«La puerta de entrada estaba sin llave, algo que a Matthew le hizo fruncir el ceño. Ella nunca dejaba sin llave, mucho menos después de que su ex esposo se marchara al ser notificado del divorcio, que aún se rehusaba a aceptar y por lo tanto a firmar. Matthew se puso en alerta, presentía que algo no andaba bien, su corazón se lo advertía.
—¿Katy? —Dejó las llaves de su propio auto en la pequeña mesa del living— ¿Katy porque dejaste la puerta sin llave?, puede entrar cualquier persona, ya te lo dije —continuó sin nombrar que el que podía entrar era el ex esposo de ella, a quien lo haría pedazos si alguna vez llegaba a encontrarlo—. Katy, ¿Me oyes? —El corazón de Matthew comenzó a acelerarse. Si esa era una broma no le estaba gustando y reprendería a su hermana.
Entró a la cocina y paró en seco cuando vio asomarse, desde el suelo, al otro lado de la isla de la cocina un par de pies descalzos.
—¿Katy? —susurró corriendo los pocos centímetros que tenía para rodear la isla de la cocina pero al hacerlo casi se desvanece. Sentía como su presión bajaba de golpe produciendo un tambaleó en su andar».
Se sobresaltó en la cama con el corazón latiéndole a toda velocidad. Otra vez la misma pesadilla o mejor dicho otra vez los mismos recuerdos que hasta al dormir tenía. Odiaba recordarlo, odiaba cada noche revivir lo peor que le pudo pasar en la vida. Odió aún más estar en rehabilitación y tener que dejar de beber. Detestaba tener que dejar lo único que lo hacía olvidar.
Se pasó ambas manos por el rostro luego de sentarse en la cama. Tomó una profunda respiración y maldijo. Maldijo su vida y todo lo que le estaba ocurriendo.
Ya habían pasado más de doce meses de lo ocurrido con su hermana menor Katherine. Doce meses donde no había hecho otra cosa que culparse y beber hasta estar completamente perdido. Pasaron más de doce meses en que todo iba cuesta abajo no solo con su propia vida sino con su empresa, la cual perdía poco dinero cada día que pasaba. Volteó la cabeza y observó con el ceño fruncido la alarma que marcaba las tres de la mañana.
—Mierda —se quejó dejándose caer de espaldas en la cama y tapándose el rostro nuevamente con ambas manos, pero al hacerlo las imágenes de su hermana volvían a su mente dejando en el proceso un nudo en su garganta junto con la furia que aún sentía y no desaparecía desde ese día.
Retiró sus manos del rostro y las colocó a cada lado de su cuerpo mientras conducía su mirada al techo. Ya no quería recordar, hacerlo lo torturaba y eso incrementaba las ganas de beber. Había trascurrido tres días que asistía a las reuniones y en ese tiempo intentaba no beber o al menos no hacerlo hasta desmayarse, aunque eso no le impedía tener escondida en su casa una botella de whisky que tomaba cuando sentía que los recuerdos volvían. Como ese preciso instante donde seguía observando el techo de su habitación a pesar de solo lograr divisar oscuridad. Volvió a voltear la cabeza a la alarma. Tres y cinco. Llevó sus manos al cabello, lo tomó en puñados y gruñó. Esa sería una noche larga y el día aún más ya que debía volver a la institución donde se dictaban las reuniones. De solo pensarlo la necesidad de beber aumentó, sin importarle las consecuencias, se sentó en la cama y tiró las sabanas a un lado, bajó de ella y con los pies descalzos se dirigió hasta el escondite que eligió para dejar la única botella de whisky que poseía. La única que logró rescatar para esconder cuando Aarón se encargó de tirar todas las que tenía en la casa. Llegó hasta el armario y buscó entre
su ropa. Revolvió todo lo que tenía y encontró lo que buscaba.
—Aquí estás —susurró abriendo de manera rápida la tapa a rosca para comenzar a beber—. Mmm —gruñó de placer cerrando los ojos. Aquello era lo que necesitaba aunque sabía que la bebida no duraría mucho al tener la mitad de whisky, pero se preocuparía por eso cuando terminara y no dejara ninguna gota.
Tan solo le bastaron pocos tragos y minutos para terminarla sintiéndose de esa manera un poco mejor cuando los recuerdos comenzaron a apagarse a la vez que caía en la cama quedándose completamente dormido.
•••
El sonido le molestaba. Era incesante y aún dormido no sabía de donde provenía. Se movió en la cama y oyó como la botella vacía caía al suelo haciendo que se despertara de un sobresalto. Miró a un lado y se encontró con la alarma indicándole que desde hacía veinte minutos sonaba. Se levantó como un resorte de la cama. Llegaría tarde a la reunión y si lo hacía tendría que escuchar a Aarón, pero no estaba de humor para hacerlo. Rodó los ojos al recordar que Aarón ordenó que lo llamaran si llegaba a faltar o llegar tarde a alguna reunión de rehabilitación porque si llegaba a suceder lo internarían sin dejarlo salir hasta que estuviese rehabilitado por completo y sabía que Aarón lo haría, por lo que se vistió a tiempo record con lo primero que tomó de su armario y sin siquiera mirarse a un espejo tomó sus llaves tanto de la casa como del auto, guardó el celular en la chaqueta y salió directo al auto. Miró el cielo completamente gris donde pequeñas gotas comenzaban a caer logrando que su humor empeorara.
Para Matthew asistir cada día a las reuniones de Alcohólicos Anónimos estaba agotando su escasa paciencia. Daba gracias al cielo que no tuvo que internarse en la institución “Esperanza” para la rehabilitación ya que le había jurado a Aarón que asistiría por si solo sin necesidad de internarlo, pero realmente asistir le resultaba un poco difícil. Tratar de no beber le costaba horrores haciendo que hasta ese entonces todavía no pudiera dejarlo y por esa causa aún no se encontrara sobrio por completo ya que su botella escondida de whisky se lo impedía, al menos hasta la noche anterior donde se
terminó bebiendo lo último.
Subió al auto para encender el motor y comenzar a salir del garaje. Si se daba prisa quizá no llegaría tan tarde y desde el Centro de Rehabilitación no llamarían a Aarón.