Por culpa de un instante (completa)

41. El lugar que se ha ganado

Esta mañana me alisté con mayor rapidez de lo que lo hago a menudo, a pesar de haberme despertado con mucho tiempo de anticipación. Es que la ansiedad por ver a Lucas me está rebasando.

Ingreso al aula unos minutos antes del inicio de clases, pero él aún no ha llegado. Acomodo mis cosas y me ubico en mi asiento. Los demás compañeros comienzan a hacerse presentes al cabo de unos minutos y entonces, lo veo ingresar.

Lo primero que hace es fijarse en mí y mostrarme sus bellos dientes en una sonrisa, que le respondo instintivamente.

Hace el recorrido acostumbrado hasta su pupitre, deja su mochila allí y entonces se acerca. Siento que me puedo sonrojar cuando lo veo llegar a mí y sentarse en el asiento de Susana, que antes estaba vacío.

—Lucas, ¿qué haces? —le reprocho por lo bajo, aunque por dentro me estoy muriendo de exaltación.

—¿Qué? —ríe, al notar los nervios que tengo encima—. ¿No me puedo sentar al lado de mi no…-?

—Shhh —lo detengo—. No lo digas en voz alta.

Él ni siquiera parece notarlo, pero algunos compañeros han volteado a vernos, curiosos ante esta tan poco habitual escena.

—Tú eres la que lo hará muy obvio, si continúas sonrojándote cuando vengo a hablarte —se burla. Entonces me observa, por unos segundos, en los que intento aplacar el rubor de mis mejillas. Pero es imposible, porque acerca su boca a mi oído y susurra—. Me muero por besarte ahora.

Aparte del efecto de sus palabras en mí, su respiración me ha hecho cosquillas en el cuello. Por lo que le doy un pequeño golpe en el hombro, para apartarlo un poco.

—Tonto, no me digas eso —me quejo, avergonzada.

Él comienza a reír y en ese momento me fijo en que Samantha acaba de cruzar la puerta del aula y, por supuesto, su mirada se ha detenido en nosotros dos. Arruga el ceño sin disimulo y se nota que la ha invadido la rabia.

No puedo evitar sentirme victoriosa por dentro.

Esbozo una sonrisa y evito su mirada, fijándome de nuevo en mi novio, quien no se ha percatado de su llegada, porque está de espaldas a ella.

—¡Lucas! —Samantha lo llama, casi en un reclamo—. ¿Puedes venir un momento?

Él voltea el torso y la observa por un segundo.

—Hola, Sam. Voy en unos minutos —anuncia, antes de girarse de nuevo hacia mí—. ¿Pudiste dormir bien anoche?

Asiento, aún sonriente, al notar que la ha ignorado por completo.

—Sí, aunque no podía dejar de pensar en nosotros… —comento.

—¿Tienes dudas? —pregunta, un tanto intranquilo.

—No, para nada —su sonrisa se agranda al escucharme—. Estoy muy segura.

Aunque me alegra ver la satisfacción en su rostro, me abstengo de seguir sonriendo; porque siento la mirada de Samantha clavada en nosotros, a pesar de que ya no la miro.

—¡Ay! ¡Me lastimaste! —su chillona voz retumba en el salón, como siempre que abre la boca.

Todos los presentes nos fijamos en ella y en Bruno, quien acaba de pasar a su lado y ahora la observa con desconcierto.

—¡Ni siquiera te toqué, histérica! —se defiende él, de inmediato.

—¡Te estoy diciendo que me golpeaste con tu mochila al pasar! —ella insiste con su absurdo drama—. ¡Me hiciste daño!

Veo a Lucas fruncir el ceño y entiendo que su teatro empieza a dar resultado.

—Está fingiendo —le digo por lo bajo.

Me cuesta creer que me ponga del lado de Bruno en una discusión, pero es tan evidente para mí que no puedo evitarlo.

—¡Lo hiciste apropósito! —se sigue quejando Samantha, al ver que Bruno pasa de ella y se acomoda en su lugar—. ¡Siempre me tratas mal!

—¡Te digo que no te hice nada! —le grita desde donde está—. Reserva el drama para alguien a quien le importe.

Pero Samantha se acerca de nuevo, para seguir provocándolo.

—¡Al menos discúlpate! —le reclama.

—Vete al demonio, chiflada.

Entonces, Lucas se pone de pie de inmediato y se acerca a ellos.

—¡Bruno, no la trates así!

Su amigo ignora a ambos y se coloca los auriculares para escuchar música.

Entonces Samantha aprovecha para colgarse de su cuello en señal de agradecimiento y me lanza, por un lado, una mirada de satisfacción.

Lucas se aparta de ella con disimulo y pretende volver de nuevo a mí, pero Susana ya ha ocupado su sitio habitual, por lo que no le queda más opción que dirigirse a su propio asiento.

Maldita bruja.

Tal vez ha podido separarnos ahora. Pero no nos separará para siempre. No lo permitiré.

De todos modos, lo que más me saca tranquilidad en este momento, no es ella. Sino el hecho de no poder comunicarme con Lucas, porque está sin celular y debemos guardar las apariencias delante del resto.

Durante las clases nos lanzamos miradas cada tanto, y alguna que otra sonrisa. Pero empiezo a sentir la angustia de no poder acercarme, conversar, tomar su mano. Así que me apresuro a ubicarme detrás de él en la fila que se forma frente al escritorio del profesor y le hablo en voz baja.



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En el texto hay: juvenil, romance, amor odio

Editado: 24.02.2019

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