Tadeo y yo pasamos casi todos los recreos con Stacy desde que se enteró de la infidelidad de Bruno. No voy a dejar abierta la posibilidad de que ese idiota se le acerque. Además, quiero darle la compañía necesaria para que se le levante el ánimo lo más rápido posible.
Me siento tan impotente cada vez que la escucho llorar en su cama, antes de dormir. Ocurre casi todas las noches. Abraza con fuerza el peluche que él le había regalado el día en que tuvimos la cita doble y derrama sobre éste una gran cantidad de lágrimas.
Al quinto día, aprovecho que está en su clase de baile, tomo el maldito peluche y busco un lugar donde esconderlo. Elijo un cajón que sé que nadie abre y lo acomodo allí. En el fondo del mismo, veo la campera de Lucas. Con la cual me había cubierto el día de su cumpleaños y que ya no le pienso devolver. La aprieto contra mi pecho inspirando el aroma de su perfume, que todavía se siente levemente debido a que nunca la saco de allí.
Así como Stacy debe olvidarse de Bruno, yo debo hacer a un lado a Lucas.
No puedo creer que haya vuelto a defender a su amigo, a pesar de haberme dado su palabra de que él mismo lo mataría si llegara a lastimar a mi hermana. No sé si la culpa es suya o mía por haber pensado que, en el momento de la verdad, haría lo correcto. Y si fue capaz de defenderlo a pesar de lo que le hizo a Stacy, estoy segura de que me haría lo mismo a mí, si le diera la oportunidad.
Ni estando loca me arriesgaría.
Afortunadamente, Tadeo y Stacy están comenzando a llevarse bastante bien. Por lo que pasamos unos buenos ratos juntos.
Y, para mí, las cosas no podrían estar mejor con ella. Volvemos juntas a casa a menudo y ya me puso al corriente de todo lo que no habíamos podido hablar durante el tiempo en que dejamos de dirigirnos la palabra.
Estamos esperando a que Tadeo salga de clases cuando vemos pasar a Bruno y Lucas en dirección a la salida. La mirada de Stacy se entristece.
—Mamá volvió a preguntarme anoche sobre lo ocurrido —comenta ella.
—¿Y qué le dijiste? —pregunto.
—Lo mismo de siempre, que simplemente no resultó —afirma rendida—. Detesto mentirle, pero si Eric llegara a enterarse, no sé lo que haría…
—Lo sé —acoto—. Aunque Bruno se lo merece.
Estaría bien que Eric le golpeara lo que yo no pude y luego lo mande a ensayar y cantar debajo de un puente.
—Él, tal vez —insiste ella—. Pero los demás no. Lucas, Francis y Vanesa se portaron muy bien conmigo.
Le doy un abrazo.
Su ternura me conmueve.
Me muestra una sonrisa y nos separamos al momento en que Tadeo llega junto a nosotras.
—Brenda, necesito hablar contigo urgente —luce realmente preocupado.
Stacy también parece advertir su nerviosismo, porque se pone de pie al instante.
—Nos vemos en casa —se despide.
Asiento y ella se aleja.
—¿Ocurre algo malo? —inquiero.
Él se sostiene la cabeza.
—¡Sí, es terrible! Pero no puedo decírtelo aquí —mira hacia atrás repetidas veces mientras habla—. ¡Oh, no! ¡Allí vienen!
Se escandaliza al ver a dos chicas acercarse hacia donde estamos. Lo están observando con curiosidad y cuchichean entre ellas, maliciosamente.
—¿Te están molestando? —le pregunto.
Me levanto para ponerlas en su lugar, pero él sujeta mi brazo.
—No, Brenda. No hagas nada —me detiene—. Sólo vámonos.
Al menos me doy el gusto de lanzarles una mirada amenazante. Ellas voltean la vista a otro lado rápidamente, continuando el paso.
Tadeo me aparta hacia la calle y me lleva por el lado contrario. Caminamos al menos cinco cuadras hasta que él se asegura completamente de que no haya nadie por allí. En realidad, hace varios metros que no se ve gente del colegio, pero mi amigo no parece querer arriesgarse.
—¡No vas a creer lo que pasó! —suelta de imprevisto, dándome un pequeño susto.
Entonces, comienza a relatar rápidamente, parece que hasta le falta el aire.
—Estábamos en clase de natación, así que aproveché para deleitarme con los abdominales de Julio —levanto una ceja, pero él prosigue como si nada—. ¡Tenías que haber visto lo bien que le quedaba el short de baño! —suspira.
Editado: 24.02.2019