¿ Por qué no puedo ser feliz?

Parte 4

— Ya me encargue de ese usurero — explicó Bulma — los abogados arreglaron todo, tu deuda quedó solo en 7.000, y ya se le pagó, nunca más te molestará. Si necesitas para problemas de salud para ti o tu familia, la empresa puede hacerte préstamos a bajos intereses.

— Es que ya tenía una deuda muy grande con bienestar.

— No importa, la salud es primero, si ellos te decían que no, tendrías que haber ido a hablar conmigo. 

— No sé cómo pagárselo.

— Yo sí, se te descontará un poco cada mes, no mucho para que no pasen estrecheces, pero por eso tendrás que estar como 30 años trabajando para sanear la deuda — Bulma quiso bromear para distender el ambiente.

— No importa que tenga que seguir trabajando para usted por lo que me queda de vida para pagarle, gracias por su ayuda, mis hijos y mi madre también se lo agradecen — la empleada se fue tranquila.

La científica se dio vuelta, y recién vio que Vegeta estaba allí, le sonrió nerviosa.

— Solucione un problemita de una de mis empleadas, son muy exageradas.

— Eso veo.

Durante los siguientes seis meses, Bulma y Vegeta se volvieron más unidos, tanto que el hombre iba a dejarla a su casa, y la pasaba a buscar en la mañana. Conversaban del día, y de cosas de la oficina, del único tema que ambos evitaban hablar era de sus vidas privadas.

En ese tiempo invitaron a la dueña de la Corporación a un evento, al que para publicidad de sus empresas debía ir, pero como no quiso asistir sola, le pidió a su encargado de seguridad que fuera su acompañante.

— De verdad Vegeta le agradezco que vaya conmigo, a su lado me siento muy segura.

— De nada Bulma, es mi trabajo, y al estar a su lado puedo hacerlo de mejor forma — le dio un beso en la mano, a pesar de que siempre mantuvo su profesionalismo en todos sus trabajos, nunca se había sentido tan atraído por una mujer, la que tenía al frente era bella, inteligente, muy trabajadora, una joya para el hombre que conquiste su corazón pensó.

— Que galante jijiji, estoy muy ansiosa, hace mucho que no salgo a una fiesta.

El lugar tenía de por si mucha seguridad, más la de que puso la Corporación Capsula, hizo que todo trascurriera tranquilo.

— Bulma, ya es la hora de retirarnos.

— Que mal, la velada se me hizo muy corta... pero antes...

A Vegeta lo tomó totalmente desprevenido cuando la mujer lo sujeto del brazo y lo llevo a bailar un vals con ella al centro de la pista.

— Es un excelente bailarín.

— Gracias, pero debería haberme dicho, no me gusta ser el centro de atención.

— Lo lamento, pero quería bailar y no tengo confianza en nadie más. Siento que usted es el correcto — rió misteriosamente.

Ya de camino a la casa de la científica, la mujer iba muy contenta.

— Gracias por todo Vegeta, por favor tome una copa conmigo.

— No puedo, hasta que la deje a salvo en su domicilio, estoy de servicio.

— Soy la Jefa... no me haga este desaire — le sonrió.

Iba decir de nuevo que no, pero no pudo al verla a los ojos, luego de esa encantadora velada si le hubiera pedido la luna se la hubiera conseguido... qué lástima que ninguno fuera libre... se la tomó lentamente, conversando las cosas divertidas que ocurrieron en la ceremonia.

Un poco antes de llegar, el hombre empezó a dormirse, por más que quería mantenerse despierto sus ojos pesaban como el acero.

— Vegeta, Vegeta ¿Está bien? — él escuchaba como a través de un túnel muy largo y hondo, luego no pudo aguantar y cayó inconsciente.

— Sra. Bulma ¿Necesita ayuda? — preguntó nervioso el chofer, al ver al hombre en ese estado.

— Sí, debe estar agotado con los preparativos de la seguridad del evento, no debí ofrecerle esa copa, por favor, puede ayudarme a llevarlo a uno de los cuartos interiores.

El hombre de pelo en forma de flama quedó instalado en una de las habitaciones de invitados, cuando todo quedó en silencio, Bulma entró al lugar con un bolso blanco, pequeño.

— ¿Me escucha Vegeta?

— Sí — respondió el hombre con voz neutral, acostado con los ojos cerrados.

— Perfecto ¿Hará todo lo que le diga?

— Sí.

La mujer estaba feliz, su plan iba viento en popa.

Al otro día Vegeta despertó con dolor de cabeza, nunca le pasaba y menos por una simple copa, lo último que recordaba era que estaba en el auto con su patrona... luego nada.

— Bulma, no sé que pasó — dijo cuando salió de la habitación y se la encontró en la cocina.

— No se preocupe, los arreglos de la ceremonia deben haber sido agotadores, usted es la persona perfecta para el puesto, le agradezco su minuciosidad y profesionalismo.

— No es nada — miró su celular, se puso pálido — me avisaron que anoche en el psiquiátrico pasó algo, debo ir inmediatamente.

— Lo entiendo, tómese el día de hoy, no pienso ir a trabajar, vendrá un médico de mi confianza a verme — al ver el gesto de preocupación del otro detallo — no es porque me sienta mal, debo hacerme mis controles anuales.

— Entiendo, nos vemos mañana, hasta luego.

Como siempre que iba a ese lugar Vegeta se cuidaba que nadie lo siguiera, no quería que supieran a quien iba a ver, gustaba que su vida personal fuera lo más privada posible.

Esa tarde cuando iba de vuelta a su casa seguía con dolor de cabeza y mareado, así que se dirigió a donde una de las pocas personas en quien confiaba, Vegeta le había salvado la vida una vez cuando lo secuestraron, aunque pagaron el rescate los delincuentes igual planeaban matarlo, pero el hombre de pelo de flama y un grupo a su cargo, contratados por el bisabuelo de Shin, un conocido multimillonario, lograron rescatarlo con vida. El joven del pelo a lo mohicano administraba entre otros muchos negocios un laboratorio clínico.

— Efectivamente le dieron algo para dormirte, es difícil detectarlo, pero estos equipos son de última generación, en cualquier otro no lo hubieran encontrado ¿Le robaron algo?




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