Por favor, no me olvides

Capítulo 24 | Esperanza

Algunas semanas pasaron después de aquello. Aún seguía sin saber de Adrián. Sin embargo, había hecho grandes amistades como Rebeca y Bryce —Quien siempre estaba más interesado en conocer México—.

Los había presentado a los dos, lo cuál fue una buena idea. Comenzamos a ser inseparables los tres. Ambos se empeñaban en enseñarme lugares fantásticos en Madrid, lo cuál les agradecía profundamente. Todos los fines de semana salíamos a un lugar nuevo, y yo cada vez estaba más impresionada.

Ese día habíamos quedado en ver una película en casa de Rebeca. Bryce pasaría por mí y nos iríamos juntos.

Maité, por alguna razón, no estaba de acuerdo con nuestra amistad. Era obvio que ella sentía cosas por él. Bryce y yo lo habíamos notado.

Estando en el cuarto, había escuchado el timbre. Al bajar vi a Maité hablando con Bryce en el umbral.

Me acerqué a ellos con seguridad. A pesar de las maldades que ella trataba de hacerme, no me doblegaba.

—Hola. —Saludé.

Maité volteó hacia mí con una mirada que me heló la sangre. ¿Que sucedía con esa chica? Parecía furiosa.

—Hola —dijo Bryce sonriente al cabo de que Maité se fue.

—¿Sucedió algo? —dije extrañada caminando por el jardín.

—Le dije unas cuantas cosas.

—¿Sobre qué? —reí—. ¿Ya te confesó su amor? —bromeé.

—Ya —dijo con naturalidad.

—¡¿Ya?! —exclamé sorprendida—. ¿De verdad? ¿Que le dijiste?

—Pues que no me agrada —rió despreocupado.

Nos subimos al auto platicando aún sobre el tema.

—¡No le hubieras dicho eso! —exclamé riendo—. Ahora estará más insoportable.

—Le dije que ya no te molestara, descuida.

—¿Qué? —pregunté incrédula—. ¿Por qué hiciste eso? ¡No era necesario! Puedo defenderme sola.

—Aún así, me molesta.

Me quedé en silencio. No supe que decir, simplemente voltee hacia la ventana perdiéndome entre la luminosidad de la noche.

Al llegar, Rebeca nos esperaba con tres botes de palomitas, lo suficientemente grandes para los tres. Yo había llevado mi propia salsa para mojarlas en ella.

Nos sentamos sobre el sofá de la sala acomodándonos lo mejor que pudimos, comenzando a ver la película. Por supuesto, sería una de terror.

No dimos más de tres brincos en toda la película. En realidad, no le habíamos puesto demasiada atención ya que nos habíamos quedado platicando durante toda la película.

No era un secreto que Bryce era un mujeriego, sin embargo con nosotras parecía distinto. Lamentablemente él iba en una escuela diferente, por lo que sólo nos veíamos los fines de semana.

—Sí. Annie en realidad vino a buscar a un viejo amigo de su infancia —comentó Rebeca. Yo me encontraba en la cocina escuchando. No sabía como había surgido aquella plática.

Caminé hacia ellos adentrándome en la sala con más palomitas.

—¿Es cierto eso? —preguntó Bryce.

—Sí —dije con normalidad.

—¿Y por qué?

—Pues porque Annie sigue enamorada de él. —Se burló Rebeca.

—¡No es cierto! —exclamé avergonzada—. Sólo quiero volverlo a ver.

—Vamos Annie, no mientas. Siempre que hablas de él parecen brillarte tus ojos.

—¿Desde cuando no lo ves? —preguntó Bryce.

—Um... Desde los quince años —dije avergonzada—. No sé si él me recuerde aún. Éramos muy unidos de pequeños.

—¿Y por qué dejaste de verlo?

—Es una larga historia. Me fui a otro lado y perdimos la comunicación.

—¿Y viniste sólo a buscarlo?

—Sí. Y a estudiar, claro. Mi padre me contó que él estudia aquí, en Madrid. Pensé que no sería difícil encontrarlo, pero me equivoqué.

No le había hablado a Bryce sobre Adrián. Temía que pensara que estaba loca o algo por el estilo.

—Debe importarte mucho como para venir a buscarlo.

—Nunca he dejado de pensar en Adrián. Siempre he deseado volver a verlo, volver a...

—¿Adrián? —interrumpió Bryce—. Conozco a dos personas que se llaman así.

—¡¿De verdad?! —Una esperanza de encontrarlo se asomaba sigilosamente de entre la oscuridad—. ¿Cómo son?

—Bueno... Uno es un muchacho tranquilo, respetuoso y amable. El otro es lo contrario —rió—. Puedo llevarte a mi escuela pasado mañana para que veas si es alguno de los dos.

—¡Si! —dije con emoción—. Te lo agradecería demasiado. ¿Sabes cuáles son sus apellidos?

—No. No son amigos muy cercanos, únicamente los conozco de vista, y algunas veces he hablado con ellos.




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