Antes de mi despedida, viví los dos meses más hermosos que he tenido. Fue como un cuento de hadas. No pasaba un solo día sin que él me escribiera, cada mensaje lleno de tanto amor que me hacía sonreír con el alma.
Todavía recuerdo el día en que me dio mi primera carta.
—Mira, hice esto para ti. Espero que te guste, pero ábrela en tu última clase y luego me cuentas qué te parece —me dijo, con esa mirada dulce que tanto me gustaba.
—Está bien, ya tengo ansias por saber qué dice —le respondí, con el corazón latiendo de emoción.
Apenas llegué a clase, me senté y abrí la carta. Era mi primera carta... una sensación completamente nueva. Imagina recibir tu primera carta de amor: mi corazón latía tan fuerte que sentía que todos lo podían oír.
Cuando la abrí y comencé a leer, decía:
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Hola, mi niña hermosa:
Sé que no soy bueno expresando lo que siento, pero quiero que sepas que escribir cartas se volverá algo frecuente entre nosotros.
Primero, no tienes idea de cuánto te quiero. Eres tan especial para mí. Eres la primera persona con la que me siento seguro de abrirme y contar cada cosa. Te aprecio muchísimo, y aunque el tiempo haya sido corto, eso no importa. Quiero que sepas que te amo, y sin importar lo que pase, yo te lo demostraré.
Eres mi niña hermosa, la luz de mis ojos, la tuerca que hace funcionar mi corazón. Cuando te veo, siento miles de mariposas en el estómago. Me haces sentir cosas inexplicables, y te doy las gracias por eso.
I love you.
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Cuando terminé de leer la carta, mis ojos se llenaron de lágrimas. No podía explicar lo que sentía. Fue tan hermoso.
Al salir de clase, lo abracé con fuerza y le dije que era la primera carta que alguien me daba. Que sus palabras me habían llegado al alma.
—No te preocupes —me dijo—, te voy a escribir frecuentemente. Ya verás. Te voy a demostrar todo de mí, porque te amo.
Era tan atento conmigo… Se preocupaba por si había comido, y si no lo había hecho, me compraba algo o incluso me cocinaba. Me regañaba si me saltaba las comidas, y me amenazaba en broma diciendo que si no comía bien, no me escribiría más cartas. Me decía que las niñas lindas tenían que cuidarse mucho.
Me daba besitos en la frente, y con el tiempo empecé a sentirme como una niña consentida, pequeña, berrinchuda y aprovechada. Me decía que yo era su consentida. Ufff, me sentía única… ¡cómo me trataba!
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un amor que duele, amor no correspondio, un amor para recordar
Editado: 12.06.2025