Por favor, no me olvides

Capítulo 5 | Dos años después

Las vacaciones habían terminado, y era momento de regresar a la escuela. Estaba demasiado emocionada, que incluso me levanté más temprano de lo habitual.

-¿Ya llevas tu Lunch? -Preguntó papá antes de irme a la escuela.

-Si -Dije asintiendo.

-Muy bien, entonces es hora de ir a la escuela. Corre que se te hará tarde -Dijo dándome un beso en la frente.

-Está bien, nos vemos luego papá -Dije saliendo por la puerta.

Recuerdo que salí corriendo, y tomé mi bicicleta. Apenas me iba cuando noté a Adrian tomado de la mano de su madre a lo lejos. 
Entonces me puse en marcha, cuando por fin los alcancé lo saludé.

-¡Hola Adrian! -Saludé alegremente.

Él, por su puesto, reconoció mi voz.

-Hola Annie

-¿Vas a la escuela? -Pregunté

-Si, a la misma que tú.

-¡Qué bueno! -Exclamé- ¿No les molesta si los acompaño?

-No, para nada, Annie -Me dijo la madre de Adrian.

Al llegar a la escuela, habían muchos niños mirando de forma extraña a Adrian. Su mamá se despidió de él, y juntos entramos.

En clases, la maestra presentó a los nuevos compañeros de clase, ya que Adrian no era el único. 
Eran unos cinco; tres niñas, y dos niños.

-Ya te puedes sentar, Rubith -Dijo la maestra- Bueno, y ya por último, aquí tenemos a un nuevo compañero, ¿Cómo te llamas?

-Adrian -Respondió él tímidamente.

-¿Y por qué decidiste venir a esta escuela?

-Porque aquí está mi mejor amiga.

-¿Ah, si? ¿Quién? -Preguntó la maestra.

-Se llama Annie Bridgest.

Todos mis compañeros voltearon a verme de forma extraña, algunos burlándose de mi, porque según ellos, tenía a un amigo muy raro.

-¿Y para qué es ese bastón? -Preguntó uno de los presentes

-Es para llevarme a lugares bonitos.

-¿Y por qué usas esos lentes? -Preguntó otra.

-Es para que no me pierda.

-Niños, no se si no se han dado cuenta, pero Adrian, es un niño ciego -Dijo la maestra- Él no puede ver, así que les pido a todos que se lleven bien con él.

-¿Ciego? -Dijo Adrian haciendo una cara de molestia- ¡No, claro que no! Yo puedo ver con mis manos

-¿Con sus manos? -Dijo uno de los niños- Aparte de ciego, ¡Loco!

Todos en el salón comenzaron a reír, mientras que yo hacía una mueca de disgusto.

-¡No se burlen! -Gritó Adrian, muy enfadado- Yo si puedo ver con las manos, si quieren, pueden preguntárselo a Annie, ella es testigo de que si puedo, ¿Verdad, Annie?

Todos voltearon a verme con disgusto.

-¿Es cierto, Annie? -Me preguntó un niño.

-Vamos a ver si aquí tenemos a otra loca -Dijo otro.

-¡Responde Annie! -Dijo Adrian- Diles que si es cierto.

Yo, nerviosa, y casi tartamudeando, lo único que dije fue: -No, eso no es cierto. Adrian está loco.

Aunque ya hayan pasado muchos años, me sigo sintiendo mal por eso, por mi culpa, todos los del salón trataban mal a Adrian: le escupían, le pegaban con bolitas de papel, lo empujaban, le tiraban su comida, o a veces, incluso, la llenaban de tierra y lo obligaban a comérsela. Fue todo mi culpa.

Ese día, Adrian se sintió muy decepcionado de mi, que cuando fue la hora de la Salida, no me esperó, y se fue a su casa. Ese día, y todos los que siguieron después de ellos, fueron muy malos para él.

Al anochecer fui a buscarlo a su casa para arreglar todo, y pedir disculpas, pero al ver por la ventana, lo encontré en las piernas de su madre llorando. Se me había partido el corazón. Preferí no interrumpir, sabía que si iba a buscarlo, él no querría salir.

Sin embargo, Adrian siempre se destacaba por sacar muy buenas calificaciones, aún siendo ciego, era alguien muy inteligente, siempre fue el preferido de todos los maestros, lo cual hacía enojar a todos los demás.

Tuvieron que pasar varios días, hasta que una vez, mientras miraba como molestaban a Adrian empujándolo de un lado a otro, preferí darle un "Fin" a la situación, tenía que arreglar todo de alguna manera. Me acerqué, decidida.

-¡Ya déjenlo en paz! -Grité fuertemente. Todos voltearon a verme sorprendidos, excepto Adrián.

-¿Annie? -Preguntó él confundido.

-Adrian, por favor, escúchame, sé que hice mal, está bien que me hayas dejado de hablar, pero, no quiero que dejemos de ser buenos amigos. Perdón por mi cobardía, por favor, perdóname.

-No te preocupes Annie, perdóname a mi por dejarte de hablar

-Y para su información -Dije refiriéndome a los demás-, él puede ver con las manos -Todos se quedaron en silencio- ¿Amigos?

-Si Annie, Amigos.

Desde aquella vez, comprendí que mi amistad con Adrian era grande, infinita. No podía estar lejos de él, sin poder hablarle y sin ver aquella sonrisa la cuál me encantaba. Apenas éramos niños, y yo sabía que nuestra amistad sería realmente hermosa. Desde aquella vez, no volví a permitir que lo siguieran molestando.




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