Por Poder y Pasión

CAPÍTULO 1: Caída de ensueño.

Los momentos más importantes de mi vida sucedieron en la biblioteca más alta y solitaria del castillo: allí mi madre me entregó mi primera corona y el anillo de la familia, conocí a mi mejor amigo, Als, mi abuelo se despidió de mí antes de partir y ahora realizo mis aprendizajes para algún día tomar el trono.

—Luna, sol, stellae, orbis…

—Luna, sol, stellae, orbis.

Puede que muchas veces no sea tan interesante como se espera, pero la razón es que todos nuestros aprendizajes se basan en un mundo distinto al nuestro.

—Universum, cosmos…

—Universum, cosmos.

Aprendemos de los errores del mundo humano, “el planeta más desastroso de toda la galaxia” como le dice mi madre. Si bien, por lo que estudié, es verdad que sus habitantes no son perfectos, pero eso se debe a que son muy inestables y creen que la fortaleza se encuentra aparte de los sentimientos. Si ellos supieran lo útil que nos son, se pondrían la corona por sí solos.

—Está hecho, princesa. Mañana continuaré enseñándole palabras más difíciles y pasaremos a los símbolos.

—Es siempre un placer aprender con usted, Dionis.

Dionis, mi maestro y confidente, con su largo vestido de corte, se fue luego de hacer una reverencia. Nunca tarda más de dos palmadas en desaparecer del lugar, siempre tiene cosas que hacer, por eso continuó yo misma mis aprendizajes. Al quedarme sola en la habitación rodeada por medidores de estrellas, instrumentos extraños y libros que contenían la historia de nuestro mundo y el mundo humano. Comencé a ver con detenimiento cada uno de estos artefactos, pues me llamaban demasiado la atención. Luego vi por la ventana hacia el cielo, recuerdo haberme preguntado: “¿Qué hay en el interior del cielo, pasando las estrellas, y las galaxias?” Una gran duda, aunque es muy común —y a pesar de serlo no tiene una respuesta—. Durante mis años diez pensaba que esa respuesta estaba entre las páginas de alguno de esos libros, así que leí todos y cada uno de ellos, pero a medida que iba avanzando Dionis comenzó a quitar libros de las estanterías porque decía que había cosas que no podía saber aún. Nunca supe a dónde se los llevó ni qué hizo con ellos, pero nunca más los volví a ver.

Divagué un poco viendo hacia la tercer luna derecha y en ese instante la puerta detrás de mí se abrió de repente.

—¿Quién entra sin anunciarse? —cuestioné, manteniendo la frente en alto, como me habían enseñado.

—Soy yo, princesa, Dionis. Su madre mandó a llamarla. Algo le sucedió a su padre.

Mi corazón se aceleró y no dudé en seguir a mi maestro hasta donde estaban mis padres. Adentro, mi padre descansaba en una enorme cama y mi madre estaba a un costado acompañada de Edoccio, nuestro curandero real.

—Hija —Mi madre me abrazó en cuanto entré.

—¿Cómo está? ¿Qué le ocurrió? —Me desesperé en preguntar, pues había visto a mi padre inmóvil en un estado inerte.

—Un hechizo hizo esto, princesa. A lo largo de tres días caerá en un sueño profundo del que no sé cómo podría despertar —informó Edoccio algo incómodo.

—¡Malibú podrá ayudarlo! —me precipité a decir—Es el único que estudia la magia de todo el reino, él puede crear conjuros y hechizos con facilidad. Sabrá cómo despertarlo.

—Malibú ya estuvo aquí, Anya, y no logró nada —informó mi madre—. Fue a encerrarse en su galón, con sus pociones, para lograr encontrar una cura.

—Si el rey no puede reinar, alguien tendrá que llevar el reino a cuestas —Dionis vio a mi madre con insistencia en ese momento.

—No puedo hacerlo. No poseo magia —respondió ella y me vio a mí con insistencia.

—¿Yo? —Casi no podía creer que se esté refiriendo a mí, pero Dionis no lo permitió.

—Su hija no puede reinar, sus aprendizajes aún no tienen conclusión. El pueblo no la aceptará si no puede controlar su poder. Pero por otro lado, no podemos saber que usted, majestad, no tiene magia si aún no sostuvo la corona real sobre sí.

—Ya he hablado de esto con mi marido. Yo decidí no ser coronada reina. No voy a cambiarlo, sería una atrocidad, es lo mejor para todos.

—Sin embargo, el pueblo la ve como una reina. En usted recae confianza, majestad. Piénselo, por favor.

—Dionis tiene razón —hablo Edoccio—. Si el pueblo confía en usted no tiene que temer.

—Pero sin magia, el gobernante no puede proteger a su pueblo de las amenazas que lo puedan llegar a azotarlo —Mi tío, Laruan, interrumpió la conversación entrando desapercibido a la habitación.

—Cierre la puerta tras de sí —Pidió con tono firme mi madre, imponiéndose ante él.

—Me disculpo si la ofendí, majestad. Es que cuando oí que mi hermano no estaba bien, vine lo más rápido que pude. Quiero saber cómo está. Pero… me tomo que si están hablando de otra cabeza que ocupe el trono, no está nada bien.



#18516 en Fantasía
#3908 en Magia

En el texto hay: amor, pasiones, poderes magia

Editado: 15.05.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.