Por favor, no me olvides

Capítulo 11 | Comienzo de algo nuevo

Estaba ansiosa por que llegara el fin de semana. Deseaba conocer a toda mi familia.

Durante todos esos días estuve pensando en cómo serían. Siempre me pregunté porqué papá no me llevaba a conocerlos, había veces en las que se rehusaba a hablar sobre mamá.

Después de tanta espera, el fin de semana había llegado finalmente. Me levanté mucho más temprano de lo habitual, preparé el desayuno y la poca ropa que llevaríamos.

-¡Es tarde! ¡Es tarde! -Fui corriendo a despertar a mi padre.

-Apenas son las seis, Annie -Dijo viendo el despertador.

-Llegaremos tarde papá. He preparado el desayuno, baja a desayunar. Te estaré esperando.

Después de diez largos minutos de espera, vi aparecer a papá bajando las escaleras.

-Estoy ansiosa -Dije con una enorme sonrisa.

-Lo sé -Respondió dándole una mordida a su torta-, te levantaste más temprano de lo habitual.

-Muero por conocerlos. ¿Por qué nunca me llevaste a verlos?

-Mmm -Se quedó callado, pensativo-. No tenía tiempo.

-¿No tuviste tiempo durante diez años? -Cuestioné incrédula.

-No lo entiendes Annie. Mejor ve a lavarte los dientes para irnos ya.

-Me gustaría saber porqué nunca me has llevado -Me miró serio e hizo un gesto para que fuera a hacer lo que me dijo-. Ya voy -Resonge.

Las maletas ya se encontraban dentro del coche. Explotaba de felicidad. Diez años de no haber visto a mi familia era mucho tiempo, y realmente no los recordaba.

-¿Cinturón? -Dijo mi padre antes de arrancar -Como era costumbre-.

-Listo -Contesté.

-Muy bien, vamos allá.

Durante el camino fui callada viendo el hermoso paisaje que se avecinaba ante nuestros ojos. Papá, al igual que yo, se encontraba mudo, no decía ni una sola palabra.

Pasaron al rededor de dos horas hasta que vi el carro estacionarse frente una casa café.

-Hemos llegado -Dijo después de dos horas.

-¿Es aquí? -Pregunté bajándome del carro.

-Si, vamos -Dijo dirigiéndose hacia el pequeño portón blanco. Tocó el timbre al rededor de tres veces-. Bueno, es comprensible que quizá ya no vivan aquí, han pasado diez años. Será mejor que nos vayamos -Dijo aproximándose al carro.

-No, espera -Espeté- Ahí viene una señora.

-¿Uh? -Se acercó rápidamente al portón, y al momento aquella señora se quedó estática, sólo viéndonos a papá y a mí.

-¿Alejandro? -Apenas pudo decir.

-Si, soy yo -Dijo con un hilo de voz.

-¿Y ella es... Annie? -Asentí.

Se acercó hasta nosotros viéndonos fijamente detrás del portón. Al abrir éste, me dio un abrazo que para mí duró una eternidad.

-¡Cuanto has crecido! ¿Cuantos años tienes?

-Tengo quince -Respondí.

-Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te vi. Seguro no sabes quien soy -Moví la cabeza en forma negativa- Soy tu abuela, Annie.

-Lo supuse.

-Vengan, pasen -Dijo caminando hacia la casa.

La casa era fría y oscura por dentro. La abuela me presentó a mi abuelo, y me pidió que los dejara a él y a mi padre solos, dudé un poco, pero finalmente terminé accediendo.

Aquella plática duró más de una hora, estaba comenzando a desesperarme. De repente vi a una jovencita caminar por uno de los pasillos de la oscura casa. Ésta al verme se sorprendió.

-¿Quién eres tú? -Preguntó con una ceja enarcada.

-Me llamo Annie.

-¿Annie? -Cuestionó sorprendida- ¿Annie Bridgest?

-Si, soy yo -Se acercó hasta mí rápidamente hasta rodear con sus brazos mi cuerpo.

-Soy Griselda -Se presentó dándome la mano, tu prima.

Ese día conocí a personas importantes en mi vida. Personas que no había visto desde hacía años atrás.

Después de varias horas papá y yo decidimos irnos, no sin antes prometer que volvería.

Caminaba rumbo a la escuela con la vista baja. Era un Jueves, estaba dispuesta a hablar con Adrián de cualquier manera. Cada día él se veía peor que el anterior, sin embargo trataba de ocultarlo; actuar como si nada pasara, y nadie se daba cuenta, excepto yo.

Al entrar a la escuela lo vi caminando a lo lejos, comencé a correr por los pasillos para poder alcanzarlo, sin embargo alguien me detuvo tomando una de mis manos.

-Annie -Me di cuenta que aquella persona era Sebastián, se veía distinto, como si se hubiese arreglado más-, necesito hablar contigo.

-¿Ahora? -Dije volteando hacia Adrián, que caminaba a lo lejos.

-Si -Dijo rascándose la nuca-, Necesito decirte algo muy importante.

-Lo lamento Sebastián -Dije rápidamente-, ahora mismo estoy ocupada, ¿Podrías hablarme sobre eso mañana?

-Um -Se quedó pensando por algunos segundos-, está bien, mañana será entonces.

-Gracias -Dije apretando sus manos antes de comenzar a correr nuevamente.

Cuando finalmente lo alcancé grité su nombre, él se quedó quieto y yo comencé a respirar agitadamente.




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