El sol se cuela por la puerta de mi balcón como cada mañana. Contengo un bostezo al levantarme y me acerco a observar el exterior.
El tiempo está espléndido. Ideal para festejar esta noche.
Bajo las escaleras luego de bañarme, ponerme unos jeans y una remera.
La mesa está servida, así que me siento y me dispongo a desayunar solo, como casi todos los días.
La única diferencia es que papá podía haberse tomado un tiempo para comer conmigo, antes de ir a la oficina...
Ya que hoy es mi cumpleaños.
Sé que no lo hace por maldad o porque no le importe. Sino que tenemos prioridades tan distintas que nunca logramos llenar las expectativas del otro.
Mi móvil comienza a sonar y atiendo la llamada de Bruno, quien me felicita entusiasmado.
Afortunadamente, Brenda decidió dejar mi celular en mi casillero, días atrás. Ya estaba dando mis cosas por perdidas.
Después de todo, se suponía que tenía que parecer un robo, pero me alegro que haya cambiado de opinión.
Termino el café y me dirijo a la entrada. No me voy a quedar encerrado el día de hoy.
En el recibidor, un regalo grande y notorio decora la mesa.
Sonrío y desdoblo la tarjeta.
"Feliz cumpleaños, hijo. Te quiero" asegura el mensaje escrito a mano. Pero conozco bien la letra y me doy cuenta de que se trata de la misma persona a quien papá encarga mi regalo todos los años.
Llamo a Gloria para agradecerle el gesto. Ella se pone muy contenta de hablar conmigo y me pide que almorcemos juntos.
—Es que Sam me pidió lo mismo ayer —me disculpo—. Pero puedo pasar ahora por el estudio.
—Con poder darte un abrazo me conformo, mi niño —la escucho reír tras el teléfono.
No sé qué haría sin esta mujer.
Me dirijo al estudio y saludo primero a papá y a tío Patrick, quienes me felicitan con ánimos.
Luego paso a la oficina de Gloria y ella me recibe con cariño, me da ese abrazo que prometió y un CD de vinilo de Pink Floyd.
¡Justo lo que quería para mi colección!
Más tarde, mientras almorzamos, Sam se ofrece a decorar la mesa que reservé para esta noche en el Bar Polzoni.
—No hagas eso —le pido— Será vergonzoso.
Ella sólo sonríe y cambia de tema.
—Entonces, ¿van a cantar? —me pregunta.
—Sí —me emociono—. Le pedí a Eric poder tocar esta noche.
Es lo que más me gusta, así que quiero hacerlo en mi cumpleaños.
—¿Y quiénes irán?
—Invité a varios compañeros del curso y algunos de quinto y cuarto también —sonrío.
Ella me devuelve la sonrisa, pero no parece muy convencida por mi vaga respuesta. Tal vez esperaba oír nombres.
La noche llega rápidamente y acomodamos los instrumentos en el escenario, para empezar.
En ese momento aparece Stacy y nos saluda.
—Voy a tomarte muchas fotos —le dice a Bruno con alegría. Se acerca para darle un beso, pero él la evade disimuladamente porque ya hay varias chicas mirando desde las mesas.
Me cubro los ojos con una mano.
En vano le hable el otro día sobre su comportamiento y le pedí que no lastime a Stacy.
Ella es una chica muy dulce y no la está tomando en serio.
Además, por fin empezábamos a llevarnos bien con Brenda. Y todo se ha arruinado por esto.
Busco alrededor con la mirada.
Si su hermana ya está aquí y ella no, es probable que no venga.
Y yo esperaba verla.
Terminamos de organizar todo y nos ubicamos en los sitios correspondientes.
Francis golpea los platillos de la batería, llamando la atención de la gente.
Durante toda la primera canción me paso mirando la entrada del bar. Aún no pierdo la esperanza de que en cualquier momento ella ingrese por allí.
Pero la primera da paso a la segunda y luego a la tercera, y no hay señales de Brenda por ningún lado.
Ya estoy totalmente desanimado cuando la veo entrar y las palabras se traban en mi boca.
Editado: 24.02.2019