¿por qué a mí?

Capítulo 07

Wendy


 

Chase está mejor.


 

Emily está a salvo, nadie la raptó  luego de haberla dejado media hora sola en el lobby del edificio.


 

¿Quien podría raptarla? Si de seguro en cuanto se den cuenta de todo lo que habla, y de todas las palabras que puede llegar a decir en tan solo un minuto, la devuelven al instante.


 

Mi madre ya volvió de su pequeño viaje. Es un alivio, ya la extrañaba.


 

¿Y yo? Bueno, yo estoy en esos días en los que no quieres ver ni escuchar a nadie.


 

¿El motivo? Acabo de escuchar una conversación entre mi madre y mi padre, en la que este último comenta que debe quedarse tres meses más fuera de casa.


 

A estas alturas, ya debería acostumbrarme a este tipo de noticias.


 

Pero no puedo.


 

En nuestras vidas, aveces necesitamos a alguien que nos ayude a guiarnos hacia lo que está bien o lo que está mal. Hacia lo bueno y lo malo. Hacia lo perfecto e imperfecto. Y yo elegí que esas personas fuesen mi madre y mi padre.


 

Yo creo que siempre necesitamos a alguien que nos haga atravesar los caminos más difíciles para así poder hacernos dar cuenta que no todo está perdido, que siempre hay una solución para todo.


 

Sí, será difícil, pero no imposible.


 

Cuando mas necesito de mis padres, no están.


 

Y automáticamente me aíslo de todo y todos.


 

La soledad es buena, hasta cierto punto.


 

La soledad es buena, hasta que nos acostumbramos demasiado y terminamos hundiéndonos en ella, provocando en nosotros la peor sensación del mundo.


 

Que estamos ahogados dentro de un pozo, dentro de un callejón sin salida.


 

Y esa sensación y sentimiento, es difícil de sobrellevar estando solos, estando en continua soledad.


 

Toda mi vida me he sentido así, en soledad.

Muchas veces porque yo me lo permití.


 

Pero muchas veces también necesité el apoyo incondicional de una madre, un padre, un amigo, incluso un desconocido.


 

Pero no lo tenía.


 

Una persona triste y afligida, o busca apoyo en la primera persona que se le cruza, o se hunde en si mismo y no deja que nadie traspase esas paredes que se auto construye al rededor de si mismo.


 

En un pasado no muy lejano, mi vida se describía de esa misma manera.

Semanas sin comer ni poder dormir, no rendía en los estudios, estaba completamente fuera de eje. No sentía que fuese la misma persona, me sentía diferente.

Semanas encerrada en mi habitación sin ver a otra persona que a mi misma.


 

Nadie sabía porque me sentía así, por qué actuaba de esa manera.


 

En más de una oportunidad, ni yo era consiente de lo que me estaba sucediendo.


 

Los pocos amigos que tenía, hablaban a mis espaldas, para ellos era la rara del grupo. Pero ninguno de ellos se tomó las molestias de preguntarme qué era lo que estaba sucediendo en mi cabeza.


 

En ese momento fue cuando abrí los ojos y me di cuenta que en verdad esas personas no eran mis amigos y jamás lo fueron.


 

Yo, era algo así como un globo, el cual a medida que lo inflas va guardando cada vez más aire, hasta llegar al punto de que no hay más lugar para el aire y explota.


 

Mi cuerpo era el globo, y los sentimientos, las personas, las palabras, las críticas, eran el aire, todo estaba almacenado en mi cuerpo, hasta que un día dijo "hasta acá llegué" y explotó, causándome un desorden mental y dejando a la vista a la chica que en realidad era, aquella chica que tanto insistí en ocultar estaba a la vista de todos. No solo mi cuerpo explotó, sino que mi yo completo dejó de reaccionar, ya no era nada, me sentía que no era nadie, que no le importaba en lo más mínimo a las pocas personas que me rodeaban.


 

Cada día que pasaba me preguntaba ¿Cuándo acabará este sufrimiento? ¿Es necesario seguir respirando?, estoy quitándole el aire a alguien que quizás lo necesita más que yo.


 

Y allí fue cuando entendí que necesitaba ayuda profesional.


 

Esa fue la gota que derramó el vaso.


 

Un 10 de febrero del 2018 Lena llegó a mi vida, y podría decirse que gracias a ella, mi vida cambió completamente.


 

Lena, fue mi psicóloga durante un año.


 

Muchos dirán que un año es poco para recuperarme y superar todo lo que tuve que atravesar, pero a decir verdad, ella me hizo dar cuenta de cómo eran en realidad las cosas.


 

Logró que entendiera que la culpa no siempre la tenía yo, que si yo no empezaba a cambiar, el mundo no lo haría por mi. Primero estoy yo, primero está mi salud mental, y luego, están los demás.


 

Me ayudó a reconocer quienes debían estar en mi vida, y quienes no, quienes me hacían bien y quienes me hacían mal.


 

Me ayudó a desechar todo aquello que no servía. Desde personas, hasta cosas materiales.


 

La recomendación de cerrar las redes sociales fue lo mejor de toda la sesión.

Estuve al rededor de un año sin entrar a una red social.

Seis meses sin nada de Facebook, Twitter, Instagram, Snapchat, etc.


 

Hay quienes piensan que sin las redes sociales no podemos vivir, pero es mentira. Podemos seguir nuestras vidas como si nada y la liberación que sentimos al no estar pendientes de: "¿cuántas personas me siguen?", "¿quien le dió me gusta a mi foto?" "¿habrá captado la indirecta que twittee?."

Compararnos con otras personas tanto con lo físico o con la vida misma.


 

Yo era una persona que contaba mi vida entera en las redes sociales, no podía estar si quiera una hora sin actualizar el inicio porque me sentía excluida del mundo.




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