Nota: esta historia es un borrador, por lo cual puede contener errores.
Recostado a las barandas del balcón, desvié la vista del pequeño diario en mis manos para contemplar uno de los atardeceres más hermosos. La mejor puesta del sol que había observado en semanas luego de incontables días de invierno.
Internamente, me planteé la misma pregunta que estuvo rondando en mi cabeza durante los últimos días: ¿qué podría escribir?
Sonreí al imaginarme observando los últimos rayos del ocaso, abrazado a mamá y papá en compañía de mis hermanos. Luego suspiré un tanto desmotivado al caer en cuenta que imaginaba más de lo que era posible de suceder.
Cuando el sol estuvo oculto por completo y la oscuridad ya era dueña del cielo, tuve una nueva idea sobre qué poder escribir en el diario: escribiría sobre todo aquello que nunca sucedería en mi vida, de ese modo podría volver mis pensamientos realidad cada vez que los leyera.
A los pocos minutos de haber tenido mi fabulosa idea regresé a mi habitación para intentar escribir algo en el diario. Fue al instante de abrirlo e intentar trazar algo sobre la primera página cuando, comprendí que esa idea ya no me resultaba tan grandiosa. ¿Quién querría leer tal cosa? Nadie, por lo menos no tres de las personas que viven en casa, de eso no tuve duda.
Finalmente, más harto que nunca al no tener idea de que poder trazar, decidí escribir todas estas líneas con tal de quitarme las ganas de rayar el diario que mi abuela me regaló hace más de un año. ¿Escribiré más que sólo esto? La verdad no espero que nadie lo lea, a lo mejor sea yo mismo mi único lector en un futuro, o quizás hasta olvide que alguna vez escribí en la primera página de este diario.