Capítulo 2

Escapar era lo único que necesitaba. Claire se encontraba aferrada al lavabo del baño mientras observaba su reflejo en el espejo. Miraba sus ojos rojos e hinchados de tanto llorar. Llevó su mirada más abajo y se encontró con su labio inferior, este tenía un tajo a un lado que comenzaba a ponerse morado. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas cuando se observó detenidamente. Su mirada no era la misma de antes, había perdido ese brillo que solía tener. No podía creer que aquello le estuviera ocurriendo, tampoco que Oliver su prometido la hubiera golpeado de esa manera, aquel hombre que la enamoró tiempo atrás, el mismo que con su mirada color miel le decía que la amaba. Nunca antes Oliver se había atrevido a ponerle una mano encima pero ese día todo cambió. Un ataque de celos sin sentido lo invadió haciendo que reaccionara de esa manera tan agresiva. Una actitud que poco a poco veía en aumento cada día que convivía con él pero la cual nunca creyó que llegaría tan lejos. Antes de que todo pasara la relación marchaba de maravilla. Oliver era un hombre completamente apuesto de pelo negro y porte elegante aparte de atento, caballero y cariñoso. Un hombre que por meses se había convertido en el sueño de toda mujer, aquel hombre que todas deseaban tener en su vida; un sujeto que a pesar de que su trabajo, en una empresa internacional, hiciera que por días no pudiera estar al lado de ella cuando volvía era la persona más atenta de la tierra. Una que siempre trató de compensarle ese tiempo en el que estaba ausente con detalles románticos; pero desde el día en que le propuso que fuera su esposa las cosas cambiaron drásticamente. Con la propuesta también llegó la decisión de empezar a convivir juntos en la casa de él, al hacerlo comenzaron las discusiones, los malos tratos verbales, los celos irracionales y con lo sucedido recientemente convenció a Claire que debía salir de esa relación para escapar cuanto antes. Debía huir para evitar que todo se descontrolara más de lo que ya se había descontrolado. No podía permitir que aquello llegara más lejos.

Necesitaba escapar pero, ¿A dónde? Esa era una pregunta que, desde que Oliver había salido de la casa, rondaba su mente. No tenía familia cercana ni amigos con los que contar, solo le quedaba la última opción de localizar a su tío, el mismo que desde que su madre murió lamentablemente no volvió a ver. Aunque lo que tenía claro era que no importaba donde fuera, lo único que debía que hacer era salir de esa casa antes de que Oliver llegara y la retuviera porque sabía que eso era lo que sucedería.

Parpadeó varias veces para ahuyentar las lágrimas acumuladas y aclarar su visión. Soltó su agarre del lavabo y se encaminó hasta el armario para sacar algún bolso de viaje y guardar sus pertenencias o al menos las que cupieran. Actuó rápido. Tenía miedo que él volviera antes que ella pudiera irse y perder la oportunidad. Tomó algo de ropa, sus documentos y el poco dinero ahorrado que guardaba. Sostuvo entre sus brazos la guitarra que tenía desde niña y acarició el colgante que llevaba puesto en su cuello. El mismo que su madre le había dado antes de morir.

—Protégeme —susurró aún acariciando el colgante en forma de corazón dorado relleno de pequeñas hojas del mismo color. Era lo único que le quedaba de su madre.

Tomó de la cama su móvil y lo apagó porque sabía que cuando Oliver no la encontrara trataría de comunicarse con ella. Cerró bien el bolso que llevaría consigo y salió a toda prisa de la casa con la guitarra colgada en su espalda. Tenía decidido buscar un autobús que la dejaría en la ciudad donde vivía su tío o al menos donde vivía la última vez que supo de él. Era la única persona con la que podría intentar hacer algo; y mientras caminaba a toda prisa por la calle rumbo a la estación de autobuses imágenes de lo sucedido invadieron su mente.

«—¿Claire? —preguntó Oliver al entrar a la casa y dejar su abrigo en el perchero que había junto a la puerta, dejando al descubierto su traje impoluto color negro.

Frunció el ceño al oír voces que provenían de la cocina. Recorrió el corto espacio que lo separaba de allí y encontró la fuente de las voces.

—¿Claire, no oíste que te llamaba? —continuó Oliver de mala manera—. ¿Y tú que haces aquí? —Se dirigió a su amigo Rick.

—Hola amigo —dijo Rick acercándose, con una sonrisa, hacia Oliver para poder saludarlo pero como él no se inmutó decidió alejarse lentamente—. Encontré en el camino a Claire llena de bolsas pesadas y me ofrecí a ayudarla.

—Ella podía sola —soltó Oliver apretando los dientes.

Claire se encontraba con la mano dentro de una de las tantas bolsas de compras sacando lo del interior pero al oír el tono con el que estaba hablando Oliver decidió parar lo que estaba haciendo. Se preparó para agradecer a Rick y despedirlo.

—Gracias Rick. Fuiste de gran ayuda. —Sonrió Claire a pesar de lo tensa que estaba—. No hubiera podido traer todo si no te cruzaba en el camino —dijo para que Oliver entendiera que la razón de que Rick estuviera allí era solo por eso.

—No fue nada. —Le sonrió para luego dirigirse a Oliver que seguía con el ceño fruncido—. ¿Mañana vienen a mi casa a cenar? —preguntó a su amigo para confirmar lo que tenían planeado desde hacía más de una semana.

—No —respondió hoscamente Oliver.

—Ok… Yo… bueno creo que debo irme. Hasta luego —continuó Rick antes de dirigirse a la puerta de entrada y marcharse.

Claire lentamente continuó sacando cada producto, que había comprado, de la bolsa. Presentía lo que pasaría ya que últimamente Oliver se comportaba como otra persona. Una que no reconocía y el cual deseaba nunca haberlo hecho porque extrañaba al Oliver de antes. Aquel que conoció hacía dos años. Ese Oliver al que amaba o al menos el que creyó que amaba. Extrañaba a ese hombre que le decía cosas hermosas, ese que le regalaba besos sin motivo, el mismo que la observaba con amor desde lejos; no entendía que había pasado con él, no sabía el porque de su cambio de actitud, era difícil comprender como su amor se había desvanecido de esa manera.