jueves 13 de febrero de 2014.
Hace algunas semanas mi maestra Juanita, me obsequió una hermosa estampilla dorada en forma de estrella, pequeñita, pero con un gran significado para mí. Ese día con una sonrisa en su rostro me explicó:
—Tal vez te parezca una simple estrella, pero no cualquiera obtiene una. —colocó la calcomanía sobre mi pupitre—. Es un pequeño premio por todo tu esfuerzo estudiando. Cuando llegues a tu casa pégala a la puerta de tu nevera, así tu familia verá lo inteligente y esforzado que eres.
Desafortunadamente hoy, al llegar de la escuela me llevé una desagradable sorpresa. Mi hermano Martín, quien se encontraba en la cocina decidió hablarme, y dijo señalando hacia la nevera:
—Me deshice de tu absurda estrella.
En ningún momento desvié la vista hacia donde había pegado mi estampilla dorada, sólo miré fijamente a mi hermano y la sonrisa de satisfacción en su rostro.
—¿Por qué lo hiciste? —inquirí en un tono bajo.
—Porque eres un tonto Mathias, simplemente por esa razón, y eso nunca va a cambiar. —hizo una breve pausa para colocar un recipiente de plástico con aperitivos sobre la mesa—. ¿Sabes por qué?
No respondí nada, no me sentí con el valor suficiente para poder hacerlo. Martin llevó una mano al bolsillo de su pantaloneta y pasados unos segundos la retiró, acercó la misma mano a mi rostro y presionó con el dedo índice sobre mí frente.
—Porque naciste siendo una basura, un estorbo, eres inservible. —musitó con odio en cada palabra mencionada.
Alejó un poco su dedo de mi frente y luego dejó el puño de su mano a la altura de mi rostro. Inhalé aire profundamente y cerré los ojos con temor a ser golpeado. Escuché sus pasos alejarse por lo cual abrí lentamente los ojos, y, observé en el suelo la estrella dorada partida en 4 pedazos. No entiendo el motivo de su crueldad conmigo, no he hecho nada para que me trate así, no siento que estorbe, pero… así lo dicen mis hermanos, probablemente sí sea cierto.