Miércoles 05 de febrero de 2014.
Hoy estoy cumpliendo 10 años. En la escuela todos mis compañeros me cantaron y me felicitaron, fue algo muy bonito, desde hace mucho no me sentía amado por tantas personas.
Me gustaría repetir eso y recibir más abrazos, pero esta vez con mi familia. Justo por eso, al regresar de la escuela corrí en busca de mis hermanos, y como siempre no dejaban de ignorarme. Entusiasmado por una felicitación de su parte les acordé que hoy es mi cumpleaños, pero, lo único que logré fue que Martín, mi hermano mayor me rompiera el labio inferior de un puñetazo.
Llorando corrí fuera de la habitación hacia donde mi abuelita y, como siempre, fue quien se preocupó por mí. Limpió la herida y después de ello me abrazó para por último obsequiarme un regalo de cumpleaños. Al menos ella se acordó de esta fecha tan especial para mí. ¿Por qué tanto odio hacia mí? ¿Acaso hice algo malo?
Por la noche, cuando mi papá llegó del trabajo, muy alegre por verlo corrí hacia él. Le dije:
—Por fin has llegado papito.
Él se dio media vuelta y me ignoró. Sentí feo, supuse que lo hizo porque se sentía cansado por el trabajo, o quizás sólo porque ya era natural su indiferencia. No me desanimé por lo sucedido, así que decidí intentarlo nuevamente. Esta vez le recordé:
—Papito, hoy cumplo 10 años, ¿lo recuerdas verdad?
Sentí su mirada unirse a la mía, conseguí llamar su atención. Sus ojos bajaron hacia mi boca y, a la vez que la contemplaba con firmeza tomó asiento en el sofá.
—¿Qué te ha sucedido en el labio? —Inquirió curioso señalando con su dedo índice derecho la zona afectada.
Lo pensé bien, no quería causarle problemas a mi hermano Martín, además probablemente si papá enfrentaba a mi hermano por ello, este se enfadaría conmigo más de lo que ya estaba. Por lo cual le solté una pequeña mentira mientras me frotaba el labio con suavidad:
—Me tropecé y pegué el labio en el filo de la puerta.
El hombre rio recostando la cabeza al sofá, también reí para encajar a pesar de no encontrarle gracia al momento. ¿Sería por mí? Acaso… ¿le resultaba gracioso el que me hubiera lastimado?
—Vete Mathias, estoy muy cansado y no tengo tiempo para que estés fastidiando con tus niñerías—. Respondió con ambos ojos cerrados, su tono de voz se escuchó frío.
Sin decir nada bajé la mirada al suelo, me volteé y caminé en silencio hacia mi recamara. ¿En qué estaba pensando? Si durante todos estos años no se preocupó por felicitarme durante mi cumpleaños… ¿Qué me hizo creer que esta vez sería la excepción?