“Amor… ¿Puedo ir por tu casa para que hablemos? Te extraño”.
Tecleo en mi celular, pero al instante cambio la palabra “amor” por “pulga”, porque no quiero ceder tanto.
Exhalo un suspiro y me recuesto por la pared del bar, dejando que mi espalda resbale por la misma, hasta tocar el suelo. El ensayo acaba de finalizar y los chicos están en el depósito, terminando de acomodar los instrumentos para salir.
—Nos vemos mañana —me dice Vane, al pasar en dirección a la calle.
Me despido de ella con un gesto de la mano y una forzada sonrisa. Desde la pelea que tuve con Brenda, no estoy de humor para nada.
Como las clases se han acabado para todos, intentamos practicar una vez al día, especialmente porque debemos estar lo suficientemente preparados para la presentación que vamos a tener delante de todo el colegio, en la fiesta de graduación.
Hemos hecho incontables conciertos en el bar, pero nunca antes tocamos frente a todo nuestro curso. Será algo grande. Me emociona y al mismo tiempo me da un poco de nervios. Por lo que intento enfocarme en ese objetivo y no pensar tanto en el hecho de que Brenda y yo llevamos al menos tres días sin hablar.
Lo peor de todo es que no confíe en mí. No tengo nada con Sam y eso es algo que le vengo aclarando desde siempre.
Francis pasa por mi costado y se despide también. No se queda a hablar. Todos estamos agotados por tantos días de ensayos seguidos.
Miro de nuevo el mensaje sin enviar y borro la parte que dice “Te extraño”. Porque sí, la extraño, pero yo también estoy enojado. Me sacudo un poco la cabeza y modifico de nuevo el texto, para tratar de demostrar al menos un poco mi molestia.
“Tenemos que hablar”.
El resultado es básicamente la frase que se usa cuando se va a terminar una relación, por lo que me resigno a no enviar nada y lo borro totalmente. De todos modos, ella no está en línea.
Bruno apaga las luces del fondo y se acerca hasta donde estoy, como si no me viera. Cuando pretende apretar el interruptor que tengo cerca, repara en mi presencia.
—¿Aún estás por aquí? —pregunta curioso.
Asiento, apesadumbrado.
—Estoy meditando si debería ir a casa o pasar por la de Brenda, para hablar con ella.
Mi amigo suelta un bufido.
—Pero no has cambiado de opinión, y ella tampoco lo hará. Si vas para allá, lo único que lograrás será empezar otra pelea.
—¿Y qué se supone que debo hacer? ¿Nada? —replico—. ¿No volver a hablar con ella nunca más?
Hace un gesto de duda y se aproxima del todo. Se sienta en el suelo, a mi lado y recuesta la espalda contra la pared.
—¿En verdad quieres mi consejo?
Observo de nuevo en mi celular el chat que tengo abierto y en el que no he terminado de escribir nada que me pueda servir. Medito un momento, antes de contestarle.
—No lo sé. Detestas a Brenda. ¿Acaso podrías darme una opinión imparcial?
Él se encoje de hombros, para luego tomar mi celular y dejarlo a un costado, sobre el suelo.
—No voy a decirte qué hacer, Lucas. Pero te puedo decir qué no hacer… —suelta un suspiro, con la mirada fija hacia arriba ahora—. Mira, tú sabes que cuando yo estuve con Stacy no la valoré. Cuando me di cuenta ya era tarde y nunca más pude recuperarla del todo. La perdí, por no haberle dado el lugar que le correspondía.
—Bruno, no perdiste a Stacy…
—Lo hice —me interrumpe, con una expresión vacía en el rostro—. Ella no se atreve a decírmelo aún, pero lo sé. La conozco lo suficiente. Y te aseguro que no tienes idea de cuánto estoy pagando por mis errores.
Se detiene al decir eso y percibo que su respiración se ha vuelto más pesada. Levanto mi mano y aprieto su hombro en señal de apoyo. Se queda unos segundos perdido en sus propios pensamientos, y me mantengo en silencio, para no interrumpirlo.
Luego, se sacude la cabeza y procura animarse un poco más.
—Lo que quiero decir, es que no permitas que a ti te ocurra lo mismo —me aconseja, mirándome ahora con una sonrisa adolorida—. Samantha es tu amiga, y Brenda es tu novia. No le des a una el lugar que le corresponde a la otra.
—No entiendo en qué momento te volviste un maldito filósofo —bromeo, y logro que muestre una sonrisa. No me gusta verlo mal, no es propio de él.
Bruno se apoya en mi hombro y se pone de pie.
Editado: 24.02.2019