La mañana del catorce, Stacy me despierta cubriéndome de besos y abrazos.
—Buen día, cumpleañera —se acomoda en mi cama y me acerca un obsequio envuelto en un llamativo papel rosado. Lo reviso y encuentro un bonito vestido floreado. Con solo verlo puedo asegurar que me quedará perfecto—. Es para que lo lleves esta noche —me hace un guiño en complicidad.
Le doy un fuerte abrazo. Siempre se esfuerza por hacerme pasar el mejor cumpleaños posible.
Me alisto y bajo al comedor. Mamá y Eric me esperan en la mesa con una sonrisa en los labios. Ambos me saludan con mucho cariño y me entregan sus regalos. Mamá me compró un perfume y él un libro que estaba esperando leer.
Tadeo me llama después del almuerzo y promete pasar a verme más tarde. También recibo la llamada de muchas de mis amigas del colegio anterior y, por supuesto, de Malcom, con quien me demoro al menos una hora, poniéndonos al corriente.
Estoy pasando un día maravilloso, recibiendo el cariño de mucha gente de mi antigua ciudad, a pesar de la distancia. Y de la nueva también. Incluso Gloria me llama y me dedica unos minutos, porque el otro día, en la pasantía, le comenté sobre esta fecha.
Claro que ninguno de mis compañeros de curso se ha comunicado conmigo y, en verdad, no esperaba que lo hicieran. Solamente Graciela me escribe un mensaje, la chica que me ayudó a organizar el campamento. No puedo decir que la considere mi amiga, sin embargo, sigue siendo la única compañera que me habla de vez en cuando.
Y, por supuesto, Lucas no se ha pronunciado.
No puedo evitar querer verlo hoy, para que este día sea perfecto.
Pero como es domingo y las cosas siguen raras entre nosotros, sé que no será posible.
Stacy se está probando la ropa que usará esta noche. Se admira delante del espejo, mientras yo leo el comienzo del libro que Eric me obsequió.
El sonido de mi celular me alerta de nuevo y me incorporo para contestar.
Por fin papá me devuelve las llamadas que le estuve haciendo en estos días.
—Feliz cumpleaños, hija —me saluda con ternura—. Espero que pases un lindo día.
Aprieto el celular contra mi mejilla, emocionada.
—Gracias, papá —le contesto, con una sonrisa enorme—. Estaba esperando hablar contigo.
Veo a Stacy llevar los ojos arriba, a través del espejo, mientras se trenza el cabello
—Sí, es que estaba muy ocupado —se excusa, igual que siempre.
—Lo sé —me paseo por la habitación, un poco nerviosa—. Quería invitarte a una cena esta noche. Puedes traer a tu familia, si quieres.
Un silencio incómodo se extiende durante unos segundos.
—Oh, Brenda... —contesta luego—. Lo siento, linda. Pero no va a ser posible.
Mi pecho se comprime al escuchar su respuesta.
—¿No vas a poder venir? —insisto, para asegurarme—. ¿Ni siquiera un momento?
Stacy nota mi reacción y me observa con curiosidad en el reflejo.
—No, es que estamos saliendo de viaje el día de hoy —comenta algo triste, pero se alegra al instante en que continúa—. ¡Nos vamos durante dos semanas a la playa! Será una experiencia maravillosa —hasta lo escucho reír, mientras todo en mí se hunde.
—Pero... —procuro que mi voz no suene tan angustiada—. ¿Tenías que viajar justo en este día?
Se suponía que sería el primer cumpleaños que pasaría con él, después de tantos años.
—Es que, hija. No sabía...
Eso es más de lo que puedo soportar.
—¿No sabías que era mi cumpleaños? —lo interrumpo al instante.
—No sabía que harías una fiesta —contesta, con desagrado.
Encima tiene el descaro de ofenderse.
—Por supuesto que no lo sabías, si fuiste incapaz de devolverme las llamadas —no puedo evitar reclamarle, esta vez.
Stacy voltea hacia mí, sorprendida porque nunca antes le había hablado así a papá.
—¡Ya te dije que no tuve tiempo! —él me alza la voz ahora—. Tengo un trabajo y una familia de la cual ocuparme.
¿Y acaso yo no soy su familia?
—No te veo desde hace meses —insisto—. ¡Y sólo te pido que hagas un esfuerzo por mi cumpleaños!
—Te lo compensaré en otra oportunidad —contesta, más relajado de lo que debería. Más de lo que yo estoy ahora.
—No habrá otra oportunidad —replico, perdiendo ya toda esperanza de verlo esta noche.
Él suelta un suspiro, cansado. Así como me siento yo después de haber intentado por tanto tiempo tener una buena relación con él.
—Brenda, estás exagerando. Simplemente hoy no puedo.
Mi hermana me lanza una mirada advirtiendo que deje de insistir, de humillarme ante su falta de afecto. Pero necesito respuestas. No puedo callarme más.
—No se trata solo de hoy... —exteriorizo—. Nunca tienes tiempo para nosotras.
Quiero que lo sepa. Que entienda cómo me siento. Y por un segundo creo que mi sinceridad conseguirá tocarlo. Hasta que su respuesta llega.
Editado: 24.02.2019