Wendy
No hay nada más gratificante y reconfortante que mudarse, dejar a un lado todo aquello que nos trae malos recuerdos, y volver a empezar una vida nueva, en un lugar nuevo, con gente nueva.
Eso sería si lo haces una o dos veces en tu vida, pero no todos los años.
Los primeros años fue divertido, es decir, conocía lugares a los que nunca había ido, y aún no mantenía una relación permanente ya sea de amistad o amorosa con alguien, y eso me permitía poder despedirme de ellos fácilmente al momento de irme.
Pero a medida que los años pasaron, eso fue cambiando, mis amistades no duraban más de seis meses, con suerte un año, y las posibilidades de volver a verlos eran nulas.
Esa sensación de siempre ser "La nueva" comenzó a ser irritante. Tener que volver a explicar tu situación, y el porqué de dicha mudanza.
Tener ese miedo de encariñarse demasiado con alguien, principalmente de forma amorosa, para que luego te digan que al finalizar el año debes comenzar a empacar, y reencontrarte con esas dichosas cajas de mudanza.
"Intenta llevar solo lo mas importante..." esa frase está presente todos los años. Y mi respuesta de todos los años es: "todo es importante mamá".
Ese es mi mayor problema, estoy casi una semana decidiendo que es lo que voy a llevar y que voy a dejar. Deshacerme de los recuerdos nunca se me hizo difícil, pero sí, si alguno de ellos tiene un significado muy grande para mi. Luego, en cuanto a la vestimenta y zapatos, no hay duda que llevo todo, por más que haya una camisa que no la uso hace diez años, de todas formas va a estar en la caja, siempre con la excusa de "todavía me sirve, ¿por qué regalarla? la puedo usar de pijama" es así, que después tengo más pijamas que ropa para salir.
En todos los lugares que hemos estado, siempre fueron ciudades, muchas de ellas demasiado grandes, y es imposible decir que nunca me perdí en alguna, porque si lo dijera, estaría mintiendo.
Esta es la primera vez que vamos a estar viviendo -vaya uno a saber cuanto tiempo- en un pueblo, más precisamente en: Jacksonville, un pequeño y diminuto pueblo, que tienes que mirar dos veces el mapa para poder encontrarlo.
A simple vista, parece ser un lugar al que vendrías únicamente para buscar tranquilidad, no esperes hallar tu futuro aquí, porque nunca lo encontrarás.
Pero aún así es atractivo de ver. Tanto el centro del pueblo con sus respectivos locales, ya sea de vestimenta, restaurantes, una policlínica, joyería, y una gran plaza de comida, como las casas y edificios. O al menos eso es lo que pude visualizar a través de la ventanilla del taxi.
Cuando me enteré del lugar al que vendríamos, a decir verdad no estaba muy conforme, para una chica de mi edad que te digan que vas a vivir en un pueblo, totalmente aislado del mundo, no es muy agradable que digamos, pero ahora que me encuentro frente al lugar donde nos vamos a alojar, mi opinión del lugar cambió completamente.
Durante todos estos años le insistí a mis padres para mudarnos a un apartamento, y no a una casa. Pero ninguna de esas insistencias funcionaron.
Hasta el dia de hoy.
Hasta hace treinta segundos atrás, estaba confiada en que una vez más iríamos a vivir a una casa, seguramente grande y con más espacio del que necesitamos. Pero no. Por primera vez, mis padres decidieron tomar mi sugerencia y llevarla a cabo.
Algo nunca antes visto.
―Cierra la boca Wendy, no querrás que entre algo por tu boca...
―Oh mamá aceptaste la idea de venir a vivir a un apartamento, y no a una de las horrorosas casas que eligen tú y papá, en la que cabe todo el vecindario.― ella me mira de reojo.―Sin ofender
Mi fascinación por los apartamentos es enorme, -más que las casas en las que he vivido antes, así que como será...- tan solo con el hecho de poder pararme frente a la ventana y apreciar la vista del lugar a grandes alturas, es magnifico, podría pasar horas sentada alli.
Además, de que al vivir en un espacio más reducido me hace sentir más protegida.
―¿Por qué tanta emoción? Quizás dentro de seis meses nos estemos mudando otra vez
―Gracias Emily, siempre positiva...
―No hay de que, es un don
―Lo noté...- Digo al mismo tiempo que ruedo mis ojos
Emily, es mi hermana menor, la palabra negativa tendría que ir junto a su nombre, porque para la edad que tiene, nunca vi a una persona que le viera el peor lado a las cosas.
Aunque odio admitir que tiene razón, los días en este pueblo, están contados. nunca se sabe cuando tendremos que irnos.
―Bueno... menos charla y mas acción, las cajas y las valijas no se van a bajar solas del taxi
Finalmente, organicé todas mis cosas en seis cajas, mas dos valijas. Sin decir que en nuestra antigua casa, quedaron tres cajas más que no pude traer, y tampoco traeré.
Hice mi mayor esfuerzo dejando de lado muchas cosas, e intentando que entrara todo en una caja de menos de un metro de diámetro.
―¿Que traes aquí, un muerto? y... ¡¿cuatro cajas más?! menos mal que debíamos traer lo mas importante
―Eso hice
―Se nota... ―dice en un tono sarcástico
Tomo la caja que antes estaba en entre sus manos y la ubico encima de otra, hago un intento de levantarla y fracaso cuando una de ellas se tambalea. Hago un segundo intento y ésta vez logro mantener el equilibrio.
La puerta del edificio se abre, y frente a mis ojos aparece un hombre alto, medianamente joven, de cabello color castaño oscuro.
Por la forma en que va vestido, deduzco que es quien se encarga de la recepción.
Era tanta la emoción que brotaba por mi cuerpo que no me percaté que no es un simple edifico, sino que es nada más y nada menos que un hotel.