Alice no sabia donde estaba. Alrededor de ella solo había oscuridad. A través de una pequeña ventana con barrotes, alcanzo a ver un cielo nocturno, con una débil luna nueva. Algo le dijo que saliera inmediatamente de ahí, y rompiendo una puerta salió a un claro.
Los olores la atacaron de inmediato. Una manada de alces paso cerca de ahí, y ella, no pudiendo refrenar su sed, dejándose llevar por su instinto, los siguió, y mato a tres de ellos. No la saciaron completamente, pero de algo sirvió. De pronto, tuvo una visión. Era un establecimiento lleno de personas. Afuera de él llovía. Ella estaba sentada en el fondo de la gran habitación, observando fijamente la puerta. Cayo un trueno, y la puerta se abrió. Entro un joven alto y musculoso. Rubio y atractivo. Era, al igual que ella, de piel nívea y profundas ojeras, tenía unos ojos color rubí, y su semblante demostraba tristeza y desesperanza. Ella avanzo hacia el, se miraron a los ojos. Ella agarró su mano… .
La visión termino, y Alice supo que su destino era encontrar a ese joven. Su corazón ya no latía, parecía sin vida, pero aún así, ella sabia que al encontrarle formaría parte de él. Ese joven sabría como hacerla vivir de nuevo. Es más, él seria su vida, y ella la vida de él. Estaba determinada a encontrarlo.
Al principio no sabía como o donde, pero poco a poco, las visiones se concretaban más. Podía ver ciertos edificios, ciertos señalamientos. Las visiones iba trazando la ruta hacia su destino.
A veces también veía que estando ya juntos, pertenecerían a una familia que era diferente a su especie. Alice sabía que normalmente, los pálidos y fríos como ella se alimentaban de humanos. Pero esa familia, los Cullen, se alimentaban de animales. Ellos convivían con los humanos. El jefe, por así decirlo, pero que más bien era como el padre, se llamaba Carlisle, y era un doctor compasivo y amable. Esme, su esposa, era la más amorosa de las madres. Edward, uno de sus "hijos", conservaba el garbo de su época. De hecho, él tenia casi la edad de Alice. Él era agradable, pero muy solitario, y el piano era su pasión. Rosalie, que al principio fue destinada para ser compañera de Edward, era muy bella, algo vanidosa, pero en el fondo, una buena persona. Ella había salvado al que ahora era su esposo, Emmett, del ataque de un oso. Él era fortachón, y una persona muy agradable. Ellos eran una familia, y aunque eran diferentes a los humanos, bien podrían serlo también.
Alice no podía esperar para conocerlos, ya sabia donde poderlos encontrar. Pero no quería llegar sin aquel joven, que después supo que se llamaba Jasper. Quería llegar con el, para así ser una verdadera familia. Sabia que los acogerían con los brazos abiertos, y eso la hacia feliz.
Mientras buscaba a Jasper, ella siguió la dieta de los Cullen, ya que aunque no los conocía aún, no quería defraudarlos antes de tiempo. Además, quería ser fuerte para ayudar a Jasper a superar su gusto por los humanos.
El tiempo pasaba, y un día se encontró en Filadelfia. Sus visiones le indicaron que habría lluvia, y se metió en una cafetería a esperar. La lluvia, en efecto, llego, y la cafetería se convirtió en un hervidero de personas. Los aromas le llegaban, pero ella tenía el suficiente autocontrol para soportarlo. Ya era de tarde. Y de pronto tuvo un deja vù. La cafetería aún estaba llena de comensales. El clima afuera estaba igual que en su visión. Ella supo que el estaba a punto de llegar, y miro atentamente la puerta. El rayo cayo, acompañado de un trueno, y la puerta se abrió. Y ahí estaba él Tenía la misma expresión: tristeza y desesperanza. Alice se puso de pie, avanzo hacia él, con una sonrisa en el rostro. Sabía que él cambiaría su expresión. Lo miro con alivio, y él respondió con una mirada confusa. Ella tomo su mano, y la manga de la chaqueta se subió un poco. Noto que su brazo, hasta donde alcanzo a ver, estaba marcado de cicatrices. No importa. Lo miro de nuevo, y con gran alegría le hablo.
-Me has hecho esperar mucho tiempo. -Le dijo.
Él, un poco apenado y confuso, agacho su cabeza, como disculpándose.
-Lo siento, señorita. -Respondió con una voz grave y un acento sureño, pero a Alice le pareció el sonido más hermoso del mundo. De su existencia. Ella no podía ser más feliz.
Agarró su mano con mayor fuerza, y salió de la cafetería, a la lluvia.
Alice lo había encontrado. Jasper por fin había llegado a ella, cambiando su existencia para siempre. Ahora era el turno de Jasper. Él tendría que aprender a controlarse, tendría que aprender a confiar y a amar, pero sabia que con su ayuda, él lo lograría. Estaba segura. Ella ya lo había visto.
Fin.