Por los siglos, de los siglos

Capítulo 3

Todo estaba hecho de manera surrealista. La oscuridad era lo único que podía ver, pero aun así podía percibir a alguien más en ese cuarto.

La luz de la luna no podía iluminar debido a las nubes negras que la tapaban.

«Esto es un sueño» pensó, aun viendo a esa sombra, totalmente estática, que estaba parado justo a los pies de su cama.

Curiosidad.

Ese sentimiento era el único que llenaba su cerebro, quería acercarse, pero algo lo detenía. Con cuidado, se levantó de la cama, mientras no despegaba la mirada de aquel ser.

—Eres tú ¿Verdad? El que me ha estado acosando —preguntó en un susurró, con la voz temblando—, pero estás en mi sueño, porque tú no eres real, solo una invención de mi mente insana —comentó intentando no demostrar su miedo. Reunió todo su valor, y con cuidado de no hacer ruido, corrió a la puerta de su habitación.

«No abre» pensó nervioso, con las dos manos en la perilla de aquella puerta de madera vieja, «No abre» su cerebro le volvió a golpear con aquel pensamiento. Su respiración empezó a acelerar, sus manos empezaron a resbalar por el sudor y se le dificulta más abrir la puerta, su desesperación crecía poco a poco.

Pero todo se detuvo, todo se quedó totalmente quieto por unos segundos, ni su respiración podía salir de su cuerpo. Los segundos parecían eternos, y luego, volvió a escuchar ese ruido.

El ruido de la madera rechinando cuando alguien lo pisaba.

«Se está acercando» supuso. Pero fue demasiado tarde. Los pasos de aquella sombra, se iban acercando, y justo cuando levantó su mano izquierda para golpear con fuerza la madera de la puerta, una mano se cerró en su muñeca. Y otra en su cuerpo, lo apego a la puerta. El aliento de ese ser, chocaba con su nuca. Era un aliento fresco, que logró que miles de escalofríos pasaran por su columna, y sus piernas estaban temblando hasta el punto en que no podía mantenerse de pie sin un sostén.

Entonces lo escuchó, aquellas palabras que no entendía, que no sabía cuál era la razón para poder decirlas, pero que, aun así, lo llenaba de terror.

—Después de todo el tiempo que te he esperado —le murmuró cerca de su oído. Y de pronto, su mano izquierda cayó como peso muerto a su costado. Estaba paralizado, totalmente quieto y sin fuerzas. Sintió que unas garras pasaron por sobre la tela de su pijama. Acariciando su torso, aquella criatura llegó hasta su cuello, y fue cuando Matthew pudo ver que era una mano, una mano pálida y con los dedos muy finos, con uñas bastante largas y de vista se veían muy filosas. Y luego sintió dolor, uno pequeño que provocaba alguna herida superficial, y entonces pudo ver que, en el dedo índice, había una gota, una pequeña gota rojiza. Una gota de sangre, su sangre—. No pensarás en librarte de mí tan rápido.

Fue en ese momento, en que su mente lo comprendió. No era un sueño.

Todo lo que estaba pasando, era real. Y que aquel ser, era real y también era peligroso.

Entonces abrió sus ojos, por la molesta luz del sol. Se levantó del piso, y sin reflexionarlo se dirigió con cuidado al baño, y después de lavarse la cara, un pequeño dolor lo despertó. Fijó su mirada en el espejo, y pudo ver un pequeño corte en su cuello, justo unos centímetros debajo de su mandíbula, era visible y sabía que debía buscar una buena excusa para ese pequeño accidente.

Se preparó para un nuevo día, y cuando salió del baño, vio a su profesor sentado en su cama, con la espalda recta y su mirada fija en el libro, que estaba sobre la mesita de noche. 




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