Desde pequeña sentía una gran emoción por saber qué me deparaba el futuro. Mi ilusión era tan grande, que incluso soñaba con cómo sería mi primer amor... lo imaginaba perfecto, ¿sabes? De esos amores de novela que much@s anhelamos, ese que llega para quedarse, el primero y el último.
Conforme iba creciendo, también lo hacía mi sueño de ser alguien en la vida y formar una familia hermosa. Claro… no quería un amor de mentiras ni traiciones. Un ejemplo de lo que no deseaba lo viví muy de cerca: el amor de mi madre. Ella sufrió mucho por culpa de ese sentimiento, y yo no quería vivir algo así. Me lo repetía una y otra vez: "No quiero pasar por eso, no permitiré que me engañen."
Era una niña que ni siquiera imaginaba todo lo que viviría después. El tiempo pasó y ya iba a la primaria. Era muy apartada, casi no hablaba con mis compañeros. Pero un día conocí a un niño… lo vi tan perfecto, tan hermoso. Su sonrisa era contagiosa. En pocas palabras, era especial. No sé por qué, pero me atraía mucho: un amor de niños, como se dice.
El tiempo volaba como un tren bala. Por problemas de salud tuve que dejar la escuela un año, y al regresar repetí el grado. Fue agotador. Al volver, buscaba a ese niño, pero no lo veía por ninguna parte… era como si nunca hubiera existido, como si todo hubiese sido una ilusión.
Más adelante, vi a otro niño que me resultaba muy familiar, y en mi mente apareció la imagen del niño de la primaria. Sentía que era él. Pero no todo era color de rosa. Siempre pasa algo que te hace preguntar: ¿por qué a mí?
El colegio, ya sabes… el infierno de muchos. Él era muy tímido, apenas cruzábamos miradas, y nunca se atrevió a hablarme. Yo deseaba que lo hiciera, pero no… nunca pasó.
Me mudé de país buscando un mejor futuro. De él, no supe nada más. O eso creía… hasta que un día recibí una solicitud de amistad en Facebook. Tenía el mismo nombre que ese chico. Ya tenía 13 o 14 años. Era pequeña aún, pero esa ilusión…
Acepté su solicitud, aunque no me habló de inmediato. Pasó el tiempo… hasta que un día lo hizo. Todo comenzó con un simple:
"Hola, ¿te acuerdas de mí?"
Hablamos como amigos. Nos fuimos conociendo poco a poco, compartiendo anécdotas, risas, recuerdos. El tiempo pasaba y, un día, se me declaró. Me confesó que siempre le había gustado desde la primaria, que yo era la niña más linda que había visto, pero que su timidez lo había detenido para hablarme.
Por supuesto, yo también me sinceré con él. Le conté que sí me gustaba, que no le hablaba no porque no quisiera, sino porque sentía que debía ser él quien diera el primer paso. Siempre fui directa, y no me guardé nada.
Por cosas del destino, seguimos conociéndonos más a fondo. Y como no soy de guardar secretos, se lo conté a mi mamá. Me sorprendió que ella me apoyara, aunque también me advirtió: "Es un amor de niños, hija. Aún no sabes lo que quieres."
Tenía razón… en parte. Pero en esa conversación descubrí algo que me dejó sin palabras.
Mi madre conocía muy bien a la familia de él. Me reveló que era pariente de una mujer que se había metido con mi padre.
Sí. Yo también quedé en shock.
Mi mamá, sin embargo, me dijo que no había problema con que lo conociera, pero que no me ilusionara demasiado. Me advirtió que esa familia no era de fiar. Aun así, yo seguí adelante… con cuidado, pero con el corazón abierto. Quería conocerlo por mí misma, no por lo que otros dijeran.
#958 en Otros
#191 en Relatos cortos
#202 en Novela histórica
un amor que duele, amor no correspondio, un amor para recordar
Editado: 15.05.2025