El curso parece llenarse con mayor lentitud los lunes por la mañana. Ya he acomodado mi cartuchera y mis libros sobre el pupitre, esperando paciente la llegada del profesor. Mientras algunos continúan ingresando casi en silencio, sin muchas ganas de empezar la semana.
Contesto un mensaje de Malcom. Desde hace un tiempo que hablamos menos, pero no hemos perdido el contacto del todo. Me cuenta algunas novedades sobre mis amigos del antiguo colegio y me entra algo de nostalgia.
La calma del curso es interrumpida cuando Samantha ingresa, hablando con esa estrepitosa voz que la caracteriza.
—Al menos déjame verte de cerca — chilla, y ni siquiera tengo que levantar la cabeza para entender que está siguiendo a Lucas como un perrito faldero, igual que siempre.
—Sam, te aseguro que estoy bien. No fue nada —lo escucho replicar.
—Pero luces terrible —al oír esto sí levanto la vista hacia él.
Se está acomodando en su silla, por lo que pierdo la visibilidad de su rostro, el cual ella mira con preocupación. Sin embargo, el pequeño vendaje que cubre una parte del dorso de su cabeza llama mi atención de inmediato.
Casi me incorporo por el sobresalto.
¿Le habrá ocurrido algo?
Apenas ingresa el profesor me acerco a él con una excusa. Le pido ayuda con respecto a los deberes, sólo para poder fijarme en Lucas al volver a dirigirme a mi asiento.
Lo miro de reojo al pasar. Su rostro muestra leves cortes por todos lados, su frente tiene una curita, y un moretón se dibuja en una de sus mejillas.
Me estremezco al verlo así.
¿Debió ser un accidente? ¿O acaso peleó con alguien?
Me gustaría preguntárselo, pero no encuentro un momento en el que pueda hablarle a solas. Además, me detiene la indiferencia con la que me habló el sábado en el bar.
Y esa chica…
Algo dentro de mí se retuerce cada vez que lo recuerdo sentado al lado de ella y compartiendo su bebida.
Era, evidentemente, su conquista de la noche.
Así como lo fui yo el día de su cumpleaños.
Claro que, lo más probable es que ella le haya dado lo que no tuvo conmigo.
Mis labios sueltan un temblor al pensar en ello. Intento enfocarme en las clases e ignorar todo lo que siento por él.
Por la tarde, llego al estudio jurídico y casi me alivio de que ya no aparezca por aquí. Ubico mis cosas sobre el escritorio, cuando Esteban aparece por mi lado.
Dejo caer la mandíbula al fijarme en que tiene un aspecto horroroso. Un gran moretón envuelve su ojo izquierdo, su labio inferior está partido en dos por un tajo que llega casi hasta su mentón y amplios moretones se extienden por uno de sus brazos. Lo más llamativo es la férula que envuelve su hombro.
—¿Qué te ocurrió? —le pregunto, sorprendida.
Esto no puede ser una casualidad.
Él me lanza una mirada petulante.
—Le di una paliza al tarado de Lucas —asegura, dejándose caer en la silla.
¿Se pelearon?
—No es posible —es lo único que se me ocurre expresar, aunque me surgen ciertas preguntas.
¿Se debe esto al incidente que hubo dos sábados atrás? ¿O tuvieron otro encuentro problemático?
—¿Acaso no viste cómo le dejé la cara? —pregunta, entre risas.
Inclino la cabeza.
En realidad, él luce mucho peor de lo que lo hacía Lucas esta mañana.
Me tapo los ojos con las manos. Sin poder acreditarlo.
—¿Por qué lo hicieron? —le pregunto.
—Así va a aprender a no meterse entre nosotros —contesta.
¿Qué?
—¿Nosotros? —repito, perpleja.
Él me mira con algo de sorpresa.
—Claro, estábamos juntos esa noche, hasta que él intervino.
Arrugo la frente y niego repetidamente.
—No estábamos juntos, Esteban —le aclaro—. Nada más nos encontramos allí.
Él me mira como ofendido.
—Pero es obvio que pasa algo entre nosotros —se defiende.
Editado: 24.02.2019