Cuando llegó el momento de él, me dijo:
—Espéreme, que me cuesta escribir...
Y sí, se tardó, pero lo esperé pacientemente. Hasta que por fin me dijo:
—Bueno, pues... mi historia es similar. Espero y te guste.
Entonces empezó con su historia:
La hormiguita y su búsqueda por un hormiguero perfecto.
Pero antes de que empezara, le pregunté por qué se llamaba así. Me parecía un título raro. Él me respondió:
—Es que la hormiguita es pequeña... como alguien que conozco.
Me reí, porque sí, soy pequeña, pero tampoco para tanto. Luego le pregunté qué tenía que ver el hormiguero, y me dijo:
—Mire, imagine que la hormiguita es una persona común y corriente, y el hormiguero es su hogar... pero un hogar que ella busca con alguien, donde pueda sentirse segura.
Y así comenzó la historia:
---
Había una vez una hormiguita muy pequeñita que deseaba, de todo corazón, encontrar un hormiguero donde se sintiera segura. Un lugar donde no existiera la traición, donde pudiera expresarse libremente y ser ella misma.
Pero no era fácil. Buscaba y buscaba, pero nada salía como ella quería. Siempre terminaban traicionándola. Por eso, se cansó de mostrar su verdadero ser, de darlo todo y no recibir nada a cambio.
Un día, como cualquier otro, decidió que no importaba cuánto le costara: encontraría ese hormiguero perfecto. Emprendió su búsqueda con decisión, aunque fue un camino difícil.
Hasta que, al fin, llegó. Lo encontró.
Era justo como lo había soñado: cálido, acogedor, un lugar donde podía ser ella misma. Pero había un detalle que no la dejaba tranquila: el hormiguero se veía maltratado, solo, como si muchas personas hubieran pasado por él solo para destruirlo. Sus paredes estaban derrumbadas, parecía olvidado, desechado.
La hormiguita, al ver esto, tomó una decisión: arreglarlo. Lo haría con amor y paciencia, aunque sabía que no sería fácil sanar algo tan roto. Pero también sentía que se identificaba con ese hormiguero. Por eso, puso todo de sí —su tiempo, su cariño, su fe— para construir algo nuevo.
Y así fue como, poco a poco, ese hormiguero roto se transformó en algo indestructible.
---
Cuando terminó de contarla, le dije:
—Wow... pues mira, para no saber expresarte, lo hiciste muy bien. Me encantó.
Él respondió:
—Gracias, lo hice con mucho sentimiento. Pensando en alguien a quien no puedo decirle lo que siento.
Yo, sorprendida, le pregunté:
—¿En serio? ¿Y por qué no se lo dices? No perderías nada... quién sabe, tal vez ella sí te quiere como tú quieres que te quieran.
Él contestó:
—El problema es que, por tanto que hablan de mí, a ella no le ha de agradar. Pero yo daría todo por hacerla sentir bien y amarla como se lo merece.
—¿Pero dime, quién es ella? —insistí—. ¿No crees que nuestras historias hablan de nosotros mismos?
—Lo mismo iba a decir... —respondió.
Luego dijo:
—Mira, la verdad... la hormiguita eres tú. Siempre he querido decirte lo que siento, pero a la vez tengo miedo de no ser de tu agrado.
Yo le respondí con sinceridad:
—Siendo honesta... sí siento algo por ti. Pero como tú dijiste, por todo lo que dicen de ti no me fío mucho. Y si de verdad sientes algo por mí, vas a tener que cambiar, porque a mí no me gustan las personas que solo lastiman sentimientos.
Nos confesamos lo que sentíamos el uno por el otro y decidimos empezar a conocernos en serio, con intenciones claras. Pero había un problema: no sabía cómo mi amiga lo iba a tomar.
Mucho antes de que nos confesáramos, empezaron a circular rumores de que él y yo andábamos juntos. Escuché que mi amiga reaccionó muy confundida y hasta dijo que éramos unos hipócritas. Eso me dolió, porque en ese momento solo hablábamos, y yo misma le había contado que sentía algo por él, pero que no estaba segura.
Entonces me quedé pensando... ¿Será que ella también siente algo por él?
#2420 en Otros
#606 en Relatos cortos
#400 en Novela histórica
un amor que duele, amor no correspondio, un amor para recordar
Editado: 12.06.2025