Por culpa mía

Confianza en duda

Mis dudas eran muchas, porque notaba que mi amiga confiaba más en las palabras de otras personas que en las mías. Cuando decidí hablarle sobre nosotros, fue porque de verdad sentía que él y yo nos estábamos conociendo de forma sincera. Antes solo hablábamos como dos desconocidos, pero ahora ya era otra cosa.

Cuando le conté, me dijo:

—Mira, yo ya sabía que tú y él tenían algo. Era muy obvio, pero qué mal de tu parte no contarme nada.

Yo le respondí:

—Si no te conté nada fue porque no era oficial. Desde antes te dije que sentía atracción, pero no estaba segura. Preferiste creer lo que tus “amigas” decían de nosotros.

Le dije eso porque sus amigas nunca me vieron con buenos ojos. A mí tampoco me agradaban, pero nunca me metí, aunque sí le aconsejaba que no eran de fiar. Ella nunca me escuchaba.

Luego me dijo que eso no tenía nada que ver, que igual tenía que habérselo contado.

A lo que le respondí:

—Sabes, ni siquiera quería decirte nada porque ya había escuchado que tus amigas andaban diciendo cosas que ni habían pasado. Y por lo que vi, les creíste mucho a ellas.

Me quedé confundida, porque ella reaccionó de una manera que me hizo pensar que en realidad le gustaba él. Era muy evidente. Entonces le pregunté:

—¿O es que de verdad te gusta?

Ella se burló:

—Estás loca, yo jamás andaría con alguien así. Al rato te cambia por algo fácil. Me da asco él.

Me respondió con tanto odio, estaba muy enojada, y eso no fue todo. Se alejó de mí, hasta dejarme sola.

Un día cualquiera decidí ir a la biblioteca. Ella llegó y me preguntó si quería ir a comer con ella. Le respondí que no, y como si nada, se fue con otra amiga. Yo me quedé sola, así que fui a leer un poco. Él también estaba ahí, acompañado de unos amigos. Cuando sus amigos se fueron, se acercó y me preguntó por ella.

—Se fue con su amiga. Pues ya sabes cómo están las cosas —le dije.

—Sí, lo sé. Qué mal, la verdad. Lo siento mucho, siento que fue mi culpa también, pero no entiendo por qué ella reaccionó así.

—Si te soy honesta, ni yo lo entiendo. A lo mejor sí le gustas.

—¿Qué dices? Ella misma dijo que nunca podría gustarle.

—Lo sé, pero fue obvio. Le molestó que habláramos. Quién sabe si todo eso lo hizo solo para molestar, y en realidad sí te quiere.

—En realidad, no me importa lo que ella piense. No me gusta. Solo la vi linda y ni sé por qué hablé con ella de eso. Fue ridículo. Pero mira, de verdad te quiero, solo a ti, y no me importa lo que digan. Te voy a demostrar que me importas tú.

Cuando dijo eso, ni yo lo sentí seguro. Sentía que me estaba metiendo en algo que no era mío. Pero él me atraía mucho, tanto que terminé contándole cosas personales. Tal vez fue un error mío dejarme llevar tan rápido. Algo me decía que eso me iba a afectar más adelante.

Pasaron los días y mi amiga seguía ignorándome, hasta que un día se acercó y me dijo:

—¿Podemos hablar?

—Sí, dime, ¿qué pasa?

—Mira, de verdad actué mal contigo y con él. No sé por qué me puse así si tú llegaste y me hablaste directamente de que se estaban conociendo.

—Gracias por decirlo. En realidad no me afecta tanto, pero no quiero que él llegue a hacerte daño. Sabes que no es buena pieza y tengo miedo de que te lastime.

—Mira, solo lo estoy conociendo, no me estoy haciendo novia de él al instante. No te preocupes por eso.

—Ya sé que no tengo que preocuparme, pero… espero que no te pase nada malo. Te quiero mucho.

Seguimos hablando y arreglamos las cosas, al punto de estar todos bien. Ella y él se llevaban bien, y así fluyeron las cosas durante dos meses.

Hasta el día en que él y yo tuvimos que despedirnos. Yo tenía que irme a otro instituto mientras él se quedaba un año más. Acordamos mantener la conversación hasta volvernos a ver el año próximo.




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