La luz del alumbrado público cae sobre ella bañando su cabello claro y dándole un brillo intrigante a sus ojos.
—Sé de un lugar al que podemos ir —sugiero—. Pero tendremos que caminar un poco.
Sabía que bebería esta noche, por lo que no traje mi camioneta.
Brenda asiente y me sigue.
—Esteban debe estar buscándote como un idiota —recuerda y ríe—. No puedo creer que lo hayas golpeado.
—Es que no me agrada para nada —comento.
Ella lleva la vista al cielo.
—¿Por qué no? —consulta y me da la impresión de que sólo busca confirmar algo que ya sabe.
—Porque… no sé —levanto los hombros— Simplemente no me agrada.
—Yo te lo diré —asegura. Acerca su boca a mi oído y susurra —Creo que estás celoso.
Me quedo sin aire por un segundo. Giro mi rostro y su boca queda muy cerca de la mía. Miro sus labios, pero ella no me da tiempo de hacer nada, porque se aleja entre risas y continúa caminando como antes.
¿Se está burlando o me está coqueteando?
Viniendo de ella, lo primero sería lo más normal. Sin embargo, sus ojos me dicen otra cosa.
Y se equivoca. No estoy celoso. Simplemente lo detesto porque es un idiota que no deja de acercarse a ella a cada rato, que no le saca la mirada de encima, que no…
Demonios.
Estoy celoso.
Caminamos durante unas cuadras en silencio. Intento no pensar en lo que me dijo y en lo absurda que encuentro esa situación.
La detengo al llegar al edificio donde se encuentra la oficina del Estudio Jurídico.
—Es aquí —le digo.
Ella lleva la vista a la estructura y luego a mí.
—¿Me traes a trabajar? —pregunta con ironía.
—Claro que no —niego, entre risas—. Sólo ven conmigo.
Me sigue por la amplia entrada de vidrio.
Al ingresar, el guardia me saluda como siempre. Está acostumbrado a que venga por aquí a cualquier hora.
Llamo al ascensor y subimos enseguida.
—No compramos nada para beber —me interrumpe ella, cuando estoy por apretar uno de los botones.
—No te preocupes, puedo arreglarlo —la calmo y marco primero el piso de las oficinas.
Con mi llave ingreso rápidamente al despacho principal. Abro el frigobar, extraigo una botella de agua y se la alcanzo.
—Primero deberías tomar un poco de esto —le recomiendo.
Ella me ignora y con una sonrisa, estira la botella de champagne que se reserva para brindar con los clientes.
—No quiero agua —me mira como burlándose de mí.
Ésta faceta suya es nueva, pero no puedo negar que me gusta.
Entonces tomo otra botella, la más cara, luego unas copas y un pequeño parlante Bluetooth para dirigirnos de nuevo entre risas hacia el ascensor.
—Tu papá te va a matar —me recuerda, recostándose contra el espejo. No parece preocupada, sino orgullosa de nuestra travesura.
Tal vez papá no me lo perdone, pero ahora no quiero pensar en ello.
Levanto una mano con dificultad, debido a todo lo que tengo encima, y aprieto el botón que lleva a la terraza.
Las puertas se abren arriba y Brenda contempla el paisaje que se extiende delante de nosotros. Sale aprisa del ascensor y la sigo.
—No puedo creer que un lugar tan hermoso se encuentre aquí arriba —exclama cautivada por el exterior.
La terraza en sí no es la gran cosa. Lo bello de todo esto es la ciudad vista desde arriba en medio de la noche. Las luces que se pasean a lo lejos, el viento que te mueve el cabello y la sensación de estar encima del mundo.
—Es mi lugar favorito —le confieso y me acerco al centro.
Comienzo a ordenar todo, mientras ella sigue recorriendo el horizonte con la vista.
—Apuesto a que traes a todas aquí —comenta de repente, con un dejo de desilusión en la voz.
—Claro que no ¿Quién crees que soy? —me defiendo entre risas.
Estoy seguro de que no me va a creer, pero es la primera vez que traigo a alguien. Este es un lugar que siento sólo mío y que no me gustaría compartir.
Editado: 24.02.2019