tanto, satisfecho de verme tan serio. De hecho, se lo ve tan alegre que no tarda en encabezar la conversación.

—Entonces Brendy le dijo, “Ya que no has pasado la prueba, no puedes ser novio de Stacy” —termina su extenso relato, haciendo que todos estallen en carcajadas, excepto yo.

Lleva al menos media hora contando una absurda historia de algo que ocurrió dos años atrás.

—Por culpa de ella, perdí la oportunidad de salir con un chico muy lindo —se queja Stacy entre risas.

—Muy lindo, pero muy tonto —Brenda se defiende y todos ríen de nuevo —. Lastimosamente, eso no te impidió salir con alguien peor, después —le lanza a Bruno una mirada acusadora, pero él no se da por aludido.

Continúo tomando, mientras ellos siguen hablando. Ya está empezando a fastidiarme que todos los relatos de Malcom giren en torno a Brenda… A lo bien que se lleva con Brenda… A las cosas que hacía con Brenda… A todo lo que compartieron juntos… bla, bla, bla.

Y lo tolero. Me contengo y espero que pase el tiempo para que Vane decida por fin que vayamos a nuestras casas. Porque ni Bruno ni yo trajimos vehículo y volveremos con ella.

Pero todo tiene un límite, y él mío llega cuando Malcom se pone de pie y se inclina hacia Stacy con sorpresa en el rostro.

—¿Aún lo tienes? —pregunta, apuntando a su pecho.

A ella le toma un segundo entenderlo, hasta que parece hacerlo, porque sonríe y sujeta entre sus dedos el colgante que tiene en el cuello.

—¡Sí, por supuesto! Sabes que es mi favorito —le sonríe.

Bruno la mira con desconcierto.

—¿De qué hablan?

Stacy se vuelve hacia él y pretende aclarárselo, pero el otro se adelanta, respondiendo primero.

—El año pasado, me preparé durante meses para regalar en sus cumpleaños, a Stacy y a Brenda, lo que más querían en el mundo —comenta, con ese gesto de superioridad que me tiene cansado.

Bruno muestra una mueca de lado.

—¿Lo que más querías en el mundo era ese collar? —le pregunta a mi cuñada.

—¡Sí! Es una edición limitada, diseñada por la bailarina que más admiro —le explica ella.

Mi amigo se encoje de hombros.

—¡Qué aburrido! —se burla, aunque estoy seguro de que lo hace más por celos que otra cosa—. Espero que el regalo para Brenda haya sido más divertido.

—Lo fue —contesta mi novia, con una sonrisa radiante y yo me muero de rabia al ver la cara de gozo de Malcom.

—¿Qué era? —hablo por fin y todos me miran, sorprendidos porque no he emitido palabra en la última hora.

Ella vuelve a ignorarme y eso le da a Malcom la oportunidad de hacer el ataque que, evidentemente, estaba esperando.

—¿No sabes qué es lo que más podría querer Brenda en el mundo?

Suelto un suspiro y no le despego la mirada. Se me pasan por la cabeza muchas cosas que podría responder, sin embargo, es una pregunta trampa y lo sé. Malcom espera que me equivoque y demuestre de nuevo ser el novio indecente que se ha pasado diciendo que soy.

—Ella podría querer muchas cosas —lanzo una vaga respuesta, aunque se hace muy obvio que estoy evitando la pregunta. Y eso le proporciona una dicha similar a la que él estaba esperando.

La satisfacción de sentirse superior. De hacerme de menos.

—Sí, pero de todo eso, ¿qué podría querer aún más? —no me saca de encima una atenta mirada y ya ni siquiera se preocupa por disimular sus verdaderas intenciones—. Eres su novio, deberías saberlo.

Me están entrando de nuevo esas ganas de romperle el pico contra los lentes.

Brenda se pone muy seria, al notar la evidente tensión que se está generando.

—Malcom, él no puede saberlo —intenta excusarme, pero el otro no se deja convencer.

—Claro que debería saberlo —insiste—. Se supone que habla contigo y se preocupa por las cosas que te gustan.

La mesa entera está sumida en el silencio. Bruno se sirve un poco más de cerveza. Stacy se recuesta por su hombro. Tadeo y Gustavo intercambian miradas incómodas. Vanesa se acomoda mejor en su asiento.

Y yo estoy a punto de matar a Malcom.

—Era MacBeth, de William Shakespeare —revela él, con una sonrisa triunfal—. Es su obra de teatro favorita. ¿Cómo puedes estar con ella y no saberlo? ¿Cómo puedes decir que la quieres… y no saberlo?



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En el texto hay: juvenil, romance, amor odio

Editado: 24.02.2019

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