Por los siglos, de los siglos

Capítulo 4

La invasión del profesor Matei a su cuarto, no era sin excusa. Puesto que lo apuro, para poder llegar a un nuevo tour. Un tour sorpresa, del cual no dio mucha información.

Matthew se sentía extraño, porque había fijado su mirada en aquel libro negro, desde hace más de veinte minutos, decidiéndose entre llevarlo o no llevarlo. Al final, decidió llevarlo con él, dentro de su mochila, y seguramente leerlo en algún descanso.

Su profesor, lo estaba esperando afuera de su habitación. Cuando salió, vio cómo aquel hombre perfecto, solo estaba ahí, tranquilo y con una suave sonrisa en sus labios. Una sonrisa que lo desconcertó un poco, le resultaba sospechosa.

Ambos caminaron en un silencio absoluto. Matthew no sabía qué hacer claramente, ni mucho menos que decir con respecto a una conversación, puesto que a él le costaba iniciar las conversaciones. Pero para su suerte o su disgusto, la voz de su profesor lo sacó de su mente.

—¿Qué te ha pasado en el cuello? —preguntó, mientras acercaba su mano a su cuello—. Se ve como una cortada bastante pequeña, pero aun así es preocupante —murmuró acercando su rostro al cuello del menor, quien no dudó en alejarse.

—Solamente me lastimé —dijo nervioso por la cercanía—. No quise preocuparlo —susurró bajando la mirada.

—Es mi deber preocuparme por mis alumnos, y en especial, de ti —aunque quiso creer que lo último que escuchó, era de su ego jugando algún tipo de broma, que le hacía creer que ese hombre perfecto, se preocupaba por él especialmente.

Quiso seguir con la conversación, pero no pudo debido a que ya habían llegado a los límites del bosque, y frente a él había un sendero entre los árboles.

—Vamos —dijo su profesor, mientras daba un paso para adentrarse al bosque.

—¿No piensas que deberíamos esperar al guía de turistas? —preguntó Matthew nervioso e inseguro. En ese mismo instante, apareció un hombre algo viejo, no pasaba de los cuarenta y se acercaba a ellos con la respiración agitada.

—Ustedes dos son parte del tour ¿No? —preguntó aquel hombre—. Mi nombre es Adam Albu, y seré su guía en este recorrido —entonces, volvió a escuchar ese tono nervioso, Matthew lo reconoció al recordar al anciano de aquella tienda de antigüedades.

—Todavía no llegaron todos los demás —comentó inseguro el pelirrojo, mientras veía como ese guía cruzaba miradas con su profesor, miradas casi imperceptibles.

—No te preocupes, hay otro guía que los llevará a ellos —le aseguro y empezó a caminar. El pelirrojo miró nervioso a su profesor, buscando algún tipo de queja. Pero lo que recibió fue una sonrisa deslumbrante y tranquilizadora, que, aunque lo negara, tenía mucho efecto en él.

—Si tienes miedo, puedes tomar mi mano —le aseguro Velkan. Y debido a la vergüenza, Matthew camino nervioso hasta el guía, con la excusa de no perderlo en el camino.

Ese camino, era muy extraño para Matthew, debido a que no estaba en ningún mapa de los que había comprado Sara, y le había regalado. Pero no se sentía precisamente asustado, tenía una familiaridad con ese sendero, como si antes ya lo hubiera pasado, y todas esas sensaciones, le traían recuerdos vagos y confusos.

—Profesor —llamó el menor, y su profesor solo se acercó a su lado—. ¿A dónde vamos exactamente? —preguntó.

—Vamos al famoso castillo del Conde Drácula —aseguró y antes de poder recibir una respuesta, siguió caminando.

Matthew le pareció extraño caminar por ese sendero en medio del bosque, pero lo que sí lo consternaba era ver a su profesor vestido de traje, y con su piel pálida reluciendo a pesar de la escasa luz solar.

La construcción del castillo, lo dejó sorprendido y con la boca abierta, literalmente. Y lo confirmó cuando sintió la mano enguantada de su profesor, cerrándole la boca.

—No pensé que te sorprenderías tanto —comentó el mayor divertido. Pero Matthew lo ignoró y pasó el enorme arco de piedra que tenía las puertas totalmente abiertas—. ¿Es hermoso no? —preguntó.

—Este lugar, es muy familiar y, de una extraña manera, me siento cómodo —contestó mientras se acercaba a los muros de piedra, para tocarlos con sencillez. O eso, intento, hasta que alguien apareció.

Todo fue demasiado rápido, aquel hombre gritaba cosas como “Al fin encontré al hijo del diablo” y cosas así, y tenía un palo de madera totalmente afilado. El pelirrojo no supo cuando, pero aquel hombre se había acercado tanto a él, que logró rozar su mejilla con aquella estaca, antes de ser derrumbado por Velkan. Quien con los ojos rojos y a una velocidad sobrehumana, se acercó a aquel hombre.

Su mente quedó en blanco, cuando vio la primera mordida incrustarse en el cuello del pobre hombre. Y ante eso, Matthew, empieza a retroceder. Cuando su profesor terminó su asunto, fijó su mirada rojiza en el pequeño cuerpo de Matthew, que se encontraba en el piso, debido a que sus piernas decidieron fallarle en ese momento.

—A-aléjate de mí —pidió viendo como Velkan, se acercaba a él con su mirada fija en su rostro

—Pequeño —llamo Velkan, mientras se sacaba los guantes negros, y le mostraba sus filosas uñas—, me temo que ya no tienes el derecho de exigirme eso —aclaró con la voz más grave y melodiosa que alguien alguna vez habrá escuchado.




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