Por culpa de un instante (completa)

2. Lucas Urriaga

—¿Cómo es su apellido? —le pregunto a Stacy, apretando los dientes.

—U-Urriaga —soba por la nariz.

Le limpio los ojos con los dedos. Sin decir nada más, me dirijo hacia la entrada dando grandes pasos.

Me acerco a dos chicas que se habían detenido a conversar al inicio del pasillo y tomo a una de ellas por el hombro.

—Lucas Urriaga —suelto en voz alta—. ¿Quién es?

Ellas me miran algo confundidas, probablemente por el hecho de que no me conocen y ni siquiera las he saludado.

—Urriaga —repito, demandante.

Se lanzan una mirada entre sí y, luego, una de ellas levanta la mano derecha y señala a un grupo de chicos a lo lejos, cruzando el pasillo. La rabia que siento no me permite articular las gracias.

Me acerco, casi corriendo, al grupo. Los chicos que están de frente dirigen sus ojos hacia mí cuando me cuelo en el centro del círculo.

— ¿Es la chica nueva? —pregunta uno de ellos—. Hola, ¿cómo te llamas?

Lo ignoro. Hago un rápido recorrido con la mirada y reconozco entre ellos al chico del sábado, el vocalista de la banda de rock.

¿Qué hace él aquí? Espero que no sea amigo del cretino de Lucas.

—¿Quién de ustedes es Lucas Urriaga? —pregunto de mala gana.

—Soy yo —contesta él, para mi sorpresa—. Y tú eres la pequeña pulga del bar.

Una sonrisa comienza a formarse en sus labios, pero la interrumpo, abalanzándome contra él.

—¡Eres un idiota! —mis gritos inundan el pasillo, atrayendo la mirada de todos mientras mis puños golpean su pecho con rabia.

Él se cubre, en una primera reacción, pero al ver que no pienso parar, me empuja hacia atrás por los hombros.

—¿Qué diablos te pasa? —pregunta, mientras sus amigos se miran entre ellos, sorprendidos.

—Imbécil, no vuelvas a acercarte a ella —amenazo, aproximándome de nuevo y devolviendo el empujón.

Me toma de las muñecas, para detenerme, logrando sólo que me ponga aún más nerviosa.

—¡No me toques! —alzo la voz de nuevo, me zafo de su agarre y le golpeo el hombro.

Ya no me importa que me haya defendido el sábado. Hizo llorar a Stacy y eso no se lo voy a perdonar.

—No sé de qué estás hablando —asegura con fingida inocencia.

Sí, es obvio para mí que esa cara de sorpresa es una mentira.

—Vuelves a lastimar a mi hermana y te voy a matar —insisto, en caso de que no le haya quedado claro a qué me refiero.

Su expresión de incomprensión me pone aún más nerviosa. Vuelvo a golpearlo, esta vez en el brazo y veo por fin la ira asomarse a su rostro.

—Estás loca —me aparta de un manotazo y se dispone a voltear como para alejarse de mí.

Oh, no. A mí nadie me ignora, Lucas Urriaga.

—¡Te estoy hablando en serio! —me acerco a su espalda e intento hacer que vuelva a mirarme.

Él voltea de nuevo y, con un movimiento del pie, mueve los míos, llevándome al suelo.

Me llegan las risas de la gente alrededor, que observa curiosa la escena.

—Urriaga, ¿acabas de echar a tu compañera al suelo? —pregunta, asombrada, una voz.

Una profesora acaba de ingresar por el pasillo, pero mi vista está clavada en Lucas, quien se queda de piedra al verla llegar.

—Esa loca me atacó —se defiende al recuperar la compostura.

—¡Me las vas a pagar! —grito de nuevo, me duele el trasero de la maldita caída.

Me pongo de pie de un salto, dispuesta a lanzarme otra vez sobre él, cuando la profesora se mete entre ambos.

—Señorita, compórtese —me ordena.

—¡Es su culpa! —lo apunto con el dedo.

—Tú me atacaste sin motivo —replica el otro.

—¡Ya es suficiente! —La mujer habla por encima de nuestros gritos—. No quiero oír ni una sola palabra más.

Nos callamos al instante, encontrando nuestras miradas rabiosas.

—Bien —vuelve a hablar ella—. Quiero a los dos en la oficina del director, ahora mismo.



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En el texto hay: juvenil, romance, amor odio

Editado: 24.02.2019

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