¡por dios Carolina!

Capitulo 4

—¡Hay que me va a dar, hay que me va a dar... haber espera un momento, tú me ofreces tomar ¿qué? Un café o un trago. Digo nerviosa y roja como un tomate, pero bien madurito.

— Bueno la verdad me encantaría tomar algo en un bar, pero si quiero eso tendré que esperar mucho a que estés mejor de salud y la verdad es que no puedo ni quiero esperar tanto. Me dice sentado a mi lado con cara de hombre coquetón y muy sexy.

—¡Uy que calor!— digo haciendo el gesto con mis manos para hacer un poco de viento a mi cara. Es que yo nunca he podido hacerme la tonta con estas cosas, no sé cómo comportarme cuando alguien me tira los tejos de una forma tan evidente, ósea cuando me dicen piropos o algo así siempre los esquivo con algún chiste o algo, pero ahora es tan directo y además ni siquiera puedo arrancar con estas piernas tiesas que me dejaron, puede ser que por eso no he encontrado a nadie en este tiempo sola. Veo a Rafael riéndose, parece que disfrutará viéndome así de nerviosa.

 — Oigame usted me está tirando los cortes, no sé cómo comportarme con esto, no se ría de mí ¿está claro? Que así no tendrá ni un café, ni un trago y mucho menos un polvo (Sexo para los que no me entiendan)—  le digo muy molesta con la actitud que ha adoptado conmigo, al parecer no se esperaba esa reacción y ahora fue él quien se puso de todos colores, creo que hasta verde estaba de la impresión por mi respuesta y es que yo nerviosa no puedo mentir ni fingir ni nada así todita la verdad sin tapujos, no sé si será algún defecto de mi personalidad, pero me gusta ser así tal cual con vómito verbal incluído.

—No, no tranquila es solo que... no sé, me causo gracia y mucha ternura que te comportes así fue... lindo, disculpa si te ofendí no fue mi intención en lo absoluto.

 — ¿Lindo? ¡uuf! Mírame bien, yo no estoy para ternuritas ¿de acuerdo? Y por lo del café... bueno está bien tienes mi contacto en mi ficha llámame cuando me hayan sacado el yeso y pueda caminar por mi misma — le digo sin más cruzándome de brazos amurrada como si fuera una niña que han castigado en su cuarto sin televisión.

— Rafael me mira asustado y me dice— Bueno está bien en unas semanas te llamaré para ese café, nos vemos y que te mejores pronto— dice despidiéndose con un beso en la mejilla bastante largo como para ser una simple despedida, era suave solo podía pensar en el rose y su olor que me embriagaba al punto de olvidar donde estoy y hasta el enojo se me pasó con el contacto, al separarse me miro directo a los ojos, era como si le costara irse, él no quería irse, nos aferramos al momento sin hablar, solo mirarnos y disfrutar de esa conexión. Unos golpes en la puerta hicieron que la magia acabara y pudiéramos por fin separarnos.

— Adelante. En ese momento mi madre entra feliz y encantada de la vida con una sonrisa en la cara, que llego a creer que se le acalambraron los cachetes o algo así por que no hace otra cosa —¿Hija ya estas lista para irnos a casa?

— Bueno Carolina te dejo para que te prepares para irte a casa, la enfermera te ayudará a prepararte, nos vemos cuídate mucho— y el muy cabrón se va dejándome sin palabras, sin nada.

— Hay mija por fin a casa, ya no aguanto más estar aquí me ahoga tener que estar aquí, ojalá que nunca más me hagas pasar por algo así que no la cuento dos veces ¿me has oído jovencita?

—Si mama no te preocupes y ayúdame a vestirme que no aguanto estar acostada un minuto más en esta cama.

—Hay hijita verdad casi se me olvida, el joven que te ha atropellado quiere verte, está afuera esperando lo hago pasar?

—Si claro quiero pedirle disculpas por todo esto. Mi madre sale a buscarlo y entra casi de inmediato con el atrás — es bastante guapo aunque no tanto como el doc. pero si que se salva bastante.

— Hola señorita me llamo Pedro Soto, ¿Qué tal se encuentra? Me han dicho que ya le darán el alta, quiero pedirle disculpas por todo lo que ha pasado la verdad ha sido muy duro todo esto para mi y mi familia, llevo poco tiempo en este oficio y esto es algo muy fuerte para mí.

—No, no discúlpeme usted a mí no sé en qué estaba pensando al cruzar una calle sin mirar la que lamenta todo esto soy yo, por favor permítame recompensarle de alguna manera la verdad que necesito ayudarlo de alguna forma.

—Bueno si que me podría ayudar en algo, el taxi no es mío y la verdad con el choque tengo que hacerle reparaciones, si usted pudiera ayudarme con eso, no pretendo que lo pague todo, solo un porcentaje ya que no puedo pagarlo por completo.

—Si por supuesto cuente con aquello, le daré mi dirección y número de teléfono para que nos pongamos en contacto ¿le parece? — le comento mientras trato de acomodarme, la verdad

— Si, ¿tiene en que irse a su casa hoy? La puedo llevar así sabré donde vive y puedo visitarla en los siguientes días para saber cómo va mejorando.

—Si claro lléveme la verdad es que tenía que tomar un taxi deje que me vista y nos vamos ¿sí? —Pedro sale de la habitación para poder arreglarme e irme por fin a casa, con ayuda de mi mamá y la enfermera me pasan a la silla de ruedas y puedo salir de ese maldito lugar.



#43590 en Novela romántica
#11639 en Joven Adulto

En el texto hay: humor, obsesion, passión

Editado: 05.09.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.