Por culpa de un instante (completa)

42. No es el momento

Desde que soy novio de Brenda percibo una leve incomodidad cada vez que paso tiempo con Eric. Tal vez sea porque hace tiempo me propuse ser sincero con él y ahora no tengo opción más que mentirle.

Lo cierto es que siento que tengo escrito en la frente "Soy tu yerno y te lo estoy ocultando". Sí, con tinta indeleble y resaltado en amarillo.

Aunque las pasantías hayan terminado para mis compañeros, afortunadamente Eric no ha dejado de enseñarme sobre esta profesión, en su tiempo libre. Estoy aprendiendo demasiado desde que empecé y todo se lo debo a él.

Estamos en plena práctica en el bar, cuando Brenda ingresa inesperadamente y se acerca a nosotros.

—Hola —nos saluda animada.

Lleva la mochila del colegio colgada de la espalda, a pesar de que las clases terminaron hace horas.

—¡Hola, Brenda! ¿Qué te trae por aquí? —Eric se alegra de verla y yo simplemente le devuelvo el saludo como si nada pasara, aunque los nervios me estén azotando de nuevo.

—Pues, Lucas y yo tenemos un trabajo práctico que hacer y es para mañana —asegura y me lanza una mirada de que le siga la corriente—. ¿No te lo dijo?

Su padrastro me mira con cierta extrañeza.

—No, es que se me pasó —me excuso rápidamente—. Estaba muy emocionado con la práctica y lo olvidé.

—Ya ves, es un tonto —ella se encoje de hombros, aprovechando la ocasión para burlarse de mí.

—Bueno, podemos dejarlo aquí y continuar otro día —Eric se pone de pie y recoge sus cosas—. El colegio es lo más importante ahora.

Los dos asentimos y sonreímos, mientras él se retira. Una vez que se ha ido, Brenda me toma de la mano y me lleva hasta el sillón más cercano. Se sienta con el cuerpo volteado hacia el mío y se saca la mochila, colocándola hacia el frente.

—Tengo algo para ti —confiesa con una sonrisa que me transmite su emoción de inmediato.

Entonces hace correr el cierre y extrae una caja envuelta en papel de colores. Me mira con ilusión, mientras me la alcanza.

—¿Me compraste un regalo? —pregunto—. ¿Por qué?

—Sólo ábrelo, Lucas —parece impacientarse.

Estiro el envoltorio, por un lado, hasta que puedo distinguir la caja de un pequeño aparato y comprendo al instante de qué se trata.

—¿Un celular? ¿Estás loca? —se me escapa, sin pensar, a lo que me responde con una mala mirada—. Digo, no debiste. Es demasiado.

—No es demasiado —ella se arrima un poco más y entrelaza mis manos entre las suyas—. No te regalé nada cuando fue tu cumpleaños. Además, es más para mí que para ti, porque estoy cansada de no poder hablar contigo a menudo.

Dejo escapar una risa.

—Pulga, podías haber esperado un poco más. Me habría comprado uno yo mismo.

Me encanta que se esté esforzando por nuestra relación, pero hubiera preferido que no gastara.

Ella niega, con la mirada un poco angustiada.

—Sé que no es tan bueno como el que tenías, pero al menos servirá para que estemos en contacto.

Le hago una caricia en la mejilla y me agacho un poco, juntando mis labios con los suyos por unos segundos.

—¡Gracias! Es perfecto.

Acomodo mi espalda contra el respaldo y la atraigo en un abrazo.

—Espero que me escribas todo el tiempo —requiere, al cabo de unos minutos, cuando estoy terminando de configurar el aparato para poder usarlo.

—¿Todo el tiempo? ¿Y no te vas a cansar de mí? —Bromeo.

Ella se encoje de hombros.

—Probablemente, sí. Pero hazlo de todos modos.

La atraigo más y comienzo a besarla de nuevo, hasta que el sonido de las aplicaciones que han finalizado su instalación nos detienen.

—Voy a enviarte mi número —anuncia, con clara emoción.

Debe tener registrado el mío desde la vez que me escribió haciéndose pasar por una chica misteriosa. A mí, sin embargo, el suyo me figuraba como número privado.

Ella abre su WhatsApp y teclea en el buscador la palabra "tonto". Y, sí, lo primero que le aparece es mi foto de perfil. Entonces, irónicamente, me envía un corazón.

—Ya está —anuncia, complacida.

—¿Me tienes registrado como "tonto"? —pregunto, al ver que finge no percatarse de mi expresión confundida.

Lleva sus ojos a los míos, con una sonrisa maliciosa.

—Te había guardado como "idiota", pero lo suavicé una vez que empezaste a gustarme.

Puedo notar que está disfrutando de esto. Y no la voy a dejar ganar.

—Entonces, te gustaba el tonto —contraataco—. Apuesto que abrías mi chat sólo para mirar mi foto durante horas.

Logro que se avergüence de inmediato.

—Pues... No durante horas —se defiende, pero la duda en su voz la delata.

Comienzo a reír a carcajadas y ella frunce levemente el ceño.


 

Me encanta pasar tiempo con Brenda, a pesar de que no podemos hacerlo a menudo. Cada vez que estamos juntos, me sube el ánimo de manera automática. Y ella parece mucho más relajada desde que podemos escribirnos cuando estamos separados.



#44475 en Novela romántica
#29250 en Otros
#4323 en Humor

En el texto hay: juvenil, romance, amor odio

Editado: 24.02.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.