En mis dieciocho años, nunca me confesé a nadie. Mi breve noviazgo con Sam fue producto de un beso inesperado, que la llevó a asumir que sentíamos lo mismo. Así que los nervios comienzan a invadirme, porque no tengo idea de cómo decirle a Brenda lo que siento por ella.
Debo encontrar el momento indicado.
Ella se pone de pie y su movimiento me saca de mis pensamientos.
—Mira, me refiero a esto —señala un área en el mapa, en la zona del monte.
Olvidé por completo que anunció haber resuelto el enigma, antes. Me levanto también y me fijo en el sector que apunta su dedo. Una línea que simula un lago se extiende hasta terminar en un ícono ondulado.
—“Cae con la fuerza de la gravedad, nunca se rompe a pesar de su edad” —recita de nuevo la adivinanza y luego asegura—. Es la cascada.
Tiene razón.
—Entonces vamos para allá —contesto animado.
Ella guarda el mapa en su bolsillo y nos movemos en dirección a la cascada.
—¿Cómo van las cosas en tu casa luego de lo que pasó con Eric? —le pregunto de repente, a mitad de camino.
Lleva la vista al suelo.
—No muy bien —confiesa.
Continuamos el trayecto, mientras ella me cuenta que, como tuvimos que venir al campamento a la mañana siguiente, no le dio tiempo de hablar con nadie. Su madre está bastante disgustada y le dijo que tendrían una conversación a la vuelta.
Luego me pregunta si papá y yo nos estamos llevando mejor, y se pone muy contenta cuando le comento que nos arreglamos.
Cuando llegamos a la cascada, los dos estamos de mejor humor. La gran masa de agua se desliza inmensa delante de nuestros ojos.
El ambiente es húmedo, acogedor. Nos ubicamos al costado del lago y observamos la cascada desde la base. Hay un camino que conduce detrás del agua y otro que lleva a la cima.
—Ojalá sea ésta la última prueba —manifiesto, al ver la altura que tendremos que subir.
—¿Por qué lo dices? —me pregunta un tanto ofendida.
—Estoy algo agotado —contesto, extrañado por su reacción.
Se encoje de hombros y confiesa.
—A mí me gusta esta experiencia. No quiero que se acabe.
—Bueno, a mí también me gusta —le aclaro, observándola con curiosidad—. Adoro la aventura.
—¡Yo también! Y la naturaleza —agrega, asintiendo con rapidez.
—También las adivinanzas y los retos —comienzo a jugar, al ver que se está emocionando.
—¡Sí! Competir contra los demás —sus ojos brillan de ilusión— ¡Es genial!
—Pero, sobre todo, estar contigo —le muestro ahora una mirada pícara.
Continúa asintiendo, por inercia. Pero enseguida borra la sonrisa y me mira entrecerrando los ojos.
—No digas eso —se queja, avergonzada.
Se está empezando a ruborizar, por lo que comienzo a reír.
—Te sonrojaste —bromeo, para lograr que se ría. Pero ella cruza los brazos y procura a toda costa mantener la seriedad—. Oh, vamos Brenda —me acerco a ella— No te enojes.
—Eres un tonto —desvía la mirada, para no dejarse vencer por mi sonrisa.
—Sólo ríete un poco —le ruego.
No me obedece, así que cuelo mis manos a los costados de su cintura y comienzo a hacerle leves cosquillas.
—Lucas, no lo hagas —me ordena, intentando apartar mis manos. Pero opongo resistencia e intensifico más las cosquillas—. No, detente.
Procura empujarme, pero no lo logra. Por el contrario, me acerco más a ella y continúo. Intenta contraatacar de la misma manera. Sus toques me causan mucha risa, pero eso no me hace detener, sino que me dan fuerzas para hacerle más y más cosquillas.
Está a punto de dejarse vencer. Pero entonces retrocede bruscamente, para zafarse de mí y casi va a dar al lago. La sostengo de la cintura, evitando que sus pies toquen el agua, pero el movimiento de mi mano golpea un papel que parecía estar en su bolsillo, haciendo que caiga.
—Estuvo cerca —ella se aferra a mi brazo.
—Sí —afirmo—. ¿Qué era eso?
—¿Qué cosa? —voltea a ver y se toca el bolsillo con urgencia—. ¡Diablos! ¡El mapa!
Editado: 24.02.2019