Chase
–Vamos O'Connor con más velocidad. Incluso mi abuela correría más rápido que tú.
–Es... lo más rápido que puedo... entrenador– dice Alex en un solo jadeo.
–No quiero excusas. El campeonato no se ganará por si solo. Necesito un equipo en forma.
Todo el equipo se encuentra entrenando.
Pero no en el gimnasio como solemos hacerlo. Hoy el entrenador llegó con la maravillosa idea de ir a la playa a entrenar. Es así que aquí estamos, corriendo alrededor de todo el lugar.
El equipo detesta entrenar en este sitio.
Correr sobre la arena, no es para nada fácil. Hay aproximadamente unos treinta y cinco o cuarenta grados, nuestros cuerpos sudorosos están llenos de arena.
Nuestra vista se desvía constantemente en dirección al mar. Nuestro cuerpo desea a gritos salir corriendo hacia allí y refrescarnos lo suficiente.
Estamos a tan solo dos pasos de del mar, pero el entrenador nos prohíbe ir.
Sabe perfectamente que, una vez que estemos adentro del agua, no saldremos por un largo rato. -río para mis adentros-
La playa, está abarrotada de gente. Mujeres tomando sol en sus cómodas sillas, o sobre una toalla estirada sobre la caliente arena.
Niños armando castillos de arenas, y otros simplemente corretean por todos lados, mientras son perseguidos por sus padres, quienes intentan alcanzarlos, pero los pequeños son más rápidos.
Desde esta perspectiva, todos y cada una de las personas que se encuentran aquí, se ven felices.
Luego de haber despertado con una Wendy durmiendo muy cómodamente sobre mi y mi brazo derecho, intenté levantarme sin hacer el mínimo ruido para no despertarla. Y lo logré, es así que una vez ya vestido con la ropa de entrenar y mi bolso, me acerqué hacia la castaña, y deposité un beso sobre su frente para finalmente dirigirme directamente hacia el entrenamiento, habiendo hecho una única parada en recepción para hablar con Alfred.
Desde anoche que no se nada sobre mis padres. Y por un lado, me siento bien. Me siento tranquilo, despreocupado. Feliz podría decirse.
Después de tanto tiempo, siento que mi vida está tomando un mejor camino.
Después de tanto tiempo, volví a ser feliz. Y todo gracias a Wendy.
–¡Morrison!– oigo gritar al entrenador– ¡Mueve mas rápido esas piernas. No quiero holgazanes en mi equipo!
Hago el intento de correr más rápido, pero el calor y el cansancio me lo impiden. Es como si mis piernas estuviesen hechas de plomo. Cada paso que doy, las siento aún más pesadas.
vuelvo a bajar la velocidad, estoy más cerca de caminar que de correr, y una vez más el entrenador me reprende.
–Creo que alguien llegó de mal humor hoy.– dice Alex riendo y acercándose a mi lado
–Creo que olvidó tomarse la pastilla verde–Digo sofocado
–¿Solo la verde? La azul, la roja, la violeta, todas juntas debía habérselas tomado.
El entrenador hace sonar su silbato y volvemos todos hacia donde él se encuentra.
–Quiero que hagan cincuenta sentadillas cada uno.
–¿Cincuenta?– dice Caleb bebiendo agua de su botella
–Muy bien, agradézcanle al señor Brown, porque gracias a él ahora serán cien sentadilllas.
–Entrenador, ¡usted se ha vuelto loco! ¿No ha notado el calor que hace? ¿No le parece un poco exagerado cien sentadillas?– esta vez es Max quien se queja.
–Tiene razón Miller, mejor harán ciento cincuenta. –Toma un gran sorbo de su botella, cruza sus brazos a la altura de su pecho y se vuelve a dirigir a nosotros–¿Alguien tiene algo mas que acotar?– esta vez nadie responde. Solo nos encargamos de colocarnos cada uno en un extremo y comenzar con las dichosas sentadillas.–Es lo que me imaginaba– vuelve a decir ya en su asiento, bajo una sombrilla, y con varias bebidas a su disposición.
Mi cuerpo ya no responde a mis pedidos.
Mis brazos y piernas ya no reaccionan.
Hago una pausa, y me siento a un lado de Alex.
–Definitivamente este hombre hoy vino de muy mal humor– le digo a Alex por lo bajo.
Frente a mi veo a Caleb haciendo gestos en mi dirección pero no logro entenderlo.
Hasta que giro mi cuerpo y me encuentro con el entrenador a mis espaldas.
–Morrison–dice con tono de superioridad y soberbia–déjeme decirle que mi humor hoy –hace una pausa–está perfectamente. –coloca sus brazos como jarras.–Quiero que haga cincuenta sentadillas más.
¡Mierda! Yo y mi gran bocota.
Esta vez no digo absolutamente nada. Solo me encargo de seguir con el entrenamiento.
Pasamos las siguientes dos horas haciendo sentadillas, y gracias a Alex que volvió a quejarse, nos hizo dar veinte vueltas más alrededor de toda la playa.
Definitivamente hoy al entrenador se le soltó algún cable.
Sino no hay otra explicación de porqué se encuentra tan exigente y de mal humor.
Terminado el entrenamiento, el entrenador se retiró del lugar, y todos nosotros nos desplomamos en el suelo quedando con la vista hacia el cielo. Nuestros cuerpos ya no responden. Y nuestras piernas mucho menos.
Nos quedamos así al menos media hora, intentando recuperar todo el aire perdido. Ninguno habla, solo nos dedicamos a descansar con el sol frente a nuestros ojos.
En la posición que nos encontramos, somos lo más parecido a un pez luego de haber sido retirado del agua. Solo nos falta saltar sobre la arena y pedir ayuda.
Me imagino esa imagen en mi cabeza, y de solo pensarlo comienzo a reír para mis adentros.