El curso se encuentra en completo silencio. Cada alumno está enfocado en su hoja, ansioso por culminar este último examen. Sólo el sonido del exterior rompe medianamente la calma, y los pasos del profesor, quien recorre el lugar acechando a cualquiera que intente mirar al costado.
Números, Brenda. Piensa sólo en números.
Me concentro en mis ejercicios y los voy resolviendo de a poco. Al menos mientras puedo, durante los pocos segundos en los que no me invaden los recuerdos de la noche anterior. Sus manos aferrando mi piel, su dulzura envolviendo mis sentidos y sus besos cubriendo cada área de mi cuerpo. Un temblor me recorre la nuca de solo pensarlo. Procuro distraer mis pensamientos para evitar que el calor me invada en pleno salón.
Levanto un poco la mirada y lo observo. Tres asientos más adelante. Su remera se marca sutilmente sobre su espalda. Sus firmes brazos, sobresaliendo a los costados, con los codos apoyados en el pupitre. Se lleva el dorso del lápiz a la boca y lo muerde despacio, pensativo. Agacho de nuevo la cabeza.
Cálculos y ejercicios matemáticos. Es todo en lo que debo pensar ahora.
Me sacudo la cabeza, borro lo último que escribí y vuelvo a empezar, porque ya no recuerdo en qué paso me había quedado. De nuevo logro avanzar hasta casi la mitad del ejercicio, cuando la voz del profesor me da un sobresalto.
—¡Urriaga y Burgos! Si los escucho conversando de nuevo, les suspenderé el examen.
Me fijo en ellos. Samantha le lanza ahora una mirada suplicante al profesor.
—Sólo le estaba pidiendo un bolígrafo —se excusa Lucas, absurdamente. Nadie se va a creer eso—. Fue culpa mía.
—Hablo en serio —insiste el hombre—. Si no quieren tener que venir a rendir en las vacaciones, más les vale resolver los ejercicios cada uno por su cuenta.
Los dos asienten y agachan la cabeza sobre la hoja. Sabía que era una mala idea que se sentaran juntos, pero Samantha insistió, porque Lucas se lo prometió la tarde anterior.
Apenas el profesor voltea de nuevo, ella comienza a hacerle señas para que le diga una respuesta. Él lleva de nuevo la vista hacia ella y le contesta en voz muy baja.
¡Maldita! Lo van a suspender por su culpa.
Tomo mi borrador y lo arrojo con todas mis fuerzas sobre la cabeza de Samantha. El impacto la obliga a soltar un pequeño grito y llevarse la mano a la zona lastimada. El profesor pierde la calma y se acerca a ella.
—¡Burgos, ya es suficiente!
—Pero, profesor. ¡Alguien me hizo daño!
—No quiero oír más excusas —la regaña, impulsándola a ponerse de pie—. Va a terminar su examen en mi escritorio, donde yo la pueda ver.
Sonrío victoriosa y consigo por fin dedicarme completamente a la prueba.
Encuentro a Stacy a la salida, con la mochila al hombro y recostada contra la pared. Una coleta adorna su cabello, que cae en preciosas ondulaciones claras.
—¿Rendiste bien? —le pregunto, con una sonrisa. Sé que le cuesta mucho la materia de historia, en la cual consistía su última prueba.
—¡Sí! ¡Al fin son vacaciones! —Se alegra y rodea mi brazo con cariño—. Tenemos que ir a festejarlo.
Asiento y la aprieto contra mí. Comenzamos a caminar hacia la salida, cuando Lucas y su amigo llegan a nuestro encuentro.
—¡Me fue como al mismísimo demonio! —se queja Bruno, mientras pasa un brazo por la cintura de Stacy y la atrae hacia él. Lo miro mal porque la ha apartado de mí.
Lucas se ubica a mi lado y camina a mi ritmo.
—¿Qué tal te fue? —baja su mano y toma la mía con ternura.
—Bien… ¿Y a ti?
—También —me muestra una sonrisa juguetona y se acerca a mi oído—. Aunque no puedo sacarte de mi cabeza desde anoche.
—Ni yo a ti —confieso, sintiendo que me queman las mejillas.
Los cuatro caminamos por la vereda en dirección a los vehículos. Nos detenemos delante de los de ellos.
—Ahora empezará una fiesta en casa de Julio, por el inicio de las vacaciones —comenta Bruno—. ¿Quieren ir?
—Es muy temprano para ir a una fiesta —resalta mi hermana—. Ni siquiera es medio día.
—Nunca es un mal momento para una fiesta —él se encoje de hombros.
—Vayan ustedes, Stacy y yo tenemos cosas que hablar —respondo. Me acerco a Lucas y le planto un beso en la boca. Él se sorprende de que lo haya hecho en un lugar público. Pero a decir verdad, ya no tengo intenciones de seguir ocultando lo nuestro, aunque aparentemente nadie nos haya visto.
—¿Nos veremos esta noche? —me consulta, colocando sus manos sobre mi cintura y acercándose a mi rostro lo suficiente como para dejarme muerta de ganas de volver a besarlo.
—No hagas planes —le guiño un ojo y eso le saca una sonrisa.
Los dos se suben a sus vehículos y se van. Stacy y yo comenzamos a caminar en dirección al lugar de comida rápida que está cerca del colegio.
—Entonces, ¿cómo van las cosas entre ustedes? —le pregunto, cuando nos ubicamos en una mesa apartada del resto, con una enorme copa de helado y dos cucharas.
—Pensé que me hablarías de Lucas… —parece bastante incómoda de que yo haya tocado el tema de Bruno.
Editado: 24.02.2019