Por favor, no me olvides

Capítulo 15

Hacía frío. Demasiado frío.

La lluvia caía torrencialmente, los relámpagos iluminaban a lo lejos el cielo oscuro. Parecía que el estruendo de los truenos haría retumbar la tierra. Y lo amaba.

Veía a través de la ventana el viento furioso golpear las ramas de lo árboles. Iban de un lado a otro, sin embargo éstos eran resistentes: por más golpes que recibían, no se doblegaban.

Todo en la casa se encontraba en silencio, lo único que se escuchaban eran los truenos. La casa estaba oscura, era ligeramente iluminada por los relámpagos.

La abuela se encontraba tejiendo en un rincón de la sala. El abuelo dormía apaciblemente en su habitación. Griselda se quejaba de la lluvia y los relámpagos.

El olor a tierra húmeda comenzó a llegar hasta mí. Cerré los ojos recordando aquél momento junto a Adrián. Imaginé que él estaba a lado mío, que teníamos nueve años otra vez. Sonreí con melancolía.

Habían pasado algunas semanas después de que caí al río. No había vuelto a ver a ese muchacho irritante. Todos los días llovía, sin embargo aquella noche las gotas de lluvia caían tormentosamente sin parar.

A la mañana siguiente desperté en el sillón, seguramente me había quedado dormida apreciando el sonido de los truenos.

Al salir, sólo pequeñas gotas de lluvia caían, el cielo se encontraba despejado, y el suelo aún estaba húmedo.

La abuela nos pidió a Griselda y a mí que fuéramos por naranjas al río. Durante el camino ésta se quejaba por el lodo que había dejado la lluvia.

Después de una larga y difícil caminata llegamos a nuestro destino. Tomamos las canastas y comenzamos a meter la fruta.

Una naranja me golpeó en la cabeza, inmediatamente volteé a todas partes. Al no encontrar a nadie seguí cortando.

-¡Auch! -Exclamó mi prima mirándome con enojo. Ésta se encontraba cortando naranjas en otro arbol.

Sin más aventó una naranja hacia mí. Hice una mueca de dolor. Tomó todas las naranjas que había en su canasta aventandolas una por una.

-¡Espera! -Gritaba cubriéndome el cuerpo. Parecía no escucharme- ¡Espera!

-Te parece muy gracioso, ¿Eh?

-No sé de que hablas. Yo no te hice nada -Dije con sinceridad.

-Mientes -Me miró furiosa. Recogió la canasta vacía y se fue.

-¡Gris, espera! -Grité. Ella me ignoró, ya estaba lo suficientemente lejos de mí. Sabía bien quien era el causante de lo que había sucedido- ¡Sal de donde sea que estés! Ya sé que eres tú.

Miraba molesta hacia todas partes. ¿Y si realmente no había sido él? Tomé la canasta con naranjas y me dispuse a irme.

-Muy bien. Adivinaste -Oí decir a mis espaldas. Conocía su molesta voz. Volteé a verlo con enojo.

-Eres molesto -Dije poniendo los ojos en blanco. Él sonrió orgulloso.

-Te dije que no quería verte por aquí.

-No pienso seguir hablando contigo -Nuevamente tomé la canasta y me fui mientras sentía su mirada en mi espalda.




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