Si tuviese que describirme diría que soy experta en dos cosas: cometer errores y escapar de ellos.
Sí, suena fatal. Pero hacerse cargo de las cosas no siempre tiene un final feliz como todo el mundo quiere hacernos creer. O al menos eso es lo que pienso cada vez que me encuentro con un problema entre las manos, y es por eso que mi vida está repleta de huidas. Pero hay una en especial, una que marcó mi existencia para siempre.
Alguna vez escapé del pasado, del horror, del miedo, de la desesperación, del amor que hiere, del amor que mata. Hubo una historia de esas que no tienen que suceder. Que me destrozó, me atormentó cientos de días y me desveló cientos de noches. Un amor del cual pude escapar y, ¿olvidar? Hay historias que nos elevan y nos dejan caer casi al mismo tiempo. Hay secretos perturbadores. Hay desastres inevitables.
Él no me lastimó, claro que no. De hecho, tal vez fui yo quien lo lastimó a él. Quién sabe, no volví a verlo desde aquel día.
Lo cierto es que nuestra historia comenzó siendo una maravilla, y terminó siendo una fatalidad.
Antes éramos amor, unión y lealtad. ¿Ahora?, sólo cómplices de un secreto.